Hola navegantes.
El 14 de noviembre os hablé de la desconocida faceta de navegante de John Lennon. Hoy os traigo la de otro famoso, Julio Verne.
Julio Verne nació en Nantes, aunque murió y está enterrado en Amiens. En nuestra navegación a Bretaña remontamos en el Corto Maltés el Río Loire hasta Nantes. Es un río sorprendente, lleno de imágenes alucinantes como una casa construida encima de una chimenea, un velero derretido encima de una esclusa o una casa sumergida por el cauce del río en la que al parecer todavía vive gente:
Y la propia ciudad de Nantes ha sabido reconvertirse de una ciudad industrial a una genialidad del turismo, cuando cayeron en declive sus astilleros:
Lógicamente tiene un monumento a Julio Verne, que nació allí y aparte de su prolífica obra literaria de ficción, quince años antes de morir escribió una autobiografía titulada: “Recuerdos de infancia y juventud” donde desgrana algunas de sus experiencias infantiles en esa ciudad. Allí hay, junto a un jardín pequeño y coqueto, un museo dedicado a él en un chalecito blanco con vistas a la Isla de Nantes, en mitad del río. En el jardín hay un grupo escultórico precioso en bronce, que representa a un marino tomando una altura del sol con el sextante, y detrás un niño sentado en un banco observándole, agarrándose una rodilla, los dos en tamaño natural. El marino es el Capitán Nemo, comandante del submarino Nautilus en la novela “Veinte mil leguas de viaje submarino” y uno de los personajes de “La isla misteriosa”, y el niño es el propio Julio Verne en su infancia nantesa. En mi opinión la obra más bonita de Nantes y la que más me llegó al corazón, por el interés y la admiración con que el niño observa lo que hace el marino.
Suele decirse de Julio Verne que prácticamente no salía de su casa y que todas sus obras son fruto de su imaginación desbocada, pero que no había conocido en carne propia la más mínima aventura. Pero no es así: tuvo tres veleros. En un periodo de 18 años (de 1868 a 1886) navegó con ellos por las aguas de varios mares, y ya cerca de su muerte confesó a una periodista: «Soy un devoto del mar, y no puedo imaginar nada más ideal que la vida de un marinero». Y previamente había puesto en boca del capitán Nemo, su más famoso personaje: «¡El mar lo es todo! Su aliento es puro y sano. Es el inmenso desierto en el que el hombre nunca está solo, pues siente estremecerse la vida en torno suyo. El mar es el vehículo de una sobrenatural y prodigiosa existencia; es movimiento y amor; es el infinito viviente.»
A sus tres veleros los bautizó igual: "Saint Michel", en honor a su único hijo. Pudo ir subiendo de eslora a medida que iba ganando dinero con sus libros. El "Saint Michel I" era un barco de diseño tradicional de madera, de 9 metros de eslora y 2,5 de manga, y se lo entregaron a principios de 1868. Como Julio no sabía navegar contrató dos oficiales como tripulación, y el resto eran el propio Julio y su hijo Michel. Con este barquito navegaron hasta Inglaterra y España. En 1870, durante la guerra franco-prusiana, fue confiscado como guardacostas.
El "Saint Michel II" fue botado en abril de 1876. Era de 13 metros de eslora y 4 de manga. Julio estaba entonces agobiado por el trabajo literario y pudo disfrutar poco de él. No obstante, en el año y medio que fue su propietario hizo travesías más largas que con el primero, llegando a Escocia, Escandinavia y Alemania. En la foto, una réplica moderna del "Saint Michel II":
El "Saint Michel III" lo adquirió en 1877 de segunda mano. Julio quería probar las travesías oceánicas y eligió un velero mucho más grande. Le costó 55.000 francos, pagando la mitad al contado gracias a la venta del "Saint Michel II" y el resto en un año.
El "Saint Michel III" desplazaba ya 38 toneladas y tenía 31 metros de eslora por 4,5 de manga. Funcionaba a vela y a vapor y tenía varios camarotes muy confortables para sus invitados. Ya necesitaba una tripulación de 10 hombres, entre marineros, mecánicos y un cocinero. En 1878 navegó con él hasta Argel, con escalas en Vigo (donde entró obligado por uno de los temporales de olas indisciplinadas típico de Galicia) Lisboa, Cádiz, Tánger, Gibraltar, Málaga, Tetuán y Argel. Como ya era conocido como escritor, se le recibía en los puertos como a una eminencia.
La escala en Vigo es curiosa porque está muy bien referenciada en el blog de Juan A. Oliveira (Clic aquí) que reproduce hasta los apuntes de Julio y sus acompañantes en el cuaderno de bitácora, donde describen la Celebración de la Reconquista, una verbena, la procesión del Cristo de la Victoria, una recepción en el casino, una excursión por la ría con salvas de cañón, y otros actos sociales a los que fueron invitados.
En 1879 navegó a Inglaterra y Escocia, en 1880 a Irlanda, Escocia y
Noruega, y en 1881 a los Países Bajos, Alemania y Dinamarca. Y en el
verano de 1884 realizó la navegación más larga, y más satisfactoria,
pues le acompañaron su mujer y su hijo, recorriendo el
Mediterráneo visitando Argel, Malta, Italia y otros lugares. En este viaje volvió a recalar en Vigo y también obligado, esta vez por una avería en la caldera que le retuvo cuatro días. Julio siguió anotando en su cuaderno los detalles de la escala, y para que veáis su minuciosidad, hasta el precio del café que se tomó en la Plaza de la Constitución. En la siguiente foto, los viajes de Julio Verne en sus veleros.
Desde finales de 1885 se vio aquejado por múltiples problemas financieros, entre ellos la disminución en las ventas de sus novelas, los derroches de su mujer en fiestas sociales, el mantenimiento de la primera esposa de su hijo Michel y el pago de sus deudas, y el excesivo gasto de mantener el barco con diez hombres de tripulación. Por ello lo vendió 1886 por la mitad de su valor al príncipe Nicolás de Montenegro, que lo rebautizó "Sybila".
Por lo tanto no recordéis a Julio Verne recluido en una habitación escribiendo lo que se inventaba, sino como a un marino aficionado que reflejaba en sus libros algunas de las experiencias que había vivido realmente navegando. Alguien de los que cuando les preguntan cuál ha sido la experiencia más emocionante de su vida tienen algo que contestar distinto de "cuando no me aceptaron la tarjeta en El Corte Inglés".
Con cuidado, navegantes.
Gracias por recordarnos que Verne tenía sus barcos. El último lo compró el rey de Montenegro (cuando lo compró era príncipe) y lo llamó Sibila. Ya tenía antes un barco pequeño con este nombre. Después lo vendió en Triste y cambiaron su nombre de nuevo. Sokol (halcón en croata). Y después lo compró un croata y lo llamo Toto. Con la guerra se perdieron los archivos y no sabemos cómo y dónde terminó este barco.
ResponderEliminarUn saludo
Milo
Gracias por compartir esta historia,
ResponderEliminarpersonalmente la desconocía completamente.
Es difícil entender que todo lo que escribió, fue idea de su imaginación encerrado en casa, “pues de la nada , nada sale “
Un cordial saludo.
Jack London también tuvo un barco propio llamado Snark y viajó con su mujer por el Pacífico durante dos años donde casi mueren de enfermedades tropicales.
ResponderEliminarGracias, chicos.
ResponderEliminarNacho, es verdad lo de Jack London, pero su viaje no es desconocido sino que lo publicó en un libro, "El crucero del Snark". Salió para dar la vuelta al mundo con su mujer y una tripulación profesional, en un velero de 18 metros de eslora. Tuvieron que abandonar a los dos años por una enfermedad tropical, el "Pian", que casi les cuesta la vida. En aquella época se consideraba un tributo inevitable a pagar al recalar en las Islas Salomón. Salían úlceras que se convertían en diviesos, con una mortalidad entre los blancos de casi en 20%. Hoy en día se trata con una dosis única de un antibiótico.
Un saludo