Visitas al blog:

jueves, 10 de marzo de 2022

"¿Cuándo llegamos?" va tomando forma.

 Hola navegantes.

El libro en el que cuento nuestra vuelta completa a Italia (y la costa mediterránea de Francia) el pasado verano, va tomando forma. Ya estoy corrigiendo las pruebas de imprenta y esta será la portada:


 Lógicamente hemos elegido una foto de la llegada a Venecia, el sitio más mítico del recorrido, aunque la vuelta propiamente dicha la terminamos en el interior, en Mantova, después de recorrer el río Po y sus canales.

Creo que muy posiblemente el libro estará disponible en Semana Santa. Estos son los capítulos:

1

Las incertidumbres de la pandemia y las primeras etapas, hasta Francia.

2

En Francia de isla en isla.

3

Navegaciones duras hasta Niza.

4

Primeras etapas en Italia.

5

Problemas con los atraques en el entorno de Roma.

6

El Archipiélago Pontino.

7

Cosas raras: el Fata Morgana y el comportamiento del piloto automático.

8

Conociendo Sicilia y las Eolias.

9

El Estrecho de Mesina y las costas desoladas del Sur.

10

El salto al tacón de la bota y la llegada al Adriático.

11

El horror del Promontorio Gargano, y las Islas Tremiti.

12

Meteorología podrida en el Adriático.

13

Reencuentro con Ana y el Delta del Po.

14

Llegamos a Venecia.

15

La navegación por el Río Po y sus canales.

16

La estancia en Mantova y el regreso a Santander.

17

Resumen, conclusiones y balance personal.

Anexo 1

Escalas y millas recorridas.

Anexo 2

Lo que llevo.

Anexo 3

El botiquín.

Anexo 4

Transcripción de las dibucartas.

Por otra parte os recuerdo que esta tarde hablaré de la vuelta a Italia y otras navegaciones con el Corto Maltés en la tertulia de "A toda vela":

Se puede seguir aquí, con la posibilidad de hacer preguntas, que os contestaré encantado:

Clic aquí.

Con cuidado, navegantes.

miércoles, 9 de marzo de 2022

¡NO!

 No dejemos que la historia se repita.


lunes, 7 de marzo de 2022

Tertulia en "A toda vela".

 Hola navegantes.

El próximo jueves 10 de marzo, a las 20 h., el programa de Youtube "Tertulias a bordo" de Alberto Contreras, estará dedicado a nuestras navegaciones en el Corto Maltés.


Será una tertulia en directo de aproximadamente una hora de duración, donde hablaremos de nuestros viajes en un pequeño velero, desde aquel lejano de la vuelta a España hace 10 años a todos los que siguieron a raíz de él. Contaremos un montón de anécdotas y  muchos aspectos prácticos de la organización, la vida a bordo, las ventajas e inconvenientes del pequeño velero, la economía, etc. Al final se admitirán preguntas de los oyentes.

Para seguirla, escucharla y participar hay que entrar en Youtube y buscar "A toda vela tertulias" o entrar directamente en este enlace:

Clic aquí.

Con cuidado, navegantes.

domingo, 6 de marzo de 2022

Cambiar la tapa del tambucho.

Hola navegantes.

Los barcos envejecen con nosotros y a veces no nos damos cuenta. Cuando compré el Corto Maltés hace 18 años le hice nueva la tapa del tambucho, y la hice de polietileno (parecido al metacrilato pero más resistente) pensando que duraba más. Me pareció que quedaba más fea que la de madera, pero dí prioridad a la duración. 

Con el mismo material hice un asiento tipo delfinera en el balcón de proa, y a los pocos años le salieron grietas y se rompió bajo el peso de un adulto.

En la vuelta a Italia me di cuenta de lo mal que estaba la tapa del tambucho y a lo que me arriesgaba si se me rompiese por el camino:


 En la parte exterior han salido unas grietas que claramente afectan sólo a la zona expuesta al sol. En la siguiente foto, la parte no agrietada de arriba es la que recibe la sombra de la tapa horizontal del tambucho, y está perfecta:

La parte agrietada es la que recibe el sol todo el día, pues queda orientada al Sur:

 Por su parte, la cara interior de la tapa no tiene ni una sola grieta. En la vista de perfil se ve que las grietas llegan a la mitad del espesor del polietileno, y algunas ya lo atraviesan entero (en la siguiente foto, la parte de arriba es el interior de la tapa, y la de abajo el exterior):

Cualquier presión o golpe podría partir la tapa, y si se me rompe en una navegación tendría el barco abierto los días que tardase en hacer una nueva, expuesto a los robos y a las inclemencias meteorológicas.

Yo recomiendo tener sacado un patrón de la tapa del tambucho para poder hacer una nueva de urgencia, sin tener que dejar el barco abierto. Pero claro, para dar la vuelta a Italia y con la necesidad de liberar espacio para esa navegación tan larga, el patrón me lo había dejado en casa:


Ahora con calma he hecho una tapa nueva y he vuelto a hacerla de madera, que pesa menos que el polietileno y parece que no dura menos, aunque haya que barnizarla de vez en cuando. De entrada le he dado 3 capas de protector de madera y 3 de barniz, y el barco va a quedar mucho más marinero que con la de polietileno:

 

La vieja me la guardaré de repuesto para una emergencia, porque todavía no se ha roto.


Con cuidado, navegantes.

sábado, 5 de marzo de 2022

El Baluchon en Santa Helena.

 Hola navegantes.

En anteriores entradas os he hablado de Yann Quenet, el francés que en su velero de 4 metros "Baluchon" está dando la vuelta al mundo. La última fue la del 23-1-22 donde os conté que había atajado el Cabo de Buena Esperanza por carretera, en un  remolque. De Ciudad del Cabo salió sin un destino fijo, y ha llegado a la Isla de Santa Helena.


La travesía le ha llevado 23 días. En la costa sudafricana
le cogieron vientos de 30  nudos que volcaron el barco, pero como es autoadrizable sólo se saldó con algunos hematomas y el interior del barco hecho un cafarnaún. Después del quinto día el viento se calmó para siempre y se quedó en unos diez nudos, con lo que tardó 23 días para un poco más de 1.600 millas de navegación. Un récord de lentitud pero que dice que no intentó  mejorar porque se encontraba a gusto en el mar. Todo el trayecto lo hizo con un timón de viento construido por él  mismo que le había costado menos de veinte euros.  

 Llegó a Santa Elena un sábado por la mañana, dos días después del día del test PCR imprescindible para poder desembarcar. Tuvo que esperar 6 días colgado de una boya. Realmente fue muy incómodo porque Baluchon y la gran boya chocaban entre sí constantemente, y en un calor infernal con una prohibición formal de nadar incluso a unos pocos metros del barco. Y sin red telefónica ni wifi para avisar de su llegada…

  

La escala en Santa Helena no estaba decidida, y menos teniendo que esperar por el Covid. Pero tuvo  un pequeño problema técnico. Los tres cables de alimentación de la tableta que también le sirve como GPS estaban tan oxidados que no cargaban, y se vio obligado a restringir el uso de tableta a un minuto al día para conseguir su posición. Tampoco pudo  escuchar música o podcasts, ver películas ni escribir. Llegó a Santa Elena justo al final de la batería. 

Santa Helena le está gustando tanto que va a quedarse una temporada. Los habitantes son increíblemente amables y austeros. En todas partes se siente la dulzura de la vida, dice que es todo muy pacífico y  como estar fuera del tiempo, tal vez en los años 60. No hay supermercado, solo pequeñas tiendas de comestibles donde la vendedora te hace las cuentas en papelucos. No hay cajeros automáticos, realmente no hay turistas aparte de los pocos yates que pasan, no hay atascos de tráfico, no hay Covid, no hay inseguridad ni estrés. ¡Incluso todavía hay cabinas telefónicas! . Aunque tiene aeropuerto desde 2016, sólo opera desde Sudáfrica.

Respecto al futuro, está dudando si ir a Brasil (1.700 millas) o directamente a las Azores (4.500 millas), o incluso Cabo Verde. Todavía no ha tomado la decisión. Dice que lo decidirá el mismo día que se vaya.

Con cuidado, navegantes. 

miércoles, 16 de febrero de 2022

Un nuevo tripulante.

 Hola navegantes.

 Yo soy socio de Greenpeace desde 1991 y hace unos años participé como marinero en sus campañas por el Mediterráneo, a bordo del velero Zorba. Por supuesto no me gusta todo lo de la organización, porque nadie es perfecto. Pero me parece la alternativa más viable si queremos que La Tierra no se colapse y que nuestros hijos disfruten de un planeta que recuerde vagamente al que hemos conocido y disfrutado nosotros. Y eso es especialmente cierto en el mar, por culpa de los plásticos. En la mejor de las estimaciones, se calcula que para 2025 habrá en el mar una tonelada de plástico por cada tres de peces o, lo que es lo mismo, 600 bolsas de plástico por cada 10 kilos de pescado. Y para 2050 habrá más plásticos que peces.

Para más información podéis ver la entrada del 28-2-20, y sobre Greenpeace aquí:

Clic aquí

Con cuidado, navegantes.


 

lunes, 14 de febrero de 2022

Rastras por la popa.

 Hola navegantes.

Una de las tácticas más usadas en un temporal es correrlo. Consiste en cambiar tu rumbo para llevar el viento y las olas por la popa. Obviamente te desvías de tu rumbo original y son unas millas que luego tendrás que recuperar. Pero es comodísimo porque disminuye el viento aparente y puedes esquivar las rompientes. Hay un refrán que dice "viento de popa es medio puerto", y es verdad. Entre los inconvenientes, que la tormenta dura más pues te desplazas con ella, y que se pierde mucho barlovento (unas 150-200 millas al día) pues los barcos, incluso a palo seco, en  las tormentas corren mucho por el viento que reciben en la jarcia. Entre otras cosas,y por este motivo, no se debe correr un  temporal cuando tienes la costa a sotavento, pues te diriges contra ella. Además tiene dos riesgos específicos: de "pasar por ojo" y de "irse de orzada".

1) "Pasar por ojo" es volcar por la proa. Al correr el temporal las olas te vienen por la popa, y el barco puede coger tanta velocidad en la bajada de una ola que la adelante, y "pinche" a la que lleva delante. Entonces la proa se frena en seco y la popa se eleva, volcando hacia delante. Ha ocurrido en el Cabo de Hornos, y en las olas rompientes de las entradas de los ríos. 
 

2) "Irse de orzada" es que una ola desvíe la popa, el barco se atraviese, y la siguiente ola le coja de costado y le vuelque de lado.

 

Para evitar estos dos riesgos hay que conseguir frenar y estabilizar la popa. Para ello hay que arrastrar por el agua algo que le frene, colgado de la popa. Además de estabilizar el rumbo el barco navega más despacio, y sólo deriva unas 50-90 millas al día, lo que te da mas tiempo si tienes la costa a sotavento. Se pueden arrastrar dos cosas:

1) Un ancla de capa o ancla flotante. Es un dispositivo específico con forma de embudo o paracaídas, que se abre dentro del agua y frena al barco casi por completo (el "ancla de capa") o sólo restándole velocidad (el "ancla flotante"). Tienen el inconveniente de que las olas que te alcanzan por la popa pueden inundar la bañera o la cabina; que disminuye la capacidad de gobierno al estar casi parado; que las olas rompientes pueden llevar el ancla hacia delante, el cabo quedar en banda, y en ese momento el barco atravesarse; que se pueden enredar los cabos entre sí; y que una vez lanzada hace tanta resistencia que resulta difícil recogerla si quieres cambiar de táctica. Muchos han tenido que cortar el cabo y perder el ancla porque no fueron capaces de subirla a bordo. Aquí el ancla de capa del Corto Maltés:
 

 2) Unas "rastras", también llamadas "espías", que son simplemente unos cabos o cadenas colgados de la popa, que frenan menos que el ancla. Cumplen la misión de estabilizar la popa, tienen menos peligros al no frenar tanto la embarcación, y son fáciles de lanzar y recoger. Aunque pueden lanzarse independientes, es más útil que hagan un bucle, amarrando cada extremo del cabo en una de las cornamusas:

Paul de Meerschman, que ha cruzado el Atlántico y recorrido muchos países europeos con un velerito de seis metros y medio (ver entrada del 27-1-22) usa las rastras incluso sin enfrentarse a un temporal. Lo hace simplemente para estabilizar el rumbo del velero en los vientos de popa, quitar trabajo al piloto automático para que no tenga que corregir tantas orzadas, y estar más despreocupado haciendo otras tareas a bordo, aun  a sabiendas de que el barco pierde un poco de velocidad. Cuenta que en algunas etapas sólo llevaba el génova parcialmente enrollado (una superficie muy pequeña pero que tira del barco desde la proa), la mayor arriada, y las rastras reteniendo la popa, y que así el barco iba más estable que nunca.

Al leerlo me ha dado por pensar que a lo mejor el Corto Maltés ha aguantado tan bien los vientazos de fuerza 7 (y más en las rachas) que hemos cogido en la vuelta a Italia porque sin buscarlo expresamente, hemos llevado siempre una rastra. Ya os he contado que siempre navegamos con una linea de vida por la popa. Por ejemplo aquí podéis verla, en la izquierda de la foto, al salir de la Isla de Capraia:

 


Es un cabo de unos 30 metros lleno de nudos, para que si alguien se cae tenga donde agarrarse. Ese cabo no hace un bucle (lo llevamos amarrado de un solo extremo a la cornamusa de estribor) pero es posible que haya hecho la resistencia suficiente para estabilizar la popa. La próxima vez que me enfrente a vientos fuertes de popa voy a hacer como Paul, y voy a añadir otro cabo colgado de la cornamusa de babor haciendo un bucle con la línea de vida, a ver qué tal. En esos casos de vientos fuertes no importa que te reste un poquito de velocidad, porque de hecho a veces vas sobrado y tomas rizos para frenar un poco. Ya os contaré el resultado.

Con cuidado, navegantes.

martes, 8 de febrero de 2022

¿Moto de agua?

 Hola navegantes.

Las motos de agua empezaron siendo eso, una moto, con capacidad para una persona y una inestabilidad en parado como las motos: te ibas al agua. Necesitabas llevar arrancada para mantener el equilibrio, exactamente como una bici o una moto de dos ruedas. Luego las fueron aumentando de tamaño y estabilidad, y las últimas que conocí eran para 3-4 personas y soportaban la estabilidad en parado, permitiendo incluso subirte a ellas desde el agua.

Pero la evolución del mercado ha llevado a esto:

Una embarcación con motor, puesto de conducción, propulsión y manillar como una moto de agua, rodeada del casco de un barco. Mide 5 metros de eslora y está destinada, según el fabricante, a ser "una combinación exclusiva que se puede convertir el nuevo capricho de los armadores de megayates". Caben seis personas, puede ser almacenada en la bodega de un megayate, puede llegar a la playa por su calado reducido (20 cm) y su sistema de propulsión de moto de agua, y el potente motor le permite alcanzar 50 nudos.

Eso sí, para ser un anexo es un poco carillo, pues cuesta entre 80.000 y 95.000 euros más IVA, mucho dinero para desembarcar en la playa. Y habrá que esperar a ver si la Administración las considera, a efectos de titulación y categoría de navegación, motos o barcos. Tened cuidado si os cruzáis con una, para no tener que oír "mira mira, no me no me, que te que te".

Con cuidado, navegantes.

domingo, 6 de febrero de 2022

Vergüenza ajena.

 Hola navegantes.

Antonio Doria, patrón del velero Tam-Tam y navegante oceánico, que ha prologado mi libro de la vuelta a Italia en el Corto Maltés, dice allí:

"Por mi trabajo, Atlántico para aquí y para allá, he tenido la suerte de encontrarme y compartir millas con muchos aficionados al mar y los barcos, así que veo que esto que llaman el “deporte de la vela” es una especie de cajón de sastre en el que cabe un poco de todo. En teoría practican vela los que tienen un barco que jamás sale de puerto, los que lo usan sólo como una segunda casa en la costa, los del 50 pies para la regata del domingo, o los muchos que compraron un barco demasiado grande sólo para alimentar sus sueños… Luego están los que efectivamente partieron, que son los menos...".

Y es tan verdad  que a menudo sentimos vergüenza ajena por anuncios o reportajes de barcos de vela que apuntan a los más bajos instintos. Y si no mirad este reportaje del velero J/45, que cuesta 676.000 euros, aparecido en la revista Voiles et Voiliers:


 En el texto dice nada menos:

"La competencia en estas esloras de barcos rápidos no se juega sólo en las prestaciones. Se trata también de ser hermoso, de adular el orgullo del propietario y de provocar celos en los vecinos de pantalán". 

¿Os lo podéis creer?. Con esos reportajes desde luego no fomentan el deporte de la vela, que debería ser su objetivo. ¡Qué vergüenza!. Y lo gracioso es que a veces a esos que se lo tienen creído y presumen en su pantalán,  la casualidad les da una bofetada cuando van a otro puerto. Por ejemplo mirad lo que conté en nuestra navegación a Elba, en el puertecito de la Isla de Capraia:

"Por la radio pedí atraque para dos días y me dijo el marinero que para el segundo lo tenía difícil porque esa tarde-noche llegaba una regata que llenaría todo el puerto. Pero cuando le dije que el calado del Corto Maltés era de 70 cm dijo que entonces no había problema, y nos puso en el pantalán más al fondo del puerto, en una zona que cala alrededor un metro, donde otros veleros no podían entrar. El cliché era profesional, con una iglesia vieja, desconchada y recoleta, de color manila con la torre del campanario rosa, reflejada en el mar al lado de nuestro barquito, inmejorable.

 Esa tarde-noche empezaron a llegar al puerto los barcos de la regata. Se trataba de una regata de barcos de época, la mayoría de madera, auténticas joyas de la náutica con tripulaciones uniformadas. Un auténtico regalo para la vista, aunque para desear uno de esos barcos hay que ser un maniático de la lija y el barniz. Yo no querría uno ni regalado. A nuestro estribor llegó también un velerito más viejo y pequeño que el Corto Maltés, calculo que poco más de 5 metros de eslora, con pabellón alemán y por lo menos con una pareja a bordo. Creo que también viajaba con ellos Cupido, pero a ese no le vi. ¡Venir desde Alemania en ese esquife, con lo fácil que es que una tormenta encuentre los puntos débiles de un barco viejo!. Está claro que el que no navega es porque no quiere y busca cualquier disculpa para justificar su indecisión. Aquél barquito no tenía ni quitamiedos, o sea que las maniobras en la cubierta en mitad del mar se hacían a mano libre, sin ninguna protección para un resbalón o una pérdida de equilibrio con una ola. Porque la cubierta de un velero, mojada y con el barco escorado, es resbaladiza como una capa de hielo. El fueraborda era de 4 CV (¡el nuestro de 6 nos parece pequeño!) y la cabina enana. La pareja de teutones estaba quemada por el sol, con un gracioso color rojo inglés en la piel de la cara, las piernas por debajo de los calzones cortos, los hombros... y no nos extrañó porque hacían toda la vida en el exterior. En aquella camareta no creo que cupieran ni sentados. Pero ahora viene lo sorprendente: en aquella precariedad de espacio nos daban cien vueltas a nosotros en “presentación”. Sacaban la botella de vino fresquita (obviamente tenían nevera) y hasta copas largas de cristal para brindar viendo posarse en el horizonte aquel sol de baloncesto, y ponían la mesa de la bañera ordenada, con mantelito y servilletas de tela, y con cubertería. Hacían el desayuno americano, por supuesto con huevos fritos y salchichas gordas de su patria.

Luego llegó a puerto un megayate a motor cuyo capitán pidió ayuda por la radio para hacer la maniobra. Repitió varias veces que venía “solo con su mujer”. Nos dio curiosidad y vimos todo el proceso. Un marinero subió a bordo para hacer firmes las amarras y otro se las colocaba en los norays sobre el muelle. En algún momento incluso el marinero tomó los mandos del barco, gobernando el timón. Mientras la mujer, bastante más joven que su marido, paseaba por la plataforma de popa sin mover un dedo y cuando terminaron les dedicó lo que podía tomarse por una sonrisa. No debía considerar propio de su rango agarrar un cabo. Lo más gracioso es que más tarde llegó otro megayate casi el doble de grande y lo colocaron a su costado. Debe ser frustrante tenértelo creído por ser dueño de un barcazo, presumir delante de tu mujer dando órdenes a la marinería, y que a continuación te recuerden tu pequeñez poniéndote al lado un barco que duplica al tuyo. ¡Así es la vida!."

De aquella recalada lo más claro es que eran más envidiables los alemanes (y a lo mejor hasta Ana y yo) que el del barcarrón. Y en la siguiente foto os enseño la aproximación a la Isla de Capraia desde el Sur, cuyos acantilados, con cierta incidencia de la luz del atardecer, reproducen los colores de la bandera italiana, verde, blanca y roja en barras verticales, correspondiendo el verde a la Cala Moretta con su vegetación frondosa, el blanco a la Punta Zenobito, y el rojo a la Cala Rossa, que es el último cráter del volcán que formó la isla:

 Y no señor, no se necesita un pepino de barco para ir a verlo.

Con cuidado, navegantes.

sábado, 5 de febrero de 2022

Desarmar un puente para pasar un barco.

 Hola navegantes.

Naturalmente, cuando yo voy con el Corto Maltés por los canales o ríos y no quepo por debajo de los puentes, tengo que quitar el palo. Pero claro, yo no soy Jeff Bezos ni dueño de Amazon. ¿Qué quiere hacer él?. Desarmar el puente.

En efecto, se está construyendo un velero gigante en Holanda, el Y721 (supongo que al botarlo le pondrá un nombre más simbólico) que costará 430 millones de euros y tiene 127 metros de eslora.

El problema, que sus tres mástiles elevarán su estructura a 80 metros, y no cabe por debajo del puente Koningshaven, de Rotterdam, la única vía para que llegue el mar, y que mide sólo 43 metros en su posición alta.


Los técnicos han dicho que es más fácil y barato desarmar el puente que desarbolar, y luego volver a arbolar, el gigantesco velero, aparte de que sería difícil encontrar los medios para hacerlo fuera del astillero. Por supuesto el multimillonario correría con los gastos de la obra en el puente, pero la ciudadanía ha montado en cólera y se ha revelado. No sólo porque el famoso puente, construido en 1878, fue destruido por los bombardeos nazis en 1940, y al reconstruirlo en 2017 se aseguró que nunca más volvería a desmontarse, y se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Supongo que también estará influyendo la rebelión contra los multimillonarios que se creen que el dinero lo consigue todo, ésto o viajar al espacio pagando millones de dólares por un viajecito de diez minutos. Creo que no quieren sufrir la humillación de ver cómo Jeff se permite un capricho pasando por encima de los sentimientos de todo un país.

La solución, este verano. 

Con cuidado, navegantes.

jueves, 3 de febrero de 2022

Carenado a flote.

 Hola navegantes.

El carenado anual es la operación más cara y aparatosa del mantenimiento de un barco. Hay que sacarlo del agua cada año (sólo las dos operaciones de la grúa, la limpieza con karcher y el alquiler de la cuna, unos 300 euros) para darle una pintura especial ("patente" o "antifouling") que evita que se peguen algas y caracolillos y le frenen, y en casos avanzados hasta le hagan imposible navegar a vela (la pintura para mi barco de menos de 7 metros, unos 150-200 euros). Como son pinturas "biocidas", para matar cualquier vida vegetal y animal que intente adherirse al casco, su permanencia en el agua hace que se desprenda poco a poco y pueda ser contaminante. Por eso la industria está obligada a sacar productos cada vez menos dañinos, pero que a su vez son menos efectivos. Hay que sacar el barco del agua con una grúa, dejarlo en seco un  par de días para aplicar una o dos capas de pintura y que se seque, luego sostenerlo con la grúa o cambiar los apoyos para poder pintar también los puntos donde estuvo apoyado, y volver a echarlo al agua con la grúa.

Recientemente se han buscado sistemas alternativos, como pinturas que duran hasta 5 años y los ultrasonidos.

1) Las pinturas que duran más de un año parecen la panacea, pero son carísimas (ya que duran más años) y hay que aplicarlas sobre un casco virgen, lo que obliga a decapar la pintura de años anteriores y por eso el primer año resulta prohibitivo. Además no todos se creen que dure de verdad 5 años.

2) Los ultrasonidos se basan en aplicar al casco, desde dentro, una vibración que evita que se adhieran los primeros gérmenes microscópicos, y sobre ellos las algas y los caracolillos. Son aparatos caros y que consumen batería, que protegen sólo unos metros de casco (en barcos grandes hay que instalar más de uno, y el precio se dispara), que producen un ruidito que algunos les molesta para dormir, y que en los veleros llegan mal a las partes "macizas" como el timón o la quilla, y allí son mucho menos eficaces. Respecto al ruidito, yo he estado amarrado en pantalanes junto a barcos que lo tenían, y se oye hasta desde el barco de al lado o desde el pantalán.

Otro inconveniente de ambos es que al no sacar el barco del agua no puedes realizar otros mantenimientos que se hacen al tenerlo en seco, como cambiar los ánodos, revisar el eje de la hélice, el estado de la sonda, la corredera y los pasacascos, etc.

Recientemente se ha probado un sistema que rompe con todo lo conocido. Se trata de una estación que permite limpiar el barco sin sacarlo del agua, con unos rodillos como los que limpian los coches.

El barco se introduce en un pantalán cuyo fondo y paredes son herméticas, hechas de una funda gruesa que luego puede recogerse para retirar todo lo que se ha desprendido y que no se esparza por el resto del puerto. Allí unos rodillos y un chorro de agua a presión desprenden todo lo que se ha adherido, incluso en la quilla y el timón, aunque de momento no sirve (por la forma de los rodillos) para catamaranes y veleros biquilla. No se aplica ninguna pintura y por lo tanto la limpieza conseguida durará mucho menos que con la patente, aunque todavía no se sabe cuánto. Yo una vez hice la prueba de dejar la cola del fueraborda sin patente, y al cabo de 5 meses salió así:

 Si el barco entero tuviera esa selva, os aseguro que no avanzaría a vela. O sea que yo supongo que habrá que meter el barco a limpiar por lo menos cada 1-2 meses. La tarifa de Les Sables d'Olonne, donde lo están probando en Francia, es de 150 euros por tres lavados, para un barco como el mío. Si asumimos 50 euros/lavado y hacerlo 10 veces al año, da un total de 500 euros al año, prácticamente como darle la patente. Pero nuevamente con este sistema tampoco se pueden hacer las otras operaciones necesarias con el barco en seco, por lo que tarde o temprano habrá que sacarlo con la grúa, y eso encarece el coste final de la limpieza.

En resumen, que habrá que esperar unos años a ver cómo funciona el sistema de lavado, cuánto dura la limpieza en invierno y en verano y en distintas aguas, añadir el coste de sacar el barco de vez en cuando para los otros mantenimientos, y entonces echar cuentas.

Con cuidado, navegantes.