Hola navegantes.
Algunos veleros no es que rocen, es que entran de lleno en lo descomunal. Como ejemplo esta navegante con los ojos de color nomeolvides, Elizabeth Meyer, que se fotografió dentro del mástil del "Endeavour":
El "Endeavour" es un velero de clase “J” diseñado en 1930 por Camper y Charles Nicholson, que había participado en
la Copa América de 1934. La Copa la perdió por una huelga de su tripulación, que obligó a contratar una de sustitución que no conocía tan bien el barco.
A partir de entonces su historia fue muy triste, como la de muchos otros de estos colosos que son tan carísimos de mantener. En 1937, siendo remolcado a Gran Bretaña, se soltó de su remolque y se creyó perdido. Una vez recuperado se devolvió a Inglaterra donde pasó de propietario en propietario hasta que se fue debilitando, tras pasar incluso por un hundimiento en 1970 en la isla de Wight. Reflotado, durante la década de los 80 fue abandonado, quedando reducido al casco, sin mástil, timón ni quilla, en un aspecto lastimoso.
En 1984 Elizabeth lo compró y comenzó un período de reconstrucción de cinco años en que se le dotó de nueva cubierta, aparejo e interiores. La restauración la empezó en Southampton, donde los dos primeros años se dedicaron a consolidar el casco de acero. Pero tuvo problemas de aduanas para importar de EEUU algunos elementos, y ni corta ni perezosa trasladó el casco a los Países Bajos, donde terminó la restauración. A partir de 1989 volvió a navegar, y actualmente puede alojar a ocho invitados y cuatro tripulantes. Aquí le vemos en una navegación por Palma de Mallorca:
Con una eslora de 39,56 metros y 6,71 de manga por 4,50 de calado dicen que es uno de los veleros más bellos de la historia. Tiene un desplazamiento de 147 toneladas y su aparejo es de 710 metros cuadrados de vela. El mástil dentro del que se fotografió Elizabeth mide 52 metros, ¡como un edificio de 17 pisos!. En 2015 se puso a la venta por 19.950.000 euros. Unas dimensiones y un precio que te suspenden el entendimiento tanto o más que los ojos de la protagonista. No me extraña que con esas dimensiones les cueste tanto decidirse a desarbolar.
Y por cierto, los humanos no son los únicos seres vivos que se meten dentro de los mástiles. Hay velerías en Tailandia que almacenan los mástiles en el exterior, cerca de la selva, y cada vez que van a trabajar con uno tienen que mirar que no haya serpientes venenosas en el interior.
Con cuidado, navegantes.
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