Hola navegantes.
La navegación a Londres ha estado marcada, por desgracia, por la deserción de un tripulante en su primer día de navegación, igual que la de la Isla de Elba lo estuvo por el accidente con el remolque por carretera. En ambos casos el incidente estuvo a punto de hacer fracasar el proyecto, con la diferencia de que lo del remolque fue un accidente mientras que la deserción fue un acto voluntario e injustificado, sabiendo el daño que se podía hacer a la culminación del proyecto y a los demás participantes. Esta deserción me hizo pensar mucho durante todo el verano en cómo organizo mis navegaciones, por la noche la inquietud bailaba alrededor de mi cama y no me dejaba dormir, y me fastidió el disfrute de la segunda mitad del viaje.
Los que no entienden mi gigantesca decepción creo que es porque no se ponen en mi lugar, o tal vez nunca han preparado una navegación de este calibre. Porque ir de Santander a Londres no es una navegadita de fin de semana. En otro foro me han dicho que he sido muy reiterativo con la deserción de "BC", e invirtiendo la carga de la prueba incluso he tenido que leer (literal): "algo has hecho mal cuando un tripulante se te ha ido" o "da la sensación de excesiva responsabilidad enchufada a un invitado".
Para comprenderlo deberían imaginar uno de sus mejores proyectos, personales o profesionales, al que hubieran dedicado meses de preparación y toda su ilusión, echado a perder por la decisión arbitraria y precipitada de un colaborador en su primer día de trabajo. Y que, por si fuera poco, dejase en el paro a los demás colaboradores con los que tenían un compromiso. Y que además ese "colaborador" que abandona se hubiera integrado al proyecto deshaciéndose en halagos al mismo y casi de favor, sin cobrarle nada, y presumiendo orgulloso de su participación.
Para que esté todo claro, los que me acompañan como tripulantes no me pagan nada, sólo comparten los gastos corrientes (comida, gasolina, marinas...) corriendo los gastos extraordinarios, como la avería del motor o la rotura de una vela, sólo por mi cuenta. Pero obviamente no son "invitados", son tripulantes a todos los efectos. Aunque no les pido un título, tienen que saber navegar a vela y están informados de que tendrán que hacerse cargo del velero cuando yo no esté de guardia o me vaya a dormir, incluso en navegaciones nocturnas.
Esos tripulantes los elijo por nuestra amistad previa, pero a veces la primera vez que me acompañan sólo les conozco por Internet. No firmamos ningún contrato, me fio totalmente de su palabra y su compromiso para las fechas que eligen, incluso sin conocerles, y no les pido que adelanten ninguna cantidad. Todos saben perfectamente que hay unos embarques encadenados de otros tripulantes, que les envío en un Excel unos meses antes de la partida, y que el fallo de uno de ellos desencadena la anulación de las vacaciones y los billetes de avión de todos los que le siguen. Por supuesto no tendría nada que decir a una retirada por una desgracia familiar o una enfermedad importante, ¡pero por un mareo!. Tal vez esta excesiva confianza sea la causa de lo que pasó con "BC". Me dejó tirado a más de mil kilómetros de Santander porque se mareó, y se marchó sin ninguna consecuencia para él.
En la foto el Corto Maltés en Granville, el puerto de la desolación (al fondo podéis ver la entrada al puerto seca en bajamar) y el anuncio que puse en el tablón de la capitanía buscando un tripulante que me acompañase a Dover (Douvres en francés):
La parte positiva fue comprobar que sigue habiendo personas buenas dispuestas a meterse en una aventura por ayudarte. Fue el caso de quien sustituyó a "BC", Luis Palma, que respondió "presente" conociéndome sólo de oídas, y en poco más de 48 horas estaba a bordo, habiendo tenido que sacarse el pasaporte y los billetes de avión y de tren para llegar a Granville desde España. Gracias, Luis. Gente como tú me devuelve la confianza en el género humano, y me hace pensarme dos veces la alternativa de endurecer las condiciones para acompañarme, poniéndome borde y cobrando una parte de los gastos por adelantado, lo que me parecería horrible.
Aparte de este incidente, que casi monopolizó mis reflexiones en la segunda mitad del viaje, puedo decir que la experiencia ha sido muy positiva. El viaje no ha tenido tantas sorpresas y descubrimientos como los anteriores porque una gran parte del recorrido ya lo conocía de navegaciones previas. A decir verdad, lo único nuevo han sido los canales de Bretaña, el cruce del Canal de la Mancha y el Río Támesis hasta Londres. La recalada en puertos ya conocidos le quita emoción pero le añade seguridad, y tiene el aliciente de compararlos con las visitas anteriores. Y aunque intentaba recalar en los que no conocía, por la novedad, muchas veces no era práctico porque solemos buscar los puertos de aguas profundas (los que no dependen de la marea para entrar, y no se secan) y eso lo hacía igual en las navegaciones anteriores. O sea que muchas etapas eran iguales que las de la vuelta a Francia o las navegaciones previas por Bretaña o Las Landas. Aún así mereció la pena, y siempre es mejor que repetir hasta la saciedad los mismos trayectos en el entorno de tu puerto base.
Estos meses de vagabundeo náutico te rejuvenecen el alma, y son un antídoto contra la rutina cuando tu vida en tierra parece que transcurre como por una ranura. Las largas horas de convivencia con tus tripulantes fomentan las
confidencias, con conversaciones que raramente se tienen en tierra. Las separaciones temporales de tu pareja son duras al principio, cuando sales de tu zona de confort, pero se compensan con los reencuentros periódicos, en sitios tan alejados y sorprendentes desde el barco, y en circunstancias tan atípicas. Cada día añade incertidumbres y sorpresas, y eso renueva la relación.
Y lo mismo puede decirse del resto de la familia y los amigos, a los que pones en un paréntesis de unos cuantos meses y vuelves a ver en el otoño. Aunque por ser sincero, con honrosas excepciones en general les importa poco lo que has hecho en ese tiempo, y predomina el desinterés por las anécdotas o las conclusiones de la experiencia. Cuesta acostumbrarse a que les interese más a los desconocidos que te siguen en el blog que a tu familia, pero es una percepción que me han transmitido muchos navegantes. Se ve que el mundillo náutico sólo nos interesa a los que navegamos. Aunque a lo mejor es el signo de los tiempos, en que nadie hila una conversación medianamente larga que no tenga relación directa con lo suyo.
Con cuidado, navegantes.
Me llama la atención ver esa reflexión por escrito... Sí, yo ya había tenido esa sensación antes, pero nunca la había compartido con nadie, excepto con la Almiranta, que también navega.
ResponderEliminarEs paradójico que sean los que aparentemente están más alejados de uno los que mayor interés pueden tener en este tipo de aventuras; luego están los amigos, a los que la vida del navegante aficionado les parece extravagante, pero que atienden tus narraciones con cierta benevolencia; y luego están los familiares, que como no se ven obligados a guardar ciertas formas de cortesía, ignoran directamente todo lo relacionado con tus actividades náuticas.
En fin, ellos se lo pierden.
Enhorabuena por esas singladuras llenas de dificultades, pero también de momentos espléndidos.
Saludos y
Hola Álvaro, veo que ya vas madurando todas las experiencias sacadas de un viaje tan rico en vivencias, en cuanto a la deserción, simplemente has pecado de confiar en alguien que no merecía tu confianza, creo yo, quizás porque en tu entusiasmos lo sobrevaloraste, pero tampoco te castigues con ese punto negativo, y piensa que te dio la oportunidad de conocer a alguien que, por lo que cuentas, fue un excelente compañero de viaje, y permitió que unos días de navegación que habrían podido ser tensos en cuanto a relaciones humanas a bordo, dieran paso a días mucho más rebajados en ese aspecto.
ResponderEliminarHablo desde la ignorancia, y sin pretender opinar de algo desde la distancia...
Quédate y disfruta de todo lo positivo, que es mucho!, y que las pinceladas negativas, sean solo "experiencias pasadas"
Qué razón tienes, Rodolfo. Llevo intentándolo todo el verano, pero el inconsciente me traiciona y reaparece aquella tarde nefasta...
EliminarYa se hará menos persistente esa triste experiencia.
EliminarLas manchas no pueden empañar la luz del sol...
Disfruta Álvaro. Y quédate con lo bueno.
ResponderEliminar" Estos meses de vagabundeo náutico te rejuvenecen el alma, y son un antídoto contra la rutina cuando tu vida en tierra parece que transcurre como por una ranura "
Bonita reflexión.
Un abrazo grande
Milo
Enhorabuena por tu viaje Álvaro, no conocía tus aventuras y este verano el corto maltés me he enganchado y lo he seguido a diario. Te confieso que cuando pediste ayuda para que alguien sustituyera al tripulante que te abandonó, estuve a punto de ofrecerme, pero un compromiso familiar (cumpleaños de mi nieto) no me lo permitió, pero me hubiera encantado compartir la experiencia y aprender esa forma de navegar. Quizás haya otra oportunidad.
ResponderEliminarUn saludo.
José Antonio (Anca)
Gracias, José Antonio. Ya habrá otras ocasiones. Un saludo.
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