Hola navegantes.
En la navegación a Londres tuvimos, lógicamente, que ascender la costa francesa de Las Landas. Fue una navegación poco habitual porque todo nos salió bien, a lo que no estamos acostumbrados. Os lo conté aquí:
Lo normal es encontrase una meteorología horrible, dificultades para hacer escala en Arcachon (lo que te obliga a llegar hasta Royan, en la desembocadura del Garona, o sea, 160 millas desde España) y problemas con el campo de tiro del ejército francés.
Eso es lo que nos pasó en la navegación a Bretaña en 2015, cumpliéndose el refrán "a veces la vela es sólo un poco más divertida que el trabajo". En Hondarribia el pronóstico no era muy favorable porque daban vientos del Norte para toda la semana. Salimos hacia Capbreton e inicialmente el viento nos entró por el través y nos permitimos izar el espí, pero cuando íbamos así tan contentos vimos que el horizonte se ponía negro y se formaban dos trombas de agua, un fenómeno excepcional que yo no había visto al natural en toda mi vida de navegante. Nada más verlas nos cruzamos unas miradas capaces de hacernos trasluchar y nos preparamos para lo peor, arriamos el espí a la desesperada y nos quedamos con el velamen mínimo hasta ver qué pasaba. Finalmente no nos alcanzaron, pero sí el chubasco acompañante que nos tiró agua como si el cielo y el mar fueran la misma cosa.
El día siguiente no había ejercicios de tiro, pero el segundo sí, y luego toda la semana habría vientos del Norte de fuerza 4 y 5, lluvia, y ejercicios de tiro todos los días. Intentamos, pues, seguir el día siguiente. Nos levantamos a las cuatro y media para ir a ver el panorama desde el puerto, ya que la pleamar era a las cinco. Y lo que vimos fueron nubes negras como murciélagos de las que caían cuerdas de agua, el paso con rompientes y un rumor parecido al susurro de las hojas muertas, un viento de morro de fuerza 5, y un maretón lleno de borreguitos. Para enfriarte la sangre. Y aunque allí el viento venía del Oeste en Arcachon vendría del Norte, una auténtica pared de viento que nos haría casi imposible llegar en la pleamar. Nos sentimos pequeñitos y no nos pareció prudente salir así, arriesgándonos a un zozobre en el paso.
El segundo día nos levantamos a las cinco de la mañana para ir a ver el estado de la salida del puerto. A pesar de los nubarrones y las olas grandilocuentes, que se habían reducido desde el día anterior, decidimos salir ese día. Nuestro destino iba a depender de las condiciones de navegación, en el mejor de los casos intentaríamos llegar hasta la desembocadura del Garona, y como plan B entrar en Arcachon. Nos encontramos un viento del Norte de fuerza 5, que nos obligó a navegar a la francesa casi todo el recorrido sin parar de dar pantocazos. Como si las cosas que consideramos inanimadas también pudieran quejarse, cada cadenote, cada obenque, cada driza, cada mamparo, maldecía a su manera con un ruido particular. Además había ejercicios de tiro del ejército francés, y nos habían marcado un meridiano que no deberíamos de pasar hacia el Este, concretamente el de 1º 23’ W.
Con tantas horas de motor se hizo evidente que no nos llegaría la gasolina para alcanzar la desembocadura del Garona, así que no nos quedó más remedio que entrar en Arcachon. Pero este puerto tiene unas condiciones muy estrictas de acceso: sólo puede entrarse en el entorno de la pleamar, de día y con olas menores de un metro. Es uno de los tres pasos más peligrosos de Europa, porque con viento y mar de fondo del Oeste las olas que proceden del Atlántico Norte sin nada que las frene llegan a romper contra las lenguas de arena de los márgenes de la entrada, disimulando el canal y arrastrando a los barcos contra los bajos fondos.
A las 16 h. ya divisábamos la entrada de Arcachon, y como el ejercicio de tiro finalizaba, en teoría, a las 16:30, llamé por radio al faro de Cap Ferret para preguntar si después de esa hora podía atajar en diagonal hacia la entrada de Arcachon cortando la zona militarizada, para ganar un tiempo precioso. La respuesta (rotundamente no) nos calló encima como los cascotes de un edificio en demolición, y no nos quedó más remedio que seguir contorneando contrarreloj el famoso campo de tiro. Conseguimos llegar a la boya de recalada después de 64 millas náuticas, exactamente a la hora de la pleamar. Las condiciones eran duras, con viento del Norte de fuerza 5 y fuerte marejada (olas de hasta 2,5 metros) pero allí el rumbo cambiaba de ser al Norte como llevábamos todo el día, a ser hacia el Este, con lo que el viento nos entraba por el través. Las olas se calmaron dentro del canal de entrada, y a eso de las 19 horas estábamos en mitad del paso navegando a toda vela.
Desgraciadamente desde el paso de Arcachon hasta la marina aún nos quedaron tres horas de navegación, y como habíamos entrado justo en el momento de la pleamar, a partir de ahí tuvimos que hacer todo el recorrido dentro de la bahía en contra de la marea vaciante. Además a partir de la Duna de Pilatos el canal volvía a recurvarse hacia el Norte, con lo que el viento volvió a darnos de morro, lo que se hizo agotador. A todo motor y ayudados por la mayor no pasábamos de 2-3 nudos. Finalmente llegamos a la marina de noche, con las oficinas cerradas y sin nadie para acogernos. La distancia que dejamos atrás ese día fue de 67 millas. Llevábamos en el cuerpo 15 horas de navegación agotadora, desembarcamos como si nos movieran desde arriba con hilos como los de las marionetas, y a pesar de eso no encontramos ningún sitio abierto para cenar (estábamos en Francia y eran las 23 h.).
Esta navegación tan movidita resume lo que es habitual en Las Landas, y por eso las condiciones tan buenas en la navegación a Londres nos sorprendieron tan favorablemente.
La siguiente dibucarta es la de la navegación por Las Landas en el viaje a Bretaña. Se empieza a leer en el hombro, y se la regalaré al primero que la transcriba (clic encima para leerla mejor):
Con cuidado, navegantes.
Hola navegantes, la costa de Las Landas ha hecho honor a su fama y nos ha dado trombas de agua, temporales, olas que nos retuvieron en puerto, lluvia a cántaros, y una colección de todo lo malo del mar. Estuvimos dudando si seguir pero allá vamos. Todo paraíso tiene su purgatorio, qué le vamos a hacer!
ResponderEliminarVaya navegación ese día!
José Antonio
Es tuya, José Antonio. ¿Te llegaron las anteriores?. Un saludo y gracias por seguirnos
EliminarHola Álvaro, gracias otra vez. Me llegaron las anteriores, están estupendas. Cuando las comparto, a la gente les parecen muy originales. Como se te ocurrió hacer estos dibujos?
ResponderEliminarMe lo han preguntado muchas veces y no tengo una respuesta. Simplemente me salió.
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