Hola navegantes.
Ya os he comentado que las más de 2.000 millas que nos hacemos en el Corto Maltés cada verano equivalen a lo que se hace un aficionado normal en muchos años. Esto hace que el deterioro normal de los elementos del barco se nos junte en poco tiempo.
En la navegación a Londres lo peor fue la rotura de tres poleas de la jarcia (la de la driza de la mayor, la de la driza del espí y la del pajarín en la botavara) la holgura de la cruceta de babor, y un desgarro en la vela mayor y desgaste de las fundas de los sables donde rozaban con los obenques en las empopadas. Las poleas de la mayor y del pajarín pudimos sustituirlas durante el viaje cuando el palo estuvo tumbado, la del espí no, porque había que desarmar una pieza del interior del palo, e hicimos una reparación provisional que no funcionó y tuvimos que quitar su driza. La holgura de la cruceta la resolvimos con una reparación provisional (remaches con una masilla monocomponente de poliuretano, que en teoría dura 50 años). Y el desgarrón de la mayor y el desgaste de las fundas de los sables los resolvimos también de forma provisional con cinta adhesiva de velería.
Ahora, saliendo ya del invierno, hemos podido por fin resolverlo todo. Hemos tardado tanto porque había que volver a tumbar el palo y para las navegaciones de la bahía me fiaba de las reparaciones provisionales, y no solemos utilizar el espí porque los recorridos son cortos.
La polea del espí hemos podido sustituirla sin problemas, para lo que tuvimos que sacar del palo la pieza de aluminio que incluye tres poleas (yo sólo utilizo dos, una para la driza del génova y otra para la del espí). Así estaba la polea del espí:
Esta es la pieza que hubo que sacar, quitar el remache hueco que hace de eje de la polea, volver a ponerlo con la polea nueva y volver a remacharlo en el palo:
La cruceta de babor teníamos pensado reforzarla cambiando los remaches de su base, que habían cogido holgura y no nos había convencido mucho la fijación con poliuretano. Además se habían hecho muy grandes los agujeros, y los remaches estándar quedaban holgados.Teníamos pensado sustituirlos por remaches en flor o en trébol, que sirven para agujeros más grandes:
o por tuercas remachables, que por cierto pueden instalarse sin remachadora, simplemente aplastándolas con otro tornillo:
o pasando una varilla roscada de lado a lado del palo, sujetando a la vez la base de la cruceta de babor y la de estribor. Pero nos hemos encontrado la sorpresa de que estaban duros como el primer día, y que para cambiar los remaches o pasar la varilla tendríamos que haber hecho un estropicio en un material que ya está debilitado por los 35 años de vejera del barco. Aplicando el refrán "lo que funciona no lo arregles" hemos decidido dejarlo como está. En la próxima navegación llevaré a bordo todo lo necesario para una reparación, que ahora ya tengo estudiada, y si vuelve a dar signos de flojera lo repararé cuando baje el palo en el Canal de Midi.
Los desgarros de la vela mayor me los ha recosido Ángel, de la Velería Nordeste, del que ya me he hecho amigo después de que me ha ayudado varias veces con sus consejos cuando le he llamado desde el extranjero, agobiado con algún problema de las velas, como cuando se nos desgarró el espí en la vuelta a Italia. Aparte de coser el desgarro y reforzar las fundas de los sables donde rozan, me ha instalado los catavientos de la mayor, que de tanto navegar con la meteorología metida en el absolutismo habían volado:
Además hemos cambiado la driza del espí, que por supuesto, después de haber estado trabajando a través de la polea de la primera foto, estaba totalmente desgastada.
Además, este invierno se nos rompió el compás y vertió su líquido oloroso dentro de la cabina. Ya había sufrido varias reparaciones anteriores y lo estamos cambiando por uno nuevo. Hemos cambiado el saco del espí por uno más pequeño (el anterior tenía una boca con un aro metálico enorme que dificultaba su estiba). Y finalmente, hemos renovado el sikaflex del metacrilato de proa, que con los temporales de este invierno reveló una gotera. En fin, las cosas que hacemos los navegantes para soportar la invernitis crónica esperando que se nos cure soñando con el siguiente verano.
Con cuidado, navegantes.
Para los que amamos los barcos, la invernada es la temporada de las reparaciones, modificaciones y "agregos", gracias a los cuales el barco se mantiene en mejores condiciones, siendo también el "pretexto" para estar junto a él...
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