Hola navegantes.
Parece raro hablar de bicis en un blog de náutica, pero ya veréis. En nuestras primeras navegaciones no llevábamos bicis, y los paseos para ir a la compra, y especialmente a por gasolina, eran una locura. Muchos puertos de mar son como una gran cantidad de nada en medio de ninguna parte, alejados del centro de las ciudades, y el paseo al supermercado o a la gasolinera a veces es de varios kilómetros y teniendo que volver cargado. Se pierde la tarde en eso.
En la vuelta a España llevábamos una sola bici plegable, y en las escalas teníamos que turnárnosla Luis y yo para ir a los recados o a conocer las ciudades, y quedar a media tarde para intercambiarla. Nos hubiera gustado llevar dos, pero en aquel momento lo consideramos imposible en un barco tan pequeño. La usábamos muchísimo, tanto para hacer los recados como por gusto para hacer deporte en las pistas paralelas al Canal de Midi. Dentro de los recados fue de especial utilidad para encontrar las gasolineras, pues cuando en un puerto el surtidor sólo servía gasoil debíamos buscar una de carretera, que habitualmente están en las afueras, para la gasolina de nuestro fueraborda. En el Canal de Midi nos sirvió además para acelerar el tránsito por las esclusas (uno se adelantaba con la bici para tener la esclusa abierta) y en las ciudades que visitábamos para hacer más ágil la visita. Pero en toda la vuelta a España estuvimos lamentándonos de no tener dos.
Más adelante conseguimos dos bicis Boomerang, de lo más pequeño del mercado, con ruedas de 14 ‘’. Sólo admiten pasajeros de hasta 70 Kg. y son tan pequeñas que tienen el centro de gravedad muy detrás y si arrancas con fuerza o llevas una mochila pesada la rueda de delante se levanta. No tienen cambios de marchas. Las bicis parecen de las de circo pero son para adultos, aunque por la calle se ríen de nosotros.
En la foto anterior llevo la compra en el saco de velas, y en la caja la neverita nueva que tuvimos que comprar en la navegación a Elba. Para estibarlas tengo la suerte del gran cofre de la bañera del Tonic 23, inaudito para un barco de su talla. Allí llevamos las bicis cuando navegamos a vela:
En modo fluvial, por los ríos y canales que hay que desarbolar, las llevamos en cubierta, amarradas al palo. Primero porque el tambucho se llena con las velas y la cabullería, y segundo porque se usan mucho y son más fáciles de bajar en las escalas:
El inconveniente es que en la cubierta hay que candarlas, porque son muy tentadoras para los amigos de lo ajeno. De hecho, en la vuelta a Francia nos las intentaron robar en Amiens. Era la noche del sábado, y entre eso y que había habido un espectáculo de luz y sonido en la Catedral, la calle estuvo abarrotada de gente hasta altas horas de la madrugada. Como el atraque estaba en pleno centro, como todos los fluviales, estuvimos notando el trasiego de personas a nuestro lado mientras intentábamos conciliar el sueño. De madrugada sentimos una conversación furtiva junto al barco y después que alguien se subía. David salió a ver qué pasaba y pilló a dos chicos, uno a bordo y el otro en el muelle, a punto de robarnos las bicis, que sólo estaban sujetas con un pulpo puesto que estábamos nosotros dentro. Debían haber estado mirándolas, pensando cómo sacarlas, y deduciendo si había alguien a bordo o no. Como estábamos durmiendo y con el tambucho cerrado, los cabeza de chorlito debieron pensar que el barco estaba vacío y les salió la pillería. Al ver asomar a David salieron corriendo como alma que lleva el diablo y desaparecieron entre la multitud en pocos segundos.
Para las navegaciones de crucero yo considero más importantes las bicis que, por ejemplo, unas velas de repuesto u otras cosas que abultan lo mismo (no sé, un toldo, un anexo neumático...). Un problema de las nuestras es que son para un peso se pasajero determinado (70 Kg) y les fallan mucho las ruedas (pinchazos y rotura de radios). Su pequeño diámetro hace que tengan sólo 20 radios en vez de 32, con lo que se sobrecargan más, y por la estructura de la bici cargas el peso sólo en la rueda de atrás en vez de entre la de delante y la de atrás. De hecho uno de los purgatorios de nuestras navegaciones es el arreglo de las bicis, y siempre cargamos con una bolsa de herramientas que incluye radios y cámaras de repuesto y kit antipinchazos.
De hecho, en la misma vuelta a Francia las herramientas nos supusieron un inconveniente en París. Llegamos en pleno agosto por el Río Sena. Hacía un calor de derretirlo todo, y los monumentos tenían unas colas al sol de dos, tres o cuatro horas, con grupos organizados de esos con un guía con banderita. Pronto decidimos no esperarlas, pero es que cuando vimos una iglesia que tenía poca cola nos pasó lo siguiente. Tenía un control de seguridad como los aeropuertos (toda Francia estaba como tomada por el ejército, con soldados patrullando y avisos en los sitios públicos de cómo reconocer una amenaza terrorista y cómo comportarse) debido a los atentados integristas de atropellos con coche de la multitud. En los Rayos X vieron que llevaba en la mochila las herramientas de la bici, y me dijeron que con “eso” no podía pasar. Al preguntarle si tenían una consigna donde dejarlo la respuesta fue negativa. La única solución era volver a la calle, buscar una consigna, y regresa sin la mochila. Parecía que quería hacerme una burla, pero por desgracia era verdad.
Fue la gota que colmó el vaso y decidimos no quedarnos por allí mucho tiempo. Ya volveríamos a París en otra ocasión con más tranquilidad y en temporada baja. No obstante el “rodeo” de 250 kilómetros que habíamos dado para llegar a París saliéndonos de la ruta directa a Lyon nos había merecido la pena.
Un saludo.
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