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sábado, 23 de junio de 2018

Tierra de contrastes.

Hola navegantes.

Después del calor que aguantamos ayer, hoy hemos dormido con 13 grados en la camareta. Aquí los contrastes son enormes. Al sol puedes estar a veintitantos grados, pero se nubla un rato, o se levanta un poco de brisa, y la temperatura cae 10 grados. Hoy al volver al barco necesitamos poner los dos ventiladores, y luego cuando nos acostemos necesitaremos el calefactor.

Hoy hemos recorrido en coche el norte de Bretaña. Primero fuimos a Landernau, el pueblo al final del río Elorn, al que queremos llegar con el barco. El pueblo es precioso pero el río, en marea baja, es un chorongal en el que sólo subsisten dos barcos:


El de la rampa es de una asociación local que lo mantiene para no perder la tradición (en sus buenos tiempos Landernau tuvo 40 barcos de pesca) y el velero es de un navegante que se radicó en Landernau, se echó una novia, y el barco lo tiene tan abandonado que ya lo regala. Si finalmente nos decidimos a subir navegando el río nos quedaremos abarloados a él, porque tiene a punto una escalera de aluminio perfecta para subir al muelle en bajamar.

Debe hacer años que ya no vienen barcos por aquí. Fuimos al ayuntamiento a preguntar qué había que hacer para quedarse una noche y para que nos abrieran el puente levadizo y la funcionaria no tenía ni idea. Se quedó mi teléfono para enterarse y llamarme. Yas os contaré cómo acaba el peliculón.


Luego estábamos Ana y yo comentándolo en un banco y se nos acercó una señora. Se presentó como concejala. Había oído nuestra conversación con la funcionaria y vino a tranquilizarnos sobre la acogida de su pueblo a los extraños, y a contarnos sus excelencias, como el museo del escultor Henry Moore y el festival de música en la calle, que era precisamente hoy.

El resto del día hemos recorrido la costa Norte, por la que pasaré navegando con Daniel. La sorpresa ha sido ver playas enormes de arena blanca detrás de lo que desde el mar es un estornudo de arrecifes, rocas y escollos insalvables. He tomado las coordenadas de algunas de ellas porque había barcos locales amarrados en boyas tan tranquilos. Si vinieran mal dadas a lo mejor intentábamos entrar a fondear en alguna de ellas.


Especialmente bonita es la que hay frente a la Isla Virgen. Está cerca de la orilla y en bajamares extremas se puede acceder andando. Tiene el faro más alto de Europa, con 82 metros, y el más alto del mundo de los construidos con piedra de sillería. Los fareros le llamaban El Purgatorio, porque estaba entre el infierno (los del mar) y el paraíso (los de tierra):


Mañana volveremos a navegar. Intentaremos remontar el río Aulne (28 millas desde Brest) pasando varios puentes y una esclusa. Hay que acertar bien con la marea para llevarla a favor y poder hacer el recorrido en una sola marea. Si lo conseguimos dormiremos uno o dos días en Chateaulin.

Hasta mañana navegantes.

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