Hola navegantes.
Esta mañana me desperté oyendo ruidos en el pantalán y al asomarme era la bici. Tanto repetir que en el Mediterráneo no hay mareas, la dejamos amarrada a la guía del pantalán. Al bajar la marea se quedó colgada, y al subir se quedó pillada entre el pantalán y el muro. ¡Pobre criatura, qué trato le estamos dando!. Por lo menos aquí la marea sube y baja 40 cm.
Respecto al fueraborda, el mecánico ha limpiado todo el circuito de la gasolina con una máquina de ultrasonidos y ha puesto una bujía nueva, y aunque ahora arranca sigue calándose en punto muerto, si bien con la marcha metida va flaman. Dice que nunca ha visto nada igual y que puede haber un deterioro en la culata. Así no me da seguridad para afrontar el Ródano contra corriente y luego hacer las 200 millas de canales que nos quedan hasta Narbona. Por eso Ana, que se incorpora mañana a la tripulación, va a traer de Santander 15 kg de recambios de nuestro anterior motor Selva, entre otros el bloque de motor, y veremos si alguien se compromete a cambiarlo. Ahora mismo las dos únicas opciones realistas son esa o volver desde aquí por carretera a Santander. ¡Y yo pensando que con lo del remolque ya había saldado todas mis deudas con el mar!.
Por lo demás la vida aquí en Port San Louis sigue su curso tranquilo esperando mañana la llegada de las chicas. Todos los días hay fiesta en el muelle. Hace un calor asfixiante y por la noche utilizamos todas nuestras armas contra los mosquitos, con un éxito parcial. Echamos tanto insecticida que casi nos damos matarile nosotros mismos. Se nos ha vuelto a pinchar la bici (tercer pinchazo). Hemos comprado los tablones para hacer una cruz en la popa para sujetar palo. Y seguimos utilizando la salita de los marineros, en las horas centrales del día, para huir de la canícula.
Hasta mañana navegantes.
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