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sábado, 5 de marzo de 2022

El Baluchon en Santa Helena.

 Hola navegantes.

En anteriores entradas os he hablado de Yann Quenet, el francés que en su velero de 4 metros "Baluchon" está dando la vuelta al mundo. La última fue la del 23-1-22 donde os conté que había atajado el Cabo de Buena Esperanza por carretera, en un  remolque. De Ciudad del Cabo salió sin un destino fijo, y ha llegado a la Isla de Santa Helena.


La travesía le ha llevado 23 días. En la costa sudafricana
le cogieron vientos de 30  nudos que volcaron el barco, pero como es autoadrizable sólo se saldó con algunos hematomas y el interior del barco hecho un cafarnaún. Después del quinto día el viento se calmó para siempre y se quedó en unos diez nudos, con lo que tardó 23 días para un poco más de 1.600 millas de navegación. Un récord de lentitud pero que dice que no intentó  mejorar porque se encontraba a gusto en el mar. Todo el trayecto lo hizo con un timón de viento construido por él  mismo que le había costado menos de veinte euros.  

 Llegó a Santa Elena un sábado por la mañana, dos días después del día del test PCR imprescindible para poder desembarcar. Tuvo que esperar 6 días colgado de una boya. Realmente fue muy incómodo porque Baluchon y la gran boya chocaban entre sí constantemente, y en un calor infernal con una prohibición formal de nadar incluso a unos pocos metros del barco. Y sin red telefónica ni wifi para avisar de su llegada…

  

La escala en Santa Helena no estaba decidida, y menos teniendo que esperar por el Covid. Pero tuvo  un pequeño problema técnico. Los tres cables de alimentación de la tableta que también le sirve como GPS estaban tan oxidados que no cargaban, y se vio obligado a restringir el uso de tableta a un minuto al día para conseguir su posición. Tampoco pudo  escuchar música o podcasts, ver películas ni escribir. Llegó a Santa Elena justo al final de la batería. 

Santa Helena le está gustando tanto que va a quedarse una temporada. Los habitantes son increíblemente amables y austeros. En todas partes se siente la dulzura de la vida, dice que es todo muy pacífico y  como estar fuera del tiempo, tal vez en los años 60. No hay supermercado, solo pequeñas tiendas de comestibles donde la vendedora te hace las cuentas en papelucos. No hay cajeros automáticos, realmente no hay turistas aparte de los pocos yates que pasan, no hay atascos de tráfico, no hay Covid, no hay inseguridad ni estrés. ¡Incluso todavía hay cabinas telefónicas! . Aunque tiene aeropuerto desde 2016, sólo opera desde Sudáfrica.

Respecto al futuro, está dudando si ir a Brasil (1.700 millas) o directamente a las Azores (4.500 millas), o incluso Cabo Verde. Todavía no ha tomado la decisión. Dice que lo decidirá el mismo día que se vaya.

Con cuidado, navegantes. 

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