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miércoles, 23 de noviembre de 2022

Cortarse el pelo.

 Hola navegantes.

Muchos marinos no son donantes de pelo, y en las navegaciones largas llega un momento en que hay que resolver cosas de la vida diaria que en tierra son muy fáciles, como cortarse el pelo.

Hacerlo navegando yo lo considero un riesgo. La escora, los pantocazos, las olas y los golpes de botavara hacen peligrosa la manipulación de las tijeras. Si no queda más remedio, por ejemplo en las navegaciones oceánicas, yo recomiendo hacerlo un día de calma chicha y sin oleaje, y taparse la cara y los ojos con las manos cuando tienes las tijeras delante de la cara. 

Por lo tanto, es mejor en las escalas. Y allí puede hacerse:

1) En  la baño de la marina, igual que te afeitas. Nunca me lo han dicho pero estoy casi seguro que está prohibido, y nunca he visto hacerlo a nadie. 

2) En el pantalán. Esto sí lo he visto, poniendo una silla en el pantalán. A mí no me parece lo mejor, porque obstruyes el paso, ensucias el suelo (suele ser de maderas y se quedan los pelos en las rendijas) y das el espectáculo a los demás amarristas.

3) En el baño del barco. La única ventaja es que allí no te ve nadie, pero el espacio es enano, te mueves mal, se ensucia todo, y si cedes a la tentación de limpiarlo con la ducha o ducharte tú después, corres el peligro de obstruir la bomba del desagüe con los pelos. Y limpiar una bomba de desagüe obstruida es una de las tareas más desagradables de un barco.

4) En la bañera del barco. Es como lo hacemos nosotros. Conviene amarrarse con la proa al pantalán para que te vean menos, y hay que hacerlo un día sin viento para no llenar de pelos a los barcos de al lado. Después de barrer se pasa la manguera, y lo poco que queda se va por el imbornal.

5) Obviamente, los que no son de bolsillo pobre van a una peluquería, igual que van a cenar a un restaurante privándose de uno de los placeres del barco, cenar a bordo a la luz del crepúsculo, que parecen no apreciar.

Con cuidado, navegantes.


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