Hola navegantes.
Después de muchas millas y de pasar muchísimo calor por los canales, llegamos a Béziers. Allí nos detuvimos una semana porque habíamos llegado muy pronto para la cita con el grumetillo y ya teníamos los billetes de tren a Burdeos desde Béziers. Puede parecer un despropósito recorrer toda Francia de sur a norte para recoger a un tripulante, pero los planes los habíamos hecho con sus padres mucho antes de tener que cambiarlos por el estado del Canal de Midi, y ellos tenían sus propias vacaciones organizadas y pagadas por el norte de Francia.
Mis anotaciones en el cuaderno de bitácora llegaron a un separador en el que se veía a Corto Maltés a punto de besarse con una de sus heroínas, y no pude resistirme a escribir una viñeta que salía de ella diciendo:
-Se te ve contento con que venga Daniel.
A lo que Corto contestaba simplemente:
-Sí.
Pasamos el fin de semana los cinco en Burdeos, donde hacía el mismo calor propio del desierto
de Namibia que estábamos soportando en Béziers, y todos nos remojamos en
el espejo de agua, frente a la Plaza de la Bolsa y junto al río. El grumetillo además se bañó en la fuente pública del monumento a Los Girondins, en
la Plaza de los Quinconces, porque eso en Francia se tolera. En otros viajes hemos visto hasta niños montando en el patinete dentro de una fuente, y por supuesto con bañador, chanclas y toallas en manos de sus madres, lo que indica que allí es como ir a la piscina. Por
supuesto les llevamos a conocer el Pantalán de Honor, donde nos habíamos
quedado a la ida, para alumbrar en nuestra memoria la sombra de
aquellos días, tras subir por Las Landas, que ahora parecían lejanísimos aunque sólo habían pasado
dos meses.
Con cuidado, navegantes.

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