Hola navegantes.
El primer mar interior que visitaremos este verano al llegar al Mediterráneo será el Étang de Leucate. Está más al Sur de nuestra salida por el canal de Midi, o sea que veréis al Corto Maltés dirigirse al Sur como si nos hubiéramos equivocado de camino. Después tendremos que desandar ese tramo de costa para dirigirnos a los siguientes destinos.
Como os dije, mide unos 13 x 5 km y consta de dos cubetas, la del Norte con una profundidad de 1 metro y la del Sur de 2 metros, unidas por un canal que cala 3,7 metros. Como veis, sólo accesible con veleros pequeños. Nosotros la recorreremos con la orza subida, así el barco sólo cala 70 cm. Es como una laguna de color azul topacio donde se reflejan los heleros y las cumbres nevadas de los Pirineos:
Desde 1963 la laguna se dedica a la pesca y el marisqueo, y con esa profundidad no recibe muchos navegantes. Tiene una
gran diversidad de hábitats naturales (prados de
sal, dunas, etc.) que albergan especies vegetales y animales notables, y dos islotes. Desde 2017 está declarado "sitio Ramsar" (humedal de importancia internacional).
Está separado del Mediterráneo por un estrecho cordón dunar, y al explorarlo con el Google Maps te llevas la sorpresa de ver un mercante varado bastante en el interior de la playa:

Como el Mediterráneo no tiene mareas, es imposible que ese barcarrón haya varado tan arriba. Claro, lo pusieron allí adrede. Es el "Lydia", y tiene una historia curiosísima. Construido en 1931 con el nombre de "Moonta" en Copenhage, medía 90,83 metros de eslora, 13,41 metros de manga y 4,60 metros de
calado. Sus motores diésel le daban una velocidad máxima de 13 nudos.

Prestó servicio de transporte de pasajeros primero en Australia y luego en el Mediterráneo. En la siguiente foto, un anuncio de los viajes del Moonta en Australia:

En 1966 terminó su vida útil y en vez de desguazarlo fue adquirido por la comunidad de Barcarès para un proyecto original de relanzamiento turístico de esa zona, promovido por el gobierno de De Gaulle. Se trataba de incrustarlo en mitad de una playa, para lo que hubo que excavar un canal faraónico de 750 metros de largo y 7 de profundidad por unas dragas flotantes, y meterlo hasta el fondo de aquella tumba con ayuda de remolcadores y al final haciéndolo rodar sobre unos rulos de aire gigantescos. Para eso primero le quitaron en Marsella los motores y las hélices, y finalmente el 11 de junio de 1967 terminó allí su último viaje. Luego el viento tardó 3 semanas en llenar de arena la cuenca artificial y en dejar el barco firmemente inmovilizado en su lecho de arena. El remolque y la posterior colmatación con arena que dejó el barco en seco fue una atracción turística en sí misma, motivando miles de visitas a la playa. El la foto, el Lydia entrando en su tumba de arena:

Y en la siguientes, ya de cuerpo presente en la arena con los distintos aspectos que ha tenido en estos años:

Porque el barco ha sido restaurante, hotel, casino, sala de fiestas, etc, y en cada nuevo uso se le cambiaba la pintura y la decoración, aunque ahora me parece que está cerrado. Lo que no le han podido cambiar es su eterno aspecto estático como los personajes de los abanicos japoneses. Si tuviera alma seguro que no estaba contenta con ese mar de arena sin una sola ola. Ojalá podamos visitarlo porque es un hecho insólito, la única vez en la historia que un barco mercante se ha varado a propósito en el interior de una playa.
Hasta se han rodado tres películas en él. Aquí podéis leer su historia detallada:
Clic aquí.
Y aquí dos reportajes de la época, detallando con imágenes todo el proceso de su varada. Algo impresionante con los medios de la época, y con el mistral que dificultaba las operaciones:
Clic aquí.
Y aquí.
Con cuidado, navegantes.