Hola navegantes.
En una entrada anterior os conté la historia de Serge Testa, que dio la vuelta al mundo en un velero de 3,6 metros de eslora (sí, tres coma seis, no treinta y seis) naturalmente en solitario porque a bordo no cabían dos:
Os recomiendo volver a leerlo, aunque contar su historia en la entrada de un blog es como querer resumir la biblia en dos folios. Su récord entró en el libro Guinness de los récords y aún no ha sido igualado ni mejorado.
Posteriormente construyó otro barco más grande, con el que dio una segunda vuelta al mundo con su pareja. La primera le había sabido a poco, y además, como salió y volvió a Australia y allí le esperaba su chica, la parte más bonita (las islas del Pacífico) la hizo a toda prisa y los más hermosos puertos le servían sólo de trampolín para volver a casa antes. Y finalmente se construyó un catamarán, donde vive actualmente comprobando a diario que son los Continentes los que rodean al mar y no a la inversa.
Aunque no nos conocemos personalmente yo he mantenido una discreta correspondencia con él, y resulta que en abril va a viajar por el Norte de España, y a lo mejor nos encontramos. Si es así le pediré permiso para presentároslo en este blog. Mientras tanto aquí va mi homenaje al héroe, la dibufirma de aquél velerito, el Acrohc Australis, que ahora está en un museo:
(El canguro de la proa se lo pintó un astillero de Durban que le donó gratuitamente la patente).
Con cuidado, navegantes.
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