Hola navegantes.
He recuperado el original de otra de las dibucartas de la navegación a Bretaña. Se trata de cuando llegamos a Vannes, la última ciudad accesible en barco del Golfo de Morbihan.
El Golfo de Morbihan es enorme, unos 150 km2, pero su entrada es muy angosta, unos 700 metros, y por ella entra y sale la marea con un chorro grandioso que puede superar los 9 nudos y adquirir la forma de ríos o torrentes dentro del mar. Es la segunda corriente más fuerte en Europa. Ni que decir tiene que cuando la marea vaciante se enfrenta a vientos del Sureste al Suroeste se forma una barra en la entrada, con olas cortas y rompientes. El interior del golfo está salpicado de numerosas islas e islotes (30 ó 60 según la forma de considerarlos) casi todos con vegetación abundante y playas donde se puede desembarcar. Sólo dos, la Île aux Moines y la île d'Arz, están habitadas. Una leyenda atribuye la creación del golfo a las lágrimas de las hadas desalojadas del cercano bosque de robles y hayas de Brocelianda, donde se sitúan las aventuras de la Mesa Redonda y otros cuentos y leyendas. Las hadas habrían echado luego sus coronas al agua, que se habrían convertido en las islas.
Aunque en general la corriente de marea sigue el recorrido de los canales entre islas con la regularidad de un mapa de carreteras, en algunas zonas puede generar remolinos que atrapan al barco, y en muchos lugares hay contracorrientes en dirección contraria a la principal. El golfo recibe las aguas de cuatro ríos, el Auray, el Vincin, el Marle y el Noyalo, que son parcialmente navegables y que terminamos explorando con el Corto Maltés. De hecho estos ríos son los que dieron origen al golfo, cavando un estuario demasiado profundo como para llegar al mar, que ya se había retirado más lejos en la era cuaternaria. Cuando se descongeló, el golfo estaba integrado por pantanos separados del mar, y unos miles de años más tarde el océano acabó por invadir la cuenca.
Un tercio de la superficie del golfo se seca en bajamar, y su profundidad oscila entre 20 metros en las zonas centrales de los canales más hondos, hasta sólo 20 cm. entre algunas islas y muchas zonas se secan en bajamar. De un extremo a otro hay 20 kilómetros, una distancia tan grande que la marea creciente tarda más de dos horas en recorrerla y las tablas de mareas tienen la información doble: por un lado los horarios en Port-Navalo, justo en la boca de entrada, y por otro lado en Arradon, en su extremo Norte, pudiendo haber diferencias de hasta 2 h. 45 min.
Desde el punto de vista de la naturaleza posee un ecosistema variado, notablemente por la presencia de un herbario del alga zostera, el segundo más importante de Francia. Es la misma que hay en la bahía de Santander, contribuye a estabilizar los fondos, a reducir la turbidez del agua y a favorecer la oxigenación y la producción de fitoplancton. Sus hojas sirven de refugio y zona de desove a multitud de especies. Lo malo es que si intentas fondear sobre ellas tienen un agarre muy malo para el ancla y es frecuente que el barco garree, efecto que padeceríamos varias veces durante nuestra estancia. Además el golfo tiene gran interés ornitológico, tanto por las especies permanentes como las migratorias.
Entramos en el golfo a mitad de la marea creciente. Aquél estaba siendo un verano moroso, y aunque estábamos en julio, por la mañana el cielo había estado cubierto de nubes grises, prietas y redondas como un cerebro. Por suerte al mediodía se despejó y cuando afrontamos el paso lucía un sol espléndido. Sólo habría faltado que volviera al escenario la niebla espesa que se comía los colores que habíamos tenido la víspera, que nos había hecho navegar tocando la bocina de niebla. La corriente era tan fuerte que podía empujarnos en línea recta contra los bajos que rodean la entrada, y el barco no ser capaz de tomar la curva hacia la derecha que hay que seguir para continuar hacia Vannes. Es lo mismo que un coche que se sale en una curva por exceso de velocidad. Cuando un barco es llevado por la corriente obedece mal al timón, porque en realidad sobre el agua está casi quieto. En cuanto llegamos al paso nos agarró una corriente que parecía que estábamos en el Amazonas. Las boyas parecía que navegaban como una zodiac rápida, aunque obviamente estaban paradas, y cerca de las orillas rocosas y de los bajos se formaban olas como las de los ríos caudalosos. A la entrada nos arrastraba a 9,2 nudos. Cualquier fallo en esa corriente habría sido irreversible, porque mi fueraborda no da más de 5 nudos en las mejores condiciones, y si me hubiera ido por el canal equivocado no habría podido dar marcha atrás y en ese laberinto de islas era fácil varar o chocar contra un bajo. Pero por suerte todo salió bien y llegamos a Vannes remontando el río Marle. Allí hicimos una pausa para el cambio de tripulación, y luego me pasé casi un mes con Ana añadiendo ese maravilloso golfo a nuestro palmarés.
Esta es la dibucarta de aquella etapa (clic encima para leerla mejor). Se empieza a leer en el pelo y se la daré al primero que la transcriba abajo, en el apartado de "comentarios".
Con cuidado, navegantes.