Es la motora de Ander, el que me acogió en su casa flotante mientras trabajaban en la perforación del casco del Corto Maltés en Getxo, al principio de la navegación a la isla de Elba. ¡Parece ya tan lejano!. No se podía dormir en mi barco por el polvo de la fibra de vidrio al lijar y por el olor de la resina. Instalarme en un hotel habría sido caro e incómodo, pues tendría que haberme desplazado al puerto varias veces cada día para los trabajos a bordo. Le prometí que en cuanto pudiera le haría la difufirma de su barco y aquí está. Gracias de nuevo, Ander.
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