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jueves, 15 de abril de 2021

Confinados en el velero por el Covid.

 Traducido de Voiles et Voiliers.

El confinamiento en Francia ha vuelto a bloquear a los navegantes en los puertos, como el año pasado. Este es el caso de la familia de Yorick y Vanessa Maguin, que habían iniciado un viaje en velero por Francia. Están de escala obligada en Les Sables-d'Olonne, donde improvisan una vida cotidiana inesperada con sus dos hijos pequeños, Lou (3 años) y Peyo (18 meses). Cuentan cómo viven esta escala obligada a bordo de su velero, en el puerto.

Voiles et Voiliers: ¿Cómo acabasteis confinados en vuestro barco en Les Sables-d'Olonne?

Vanessa: Llevábamos poco más de un año viviendo en nuestro barco y habíamos decidido dar una vuelta a Francia desde Lorient, con el fin de difundir el mensaje de nuestra asociación en las escalas (su asociación "Horizontes" se dedica a crear conciencia sobre el medio ambiente y estudiar el impacto de la actividad humana en los océanos) que habíamos programado de 3-4 días. Pero en nuestra cuarta etapa, llegando a las 19.00 horas a Les Sables-d'Olonne tras zarpar desde la Isla de Yeu, unos amigos nos llamaron para preguntarnos cómo nos íbamos a organizar para este nuevo confinamiento. Aunque no fue una sorpresa, habíamos recorrido un largo camino (más o menos la mitad de la fachada atlántica de Francia) y tuvimos que decidir rápidamente qué íbamos a hacer, sin pensarlo mucho. Al día siguiente nos acercamos a la capitanía para ver primero si podíamos quedarnos, si seguían funcionando todos los servicios portuarios, en particular los aseos, etc. Nos encontraron un buen amarre y eso jugó un papel en nuestra decisión, ya que nuestro descenso desde Lorient se había realizado en ceñida con mucho viento. Este acababa de rolar, por lo que si volviéramos a Lorient iba a ser otra vez difícil y ciñendo. Realmente no queríamos… Y luego no conocíamos Les Sables-d'Olonne y decidimos aprovechar este mes de encierro para conocer la ciudad, sin retroceder.

Voiles et Voiliers: Pero una estancia tan imprevista no es baladí con dos niños pequeños ... ¿Cómo organizáis vuestra vida en el puerto?

Vanessa: En primer lugar, nos alegramos de llegar después de todo ese tiempo incómodo ciñendo contra el viento. Es realmente cómodo estar en el puerto. Nos tomamos nuestro descanso. A nivel organizativo, quiero decir que afortunadamente hace buen tiempo, porque en cuanto llega la lluvia las cosas se complican mucho con los niños pequeños. La vida en los pantalanes es un montón de paseos, una vida en el exterior. Llevamos bien el confinamiento porque nos movemos a pie. El límite de los 10 kilómetros es más que suficiente para nosotros (nota: en Francia no pueden alejarse más de 10 km de su domicilio). Lo mismo ocurre con los niños, que se han acostumbrado a que el barco sea su hogar. Peyo ha estado viviendo en él desde que tenía 6 meses y Lou también ha sido amarinada desde una edad temprana. Y ya hemos conocido a otras parejas que viven en el puerto con sus hijos.

Yorick: nuestra hija Lou ha hecho amigos, lo que no es habitual cuando nuestras escalas se limitan a unos pocos días. Nuestro vuelta a Francia nos había proporcionado hasta entonces escalas mucho más cortas. Esto nos permite conocer gente, que les dé tiempo a los niños para hacer amigos. Y yo puedo hacer bricolajes en el barco, los que no tuve tiempo de hacer antes de la salida. Hemos podido barnizar, reparar la capota... Esta pausa nos deja un poco de tiempo para preparar el barco y nuestra aventura. Nos permite ser más meticulosos.

Voiles et Voiliers: ¿Cómo es un día típico a bordo?

Vanessa: Nuestro Océanis 390 (12 metros) tiene 3 cabinas, por lo que cada uno tiene la suya. Está la cabina de los padres en proa y las cabinas de los niños en popa. También disponemos de un gran salón, muy luminoso porque hemos cambiado todas nuestras ventanas. El barco tiene 4 metros de manga... 

 


 En resumen, vivimos en un ambiente confortable, lo que significa que tendemos a vaguear por la mañana. Difícil empezar el día antes de las 10 de la mañana. Suele ser Yorick quien pone la lavadora lo primero. Para contaminar menos usamos pañales lavables con nuestros hijos. Por eso hay que ponerla todos los días. 

 

 Luego viene el momento de leerle a nuestra hija Lou, a quien doy clase en el barco. A continuación viene pelar las verduras, alternando con las compras que hacemos con mucha asiduidad en el mercado de Arago, que es un buen paseo con los niños. Después del almuerzo, mientras los niños duermen una siesta de 14 a 16 h, aprovechamos para trabajar en nuestra asociación. A partir de las 16 volvemos a pasear. En resumen, hacemos cosas relativamente simples y, sobre todo, ¡nos tomamos nuestro tiempo!. 

Eso es lo que queríamos hacer cuando decidimos cambiar nuestras vidas, por lo que dejamos nuestros respectivos trabajos, por prometedores que fueran, vendimos nuestro apartamento y decidimos vivir en un barco. Cuando nos embarcamos en esta aventura teníamos un poco de miedo de perder calidad de vida, lo que no ha ocurrido en absoluto. Por supuesto, consumimos de manera diferente, pero nos alimentamos de los encuentros con las personas que nos permite esta liberación de tiempo. Estos encuentros habrían sido imposibles en nuestra vida de antes, que era un poco de "metro, trabajo, cama". A menudo volvíamos a casa por la noche tan cansados ​​sin ni siquiera teníamos ganas de hablar con nuestro vecino ...

Hasta aquí la entrevista. La he traído a colación porque creo que ese debe ser el espíritu, dar más valor al tiempo libre que a las otras cosas que los franceses resumen en la expresión "métro, boulot, dodo" (metro, trabajo, dormir), para referirse a aquellos que viven sólo para coger el metro para ir al trabajo, y de vuelta por la tarde al metro para llegar a casa a dormir.

 No obstante hay que reconocer que la situación de esta familia es especial, como bien han explicado, y que disfrutan de un barco especialmente grande y cómodo. Si a mí me confinan un mes en los 2-3 metros habitables del Corto Maltés durante la vuelta a Italia, sin poder alejarme más de 10 km, creo que no sobrevivo al confinamiento.

Con cuidado, navegantes.

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