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viernes, 17 de mayo de 2019

El Corto Maltés en la revista náutica "Practical Boat Owner".

Hola navegantes.

La revista "Practical Boat Owner", una de las de mayor tirada de la náutica deportiva (más de 29.000 ejemplares de difusión mensual) recoge en su número de junio de 2019 nuestro paso por las esclusas del Canal de Midi cuando volvíamos al Golfo de Vizcaya terminando de dar la vuelta a España. Era en el ya lejano mes de agosto de 2012, y Luis y yo, en esas etapas acompañados de nuestras chicas, disfrutábamos de las plácidas aguas interiores de Francia: 600 km y 174 esclusas que nos hicimos  en poco más de dos semanas. Como comparación, en la vuelta a Francia de 2018 cruzar Francia de Norte a Sur significó recorrer 713 km y 200 esclusas por los ríos y canales, y nos llevó un mes.



La segunda foto es del Corto Maltés en la esclusa de Castets-en-Dorthe, la última antes de desembocar en el río Garona, y que por eso es una esclusa especial. 
 


En primer lugar porque se usa muy poco, ya que las peniches de alquiler no tienen derecho a abandonar el canal, y por lo tanto ellas no la usan. En segundo lugar porque salva un desnivel enorme (más de 7 metros), o al menos así nos lo pareció en la vuelta a España. Si hubiéramos sabido que en vuelta a Francia, 6 años después, pasaríamos por esclusas, como la de Bollène, con 23 metros de desnivel, a lo mejor la calificaríamos de otra manera. Y en tercer lugar porque su horario está supeditado al de las mareas de ascienden por el río Garona. Por eso hay que solicitar hora de paso por teléfono y estar a lo que nos indique el esclusero. Con tantas variables y teniendo en cuenta además que tenía que coincidir una pleamar con el horario laboral de los escluseros (no sirven las pleamares nocturnas) nos preocupaba que hubiera cola para pasarla y perdiéramos un día o dos en descenderla. Por eso íbamos un poco apresurados. 

Llamamos por teléfono al esclusero de Castets-en-Dorthe, Jean Christophe, y quedamos en que le llamaríamos por el intercomunicador desde la esclusa 51 (la antepenúltima), nos dejaría activado el mecanismo automático de la 52 (la penúltima) y él estaría esperándonos en la 53 (la última). Nos sorprendió la precaución de tener en condiciones normales inactivada la penúltima, sin duda para que las peniches de alquiler no pudieran pasar más allá de ese punto. El paisaje entre las ultimas esclusas era diferente al que conocíamos: había muchísima animación en las orillas, muchos ensanchamientos del canal haciendo como lagos de montaña, rodeados de vegetación, y también aparcamientos de coches, restaurantes, prados con gente pasando el día, merendando en mantas sobre el césped, aspecto de ciudades de veraneo, etc. Se notaba que por aquellas esclusas, ya al final del Canal de Midi, navegaban pocos barcos, porque en todas ellas alguien nos veía acercarnos y luego los hechos se sucedían como un torbellino, hasta que todo el público estaba arremolinado alrededor para observar nuestras maniobras.

Jean Christophe era un tipo simpático pero muy serio y servicial. Tal vez influyera su deseo de agradar a los pocos veleros que ya pasábamos por su territorio. En varias ocasiones en la vuelta a España nos preguntamos qué había sido de la vela bohemia. Pues parece que ya estaba muriendo por sí misma; en todo el canal sólo nos cruzamos con cuatro veleros haciendo un tránsito como nosotros  de un mar a otro, cuando nos habíamos imaginado auténticas procesiones y multitud de contactos e intercambio de anécdotas con navegantes de las más diversas partes del mundo. 

Jean Christophe llamó personalmente a distintos sitios de Burdeos donde podríamos arbolar el Corto Maltés, ya que por el Canal de Midi íbamos desarbolados, a las marinas donde podríamos quedarnos a dormir, y nos dio indicaciones para el descenso del Garona con sus corrientes de marea impresionantes. Muchas personas se acercaron a preguntarnos a qué hora exacta íbamos a descender al Garona, para no perderse el espectáculo. Finalmente hacia las 18 h. bajamos la última esclusa en Castets-en-Dorthe que es de mecanismo manual, y llegamos a las aguas del estuario del río Garona que comunica directamente con el mar y donde ya se notaba el efecto de las mareas que nos llevarían a Burdeos. Fue la esclusa más alta de todo el viaje, y al tocar con el casco las aguas del río algunos espectadores aplaudieron, y nosotros nos dimos algún tímido abrazo emocionado. Habíamos terminado con éxito nuestra travesía de Francia por los canales, y ya paladeábamos el fin de la vuelta a España y el regreso a casa.

¡Con cuidado, navegantes!.

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