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sábado, 23 de noviembre de 2024

Curiosidades náuticas de la Isla de Sao Miguel (Azores).

Hola navegantes. 

Hemos pasado una semana de vacaciones en  la Isla de Sao Miguel (Azores). Hace unos años estuve en las de Faial y Pico en velero, ambas más al Oeste, pero esta vez hemos ido en avión. Aunque no haya sido un viaje de navegación, aprovecho para contaros algunas curiosidades relacionadas con la náutica.

Durante los primeros días de nuestra estancia el famoso anticiclón de las Azores parecía haberse desplazado a otro lugar y sufrimos un tiempo invernal, y el paso de varias borrascas. Desde el avión se veía la costa Norte (sobre todo) de la isla azotada por un viento de fuerza 6 ó 7, y todo el océano lleno de olas hostiles a la vida. Suele decirse que desde al aire, cuando se está buscando un velero en apuros, la forma de distinguir una vela de una ola rompiente es contar su duración; si dura menos de 10 segundos es más posible que sea una ola, y si dura más de 10 segundos es más posible que sea una vela. En este caso no se cumplía, porque todas las olas duraban más de 10 segundos.

Sao Miguel es una de las islas más al Este del archipiélago, y está separa por más de 120 millas de las siguientes por el Oeste. Lo más característico es la cantidad de lagunas que tiene, formadas por el agua de la lluvia que ha rellenado los cráteres volcánicos, y que se ven desde el satélite.

Incluso hay un pequeño volcán en mitad del mar, en su costa Sur, con un cráter perfectamente redondo al que se puede entrar en embarcaciones pequeñas, y un pitón alto como un baluarte, y que vimos perfectamente al sobrevolarlo. Se llama el Islote da Vila:

Sao Miguel tiene poco turismo náutico, ya que todos los navegantes que cruzan el Atlántico prefieren detenerse en Horta, la capital de la Isla de Faial (más al Oeste) que está mejor dotada en servicios náuticos, tiendas de acastillaje, velerías, etc. Por eso el puerto de Ponta Delgada, la capital de Sao Miguel, estaba casi vacío:

Algunos de los amarres estaban ocupados por peniches-vivienda con aspecto de no moverse nunca, supongo que apartamentos de alquiler o de Airbnb:

Los veleros de paso han empezado a dejar sus recuerdos con pintadas en el suelo del muelle y en las rocas de la escollera, como se hace en Horta desde hace décadas. Pero claro, aquí la costumbre es reciente y todavía queda  mucho muelle para pintar. 

 


Me han dicho que ya se hace en todas las islas del archipiélago. Por cierto, en Horta el perfeccionamiento ha llegado a hacer las pintadas con relieve, incorporando algún objeto (una camiseta, un ancla...) a la obra, endurecida con barniz o con resina para que dure:

 

En algunos puertos de la isla de Sao Miguel todavía pueden verse las embarcaciones de remos con las que se cazaban las ballenas. Increíble perseguir a una ballena con esos barquitos:

Algunos puertos de la costa Norte, más expuestos, no tienen ni siquiera pantalanes. Los barcos se sacan a tierra todos los días con su remolque, para no dejarlos expuestos a las olas y los vientos en el puerto. Por ejemplo el de Porto Formoso:


Se amarran al muro para desembarcar el pescado, y enseguida los suben al muelle de hormigón con un cabrestante. Por supuesto que muchos días no se puede salir a pescar, pero por lo menos los barcos no corren peligros a flote.

Algunos de los enormes lagos de los cráteres volcánicos se usan en verano para deportes náuticos, como vela ligera o kayak. Por ejemplo el de Sete Cidades al Oeste, o el de Furnas al Este. Parecen lagos suizos, pero los días de fuerte viento se agitan como si estuvieras en el mar. Nosotros los visitamos los dos primeros días, en que el viento cortaba como una navaja nueva, y tenían este aspecto:

 

 

El de Sete Cidades se llama así porque dentro de un cráter enorme hay 7 más pequeños, algunos inundados y otros no. Los dos más grandes están comunicados entre sí pero son de distinto color, uno azul y otro verde, el segundo por el crecimiento de algas. Nosotros fuimos en un día muy nublado en que el sol brillaba con poca convicción,  y los dos los vimos grises. En el verde había una máquina cortacésped, como la que vimos en la navegación a Londres en el Corto Maltés para limpiar los canales de Bretaña, supongo que para trabajar en verano y despejar la laguna de algas para poder navegar por ella:

Clic aquí

El lago más mítico de la isla es la Lagoa do Fogo y su accesorio, Lagoa do Fogo Petit, lo que más nos han gustado de toda la isla:


 

Se llama así por ser el último que erupcionó (en 1563) tragándose la lava una parte de la ciudad Ribeira Grande, al Norte. Este lago no es navegable porque no tiene accesos rodados, sólo a través de un  sendero de montaña increíble, con escalones tallados en la tierra, y bastante resbaladizos con todo lo que llueve allí:

 


 La excursión merece la pena, porque está rodeado de unas playas de arena fina volcánica que podrían competir en finura con las del Cantábrico. En poca ocupación ganan las de Sao Miguel con creces, y estábamos Ana y yo solos en mitad del paraíso:

El resto de la isla es muy fácil de visitar, pues está al alcance de un coche de alquiler (por cierto baratísimo: 85 € dos días un Renault Captur, un cochazo, porque no tenían uno más pequeño) ya que sólo  mide 60 x 13 km. Es la meca del turismo de senderismo, con más de 40 rutas señalizadas que recorren paisajes selváticos, de árboles impresionantes, ríos caudalosos y cascadas increíbles. Allí lo que no falta es el agua:



 

 Y por supuesto los restos de actividad volcánica, con grietas en cualquier campo o cuneta por donde sale humo sulfuroso, charcos y pozas de los ríos donde el agua hierve, baños termales, y hasta hornos naturales donde se cocina el cocido simplemente dejando enterrada la olla con sus ingredientes durante unas horas bajo el suelo:


Los restaurantes tienen hoyos asignados, marcados con su nombre, y los particulares pueden ir a enterrar su olla pagando una pequeña cantidad al encargado.

En resumen, una isla paradisíaca, que bien merece la visita y que, por lo menos cuando hemos ido nosotros, en noviembre, no está invadida por el turismo. Eso sí, hay que llevar ropa variada porque, como dicen allí, tienen las cuatro estaciones cada día.

Con cuidado, navegantes.

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