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viernes, 1 de julio de 2016

Más de Heliópolis, y algo de Port Cros.

Hola navegantes.

Ayer cenamos en el Corto Maltés con Rodrigo, el español emigrado a Heliópolis, y nos contó muchas cosas. Por ejemplo, un día a la semana la gente saca a la puerta de su casa las cosas que no necesita para que lo coja el que quiera. O que una de las actividades a que ha derivado el naturismo es al intercambio de pareja, y hay viajes organizados a la isla para eso. Dos de los tres hoteles de Heliópolis se dedican sobre todo a eso, así como la única discoteca. Hay muy pocos niños, y es un problema escolarizarlos, porque tienen que ir internos al continente.

El cualquier sitio de la isla te encuentras pequeños depósitos de intercambio libros. Hay una playa y allí el nudismo es obligatorio, no como en la ciudad, que es voluntario. Como en otras islas, la mayoría viven del turismo y el invierno es aburridillo. Él en invierno se vuelve a España.

Una de las cosas más curiosas es que los hombres entran al supermercado y a las tiendas con un pequeño pareo a la cintura, o un tanga,  y al salir a la calle se lo quitan para ir en pelotas.

Después de una noche un poco agotadora por el viento terral, fuimos a conocer la siguiente isla, Port Cros.

Otra vez nos encontramos el puertecito vacío, a pesar de estar ya en julio. Tiene poco calado, medio metro en los pantalanes, por eso la mayoría de los veleros estaban fuera, en las boyas. Como muchas islas, tiene carencia de agua, y sólo la dan 45 minutos al día y 20 litros por barco. Está prohibido fumar en toda la isla, con multa de 135 euros.

Bajo un sol abrasador nos fuimos a conocer el puerto y los fuertes que tiene la isla. Son tres, pero el calor nos quitó fuerzas para ver más de dos, por senderos de montaña. Al mediodía seguimos viaje.

Pasamos por detrás de la isla de Porquerolles con la mayor y el espí, arrumbamos al norte por el oeste de la península de Hyeres, y nos hemos venido al puerto de Carqueiranne. Al pedir plaza por la radio lo primero que preguntaron es que cuánto calaba el velero, y a la entrada un letrero avisa de que en todo el puerto la profundidad oscila entre 0,5 y 1,5 metros. No vale para veleros grandes.

Mientras amarrábamos en el muelle de acogida se acercó un señor en coche a saludarnos. Se acordaba de haber coincidido a nuestro lado con su barco en San Mauricio. ¡Qué lejos queda ya el paso por Italia!. Después de charlar un rato se ofreció a llevarme en coche a dos gestiones que le agradecí mucho. Reponer la bombona de camping gas y comprar un cubo cuadrado, que se nos ha roto. Se agradecen mucho estos favores cuando la vida en un barco se te complica. Porque en efecto teníamos una de las bicis pinchadas, y otra de las tareas pendientes era arreglarla. No nos habría dado tiempo a todo.

Hasta mañana navegantes.

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