Normalmente pedíamos en las marinas o en alguna tienda o bar cercanos que nos los guardasen en el congelador hasta el día siguiente. No suelen poner inconvenientes, pero muchas veces llegábamos tarde a puerto y encontrábamos los comercios cerrados, o por el contrario el día siguiente nos íbamos antes de que abrieran, por lo que esta solución no siempre era posible. De hecho, a veces nos olvidábamos los frigolines en el bar de alguna escala, lo que nos obligaba a llevar de repuesto. Su sitio de estiba solía ser la sentina:
La alternativa a los frigolines era comprar cubitos de hielo o pedir hielo a los pesqueros, que nos lo regalaban encantados ya que llevan toneladas a bordo (aunque suele oler a pescado). El inconveniente es que, al calentarse, el hielo se deshace en agua y deja la comida mojada. En las zonas calurosas como Andalucía los cubitos se venden universalmente, hasta en los quioscos, pero en zonas de mayor latitud y clima más frío a veces hay que hacer un gran recorrido hasta encontrarlos. Y a veces ni siquiera los encontrábamos. Una bolsa de 2 Kg. nos solía durar un día.
Cuando no teníamos frigolines ni cubitos de hielo comprábamos en el supermercado alguna bolsa de productos precocinados congelados, que hasta el momento de consumirla daba frío al interior de la caja de porespán y hacía la función de los frigolines. Otra alternativa era comprar cualquier líquido en tetrabrick (leche o zumo) y después de pagarlo pedir que nos lo guardasen en el congelador y recogerlo por la mañana antes de partir. Ese bloque de hielo de un litro o litro y medio hacía la misma función que dos o tres frigolines, y el súper normalmente no puede decirte que no porque ya se lo has pagado. Después, además, consumes el zumo frío. Sólo una vez no nos quisieron congelar un tetrabrick, y nos dijeron que si venía un inspector se les podía caer el pelo por guardar un producto donde no era su sitio.
Para la navegación a Bretaña de 2015 instalamos una neverita eléctrica de camping. Utiliza el efecto Peltier, que consigue 18 ºC por debajo de la temperatura ambiente y carece de termostato. No es como las neveras con compresor que alcanzan 4-8 ºC en cualquier circunstancia. Con las del efecto Peltier si en la cabina hace, por ejemplo, 40 ºC (algo habitual en verano cuando dejas el barco cerrado y al sol) dentro de la neverita sólo se consigue bajar a 22 ºC, pero es mejor que nada. Se conecta a la batería y no usa gas, y nuestro modelo consumía 28 W (2 A/hora). Por eso nuestra idea era enchufarla sólo cuando hubiera mucha insolación y el panel solar estuviera cargando a tope, cuando fuéramos a motor (que también carga la batería) o cuando estuviéramos en una marina conectados a la electricidad del pantalán. Además llevábamos dentro algunos frigolines, de manera que aunque no llegasen a congelarse, sí mantenían el frío dentro de la nevera hasta la siguiente escala.
Aunque el resultado fue positivo, pronto comprobamos que la neverita terminaba por agotar la batería, y que incluso los días más favorables (con mucha insolación y navegando muchas horas a motor, como en los canales de Francia) no podíamos tenerla funcionando las 24 horas. Terminamos usándola sólo a ratos, y por las noches cuando estábamos en una marina con 220 V. Y cuando podíamos, seguíamos congelando los frigolines en las escalas.
Por si eso fuera poco, la nevera cumplió el dicho marinero de que toda mecánica, incluso la más simple, conoce un estado normal, natural, estable, llamado “avería”, y que sólo en algunos casos puede, durante una duración limitada, mantenerse en un estado anormal, antinatural y totalmente inestable llamado “de funcionamiento”. En la navegación a Elba en 2016 la neverita rindió su alma. Uno de los inconvenientes de las navegaciones de crucero es que no puedes detenerte a reparar, porque el precio de una escala prolongada (especialmente el coste de la marina) es mayor que la propia reparación o que el valor de lo que se ha estropeado. Y si la reparación no queda bien, cuando te das cuenta ya estás muy lejos del técnico que te la hizo para reclamarle. Total, que tuvimos que comprar otra, y como la anterior estaba aún en garantía tuvimos que guardarla, estorbando, hasta el final del viaje para repararla en Santander.
La nevera nueva era un poco más grande y consumía 40 W (3 A/hora) por lo que agotaba la batería antes. Y a su vez, en aquella navegación nefasta en que se había embarcado Murphy de polizón, la nueva se estropeó al mes de comprarla. Finalizamos el viaje a Elba sólo con frigolines, y con dos neveras estropeadas estorbando a bordo.
En la vuelta a Francia en 2018 lo que se estropeó fue el fueraborda, y el que nos vimos obligados a comprar era de 6 CV en vez de 8 CV y sin cargador de baterías, o sea que también la vuelta a Francia la acabamos sin nevera y usando los frigolines.
Ante tanta inseguridad, para la vuelta a Italia en el verano de 2020 hemos decidido hacer como si no tuviéramos nevera. Vamos a llevarla a bordo y la utilizaremos exclusivamente en las escalas con electricidad, y el resto del tiempo recurriremos de nuevo a los frigolines, y a alguno de los siguientes trucos:
1) La sentina como fresquera. La sentina sólo está separada del mar por unos milímetros de fibra, por lo que la temperatura es su interior es similar a la del agua del mar. Hemos comprobado en Santander, en el mes de febrero, que la sentina del Corto Maltés se mantiene en torno a 11-15 ºC, sólo un grado por encima de la temperatura del mar, y prácticamente no oscila entre el día y la noche, mientras que la camareta llega a 21ºC. Si el patrón se reproduce en verano, cuando naveguemos por el Mediterráneo, significaría 21 ºC en la sentina (estando el mar a 20 ºC) y 40 ºC en la camareta los días de sol. Es decir, 19 ºC de diferencia, prácticamente la misma que con la nevera de efecto Peltier. Por eso estamos acondicionando la sentina con fiambreras y compartimentos para colocar allí los alimentos más sensibles al calor:
Como la sentina no es un espacio muy limpio sólo colocaremos alimentos envasados, o envueltos en tesafilm, o dentro de las fiambreras. Durante la vuelta a Italia haremos algún comentario cuando comprobemos in situ si esta teoría es cierta o no.
2) Enfriamiento por evaporación. Cuando sentimos frío después de bañarnos es por la evaporación del agua sobre la piel. La evaporación absorbe calor y por lo tanto "genera" frío. Ese mismo proceso puede provocarse artificialmente para enfriar las bebidas. Se mete la botella dentro de un saquito de tela o calcetín blanco, que se mantiene mojado y a la sombra todo el día. La evaporación del agua enfría la botella. Cada pocas horas hay que volver a mojarlo para que el proceso siga. El saquito debe ser blanco, para que no absorba los rayos solares si queda al sol, justo el proceso inverso a cuando queremos que se caliente, que ponemos la botella dentro de un calcetín negro. Este sistema ya lo hemos probado en otras navegaciones, y funciona.
3) Sumergir las bebidas en el mar. Como el mar siempre está más frío que el interior del barco, siempre que podamos, en las escalas, sumergiremos en el mar las bebidas, botellas, etc, dentro de una red colgada por la borda.
Como dijo alguien, hay problemas que son como una enfermedad que te salva la vida. Es así si los abordas positivamente y te ayudan a seguir adelante con más ímpetu, o a dar otra orientación a tu vida. Obviamente se refería a cosas más serias, pero me sirve. Si finalmente llegamos a Venecia en el Corto Maltés y lo hacemos sin nevera, habrá sido un gracioso viaje de ida y vuelta desde que en 2012 dimos la vuelta a España también sin ella.
Con cuidado, navegantes.
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