Hola navegantes.
En la navegación a Londres tuvimos que remontar el Río Loira hasta Nantes por un cambio imprevisto de planes, lo que nos permitió volver a discurrir por sus sorprendentes visiones. Ana y yo ya habíamos recorrido ese río en la navegación a Bretaña en 2015, y en aquella primera vez llegamos a Nantes alucinados de lo que habíamos visto. Os reproduzco aquí nuestras impresiones de 2015:
"A partir de media mañana se puso a llover y empezaron a ocurrir cosas raras, que nos daban la impresión de haber entrado en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas. Por ejemplo llegamos a la Central Térmica de Cordemais (47º 16,6’ N; 1º 53,1’ W), una industria horrible con unas chimeneas como rascacielos que se veían desde todas partes. Un poco antes de llegar a ella sale un pequeño ramal del río por babor, que conduce a una modesta marina justo detrás de la Central. Con las tres chimeneas de su Central Térmica no puede fallarse este puerto, en la orilla derecha del Loire. Una vez pasado el reflejo de huir ante tan poca poesía, encontramos aquí la más confortable de las etapas entre Saint-Nazaire y Nantes.
El puertecito consiste en un pantalán en mitad del cauce del río con sitio para 60 barcos, incluyendo algunas plazas para visitantes, y un puerto en seco con capacidad para 250. La zona del pantalán tiene dos metros de calado, pero el acceso bastante menos y sólo se puede entrar dos horas después de la bajamar. No es que pensáramos quedarnos, por las limitaciones de horario de entrada y salida, pero ya que habíamos llegado hasta aquí desde España nos apetecía por lo menos verlo. A esa altura de la navegación ya íbamos a 8 nudos, y al virar a babor para acercarnos a la orilla el Corto Maltés parecía que derrapaba. Cuando nos acercábamos a la orilla no dábamos crédito a lo que veíamos: en la cima de una chimenea había un chalecito de color rosa, con las contraventanas en celeste y hasta un arbolito junto a él. ¡Sí, un chalet allí arriba, en la chimenea!. ¿Qué pasaba?.
Como seis millas más adelante nos encontramos a estribor el ramal de un antiguo canal que se comunica con el Loire por una esclusa, la esclusa de La Martinière (47º 12,5’ N; 1º 46,9’ W). Íbamos a pasar de largo cuando al dirigir la mirada a la esclusa vimos algo raro. Parecía un barco que se había quedado atrancado en lo alto del muro de la esclusa. Íbamos ya a más de 8 nudos empujados por la corriente y volvimos a derrapar para dar media vuelta y acercarnos a curiosear. Para entrar en ese ramal del río teníamos que navegar contra la corriente del Loire, porque ya nos habíamos pasado de largo y teníamos que retroceder, y el Corto Maltés con el fueraborda a tope no hacía ni un nudo. Pero finalmente conseguimos llegar y en aquel ramal muerto del río ya no entraba la corriente y pudimos quedarnos a nuestro gusto para verlo y hacer fotos. En efecto, sobre el muro de la esclusa había un velero de casco azul, como de 8 metros de eslora, con su vela mayor perfectamente enrollada, como un cigarrillo, en la botavara, y que parecía haber encontrado su punto de equilibrio pues la orza se había calado perfectamente contra el muro de la esclusa. Lo sorprendente es que estaba como derretido, como salido de un cuadro de Dalí. A mí algo no me cuadraba, porque sé que la fibra de vidrio, al forzarla más allá de su resistencia, se resquebraja y se termina abriendo una grieta, y sin embargo la de aquel velero parecía de plastilina.
Al pasar frente a Couëron estuvimos pendientes de la maniobra del transbordador y nos distrajimos un poco de la ruta, y justo cuando acabamos de cruzarnos con él nos asaltó la sorpresa mayúscula de esta travesía, porque nos apareció una casa de piedra de tres pisos en mitad del cauce (47º 12,3’ N; 1º 42,9’ W) a unos cuarenta metros de la orilla, bastante inclinada hacia el centro del río como si estuviera a punto de desplomarse. Parecía incluso que alguien viviera dentro, porque había luz en la ventana de la derecha del piso superior. No nos dio tiempo a pensar mucho en ella porque se puso a llover con ganas y ya veíamos el puente de la autopista inmediatamente anterior a Nantes y teníamos que recoger las velas. Dejamos la interpretación del misterio para preguntarlo en Nantes".
(Extractos del libro "Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés".
Todavía tengo el original de la dibucarta de aquella etapa, y se la regalaré a primero que la transcriba (los que ya tengáis alguna de la navegación a Londres, por favor esperad un par de días para que puedan intentarla los demás):
Con cuidado, navegantes.
Hola navegantes.
ResponderEliminarRemontar el Loire ha sido como meterse en Alicia en el país de las maravillas, volando a 9 nudos y alucinando en cada meandro con las esculturas que han pintado: un barco deformado, una casa hundida en mitad del cruce, un chalecito encima de una chimenea, etc. Y luego llegar a Nantes para segrí viviendo locuras parecidas. una autentica sorpresa
Un saludo Susana
Muy bien, Susana. Aunque pone "las esculturas que han plantado" estoy seguro de que lo has entendido así y te ha jugado una mala pasada el autocorrector, porque está claro que el colmillo es una A. Es tuya. Un abrazo.
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