Hola navegantes.
Ayer fue también un día larguísimo. Salimos del Royan a las seis de la mañana porque teníamos que estar en la salida del estuario a las nueve y media con la pleamar. En las desembocaduras de los ríos lo más peligroso es cuando se enfrenta la fuerza de la marea y el agua que baja por el río con las olas del mar en dirección contraria, y eso suele ocurrir durante la marea vaciante, o sea, cuando baja. Por eso hay que estar en la desembocadura cuando la marea está terminando de subir o parada en pleamar. Pero claro, eso te obliga a llegar a la desembocadura luchando contra la marea que sube y te pilla de frente. Y en la desembocadura del Garona desde Royan son nada menos que 18 millas. Y nos las chupamos en 3 horas de motor al máximo y por suerte con un poco de ayuda de las velas porque había algo de viento. A pesar de ello una experiencia enervante, porque si no hubiéramos llegado y hubiera empezado a bajar la marea nos habríamos encontrado con las rompientes de frente, como nos paso en la vuelta a España en la salida del Guadalquivir.
En esas 3 horas daba pena oír trabajar al pequeño fueraborda Selva de 8 caballos acelerado a tope, como nunca le llevo, vibrando y queriendo salirse del agua en los bordos amurados a estribor, en que la escora del barco tiende a sacarle. Tuve que hacer como los regateros, redistribuir el peso de los objetos pesados del barco, como los depósitos de agua, para llevarlos a estribor y que evitasen la escora exagerada.
Pero lo conseguimos y salimos del estuario justo en el momento de la pleamar. Pero después de esas 18 millas de infarto nos quedaban aún 35 hasta La Rochelle. Eso en línea recta, porque con los bordos al final han sido 59. La primera mitad de la travesía el viento estaba muy flojo y necesitamos ayudarnos con el motor, pero a partir del mediodía salió el anunciado viento del noroeste y pudimos navegar en silencio. Y no sólo eso, al pasar la punta norte de la isla de Oleron nos agarró la corriente de marea hacia la Rochelle y navegamos sólo con las velas a más de 7 nudos, algo inaudito en este viaje. El que no se lo crea que mire la foto del GPS. Si la vela fuera siempre así no existirían las motoras.
El cabo norte de la isla de Oleron tiene un faro con las características rayas negras y blancas para distinguirlo del de la isla de Ré, y más al Norte una torre en mitad del mar, marcando un bajo rocoso, con los colores de la cardinal norte (negro sobre amarillo). Pues alrededor de la torre hay nada menos que 4 o 5 naufragios, algunos con los palos asomando del agua, que dan muy malos augurios. Y es que el cabo esta rodeado de bajos fondos que producen olas rompientes hasta una milla mar adentro. Nosotros ya lo sabíamos y a pesar de eso nos sorprendió verlas tan lejos de la costa y nos obligó a cambiar el rumbo previsto para no correr riesgos.
Llegando a la Rochelle nos cruzamos con su famosa cabaña sobre pilotes y con el faro Richelieu, pintado de rojo y que en realidades es la primera baliza roja del canal de entrada. Por VHF pedimos plaza de atraque, a poder ser en el puerto viejo, en pleno centro de la ciudad y tras pasar las famosas torres medievales. Para nuestra sorpresa nos dijeron que si. Ventajas de los barcos pequeños. El canal esta dragado a 80 cm y el puerto a 1 metro y los barcos grandes deben quedarse en el puerto de Minimes, antes de la Rochelle a estribor. Vamos a estar 3 días de lujo porque la tercera noche es gratis, y como pensábamos ir a la isla de Ré, que esta unida por un puente, iremos con las bicis vez de con el barco.
En la entrada a la Rochelle había traineras entrenando ynos sorprendió que el timonel iba como en una sillón con mucho respaldo. …¡son los chalecos salvavidas para toda la tripulación!.
Hoy y mañana nos quedamos en la Rochelle y el 25 seguimos hacia el norte.
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