Hola navegantes.
Finalmente llegó el 15 de febrero, día mundial contra el cáncer infantil. Ya hay tantos "días mundiales contra..." que cada día del año se celebra más de uno, y a fuerza de repetirlos dejan de sensibilizarnos. Espero que con el cáncer infantil no ocurra esto.
Desde el comienzo de mi actividad profesional he conocido de cerca (como cualquier médico) el sufrimiento humano provocado por las más variadas enfermedades, y al reflexionar más allá de los dilemas diagnósticos o terapéuticos de cada paciente siempre quedaba sin respuesta la dolorosa pregunta del por qué de ese sufrimiento. Esa pregunta es especialmente cruel en el caso de los niños, provocando en casos extremos la más inimaginable injusticia de abocar a su muerte tras un proceso largo y doloroso, como por ejemplo el cáncer. Algo que nos interpela hasta sobre las creencias más profundas. Desde entonces el tiempo se ha sumado al tiempo y sigo sin tener una respuesta.
Aunque afortunadamente en muchos casos el cáncer pediátrico llega a curarse (globalmente el 70%) lo hace a costa de un largo periodo de lucha en que sufre la integridad física y psicológica del niño y de su familia, que deja secuelas físicas y psicológicas, y la amenaza de una recaída o de un segundo tumor inducido por el tratamiento. Por eso pienso que a pesar de la curación la medicina queda en deuda con estos niños. La victoria contra el cáncer se siente en el aire, y dentro de unos años, cuando se conozca su causa, sufriremos la vergüenza de haber administrado tratamientos tan agresivos cuando carecíamos de tratamientos dirigidos contra la causa de la enfermedad y nos teníamos que limitar a destruir sus células.
Pero no sólo la medicina queda en deuda con ellos. La sociedad también, pues el cáncer pediátrico está aumentando su incidencia el 1.5% cada año desde hace 30 años, lo que sin duda se debe a nuestra forma de vida consumista y contaminante. Estas reflexiones me rondaron siempre la cabeza en mi trabajo profesional, especialmente cuando me tocó vivir alguna tragedia de forma más cercana.
Por eso os invito a que colaboréis contra esta lacra apoyando a alguna de las asociaciones que ya luchan contra ella, y especialmente haciéndoos donantes de médula ósea. Un gesto generoso que puede daros la satisfacción de salvar alguna vida.
Con cuidado, navegantes.
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