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miércoles, 22 de enero de 2025

Michel Mermod, de la vela a la acción humanitaria.

Hola navegantes. 

 Michel Mermod es otro icono, uno de aquellos pioneros de la vela que dieron la vuelta al  mundo en veleros pequeños y en condiciones muy precarias. De nacionalidad suiza, un país sin acceso al mar y que ha hecho tópica la burla de los "marinos suizos", fue el decimosexto hombre que dio una vuelta al mundo a vela en solitario, entre los años 1961 y 1966, y el primero de nacionalidad suiza, lo que le ha hecho allí tan famoso como a Guillermo Tell aunque a nosotros no nos suene ni de oídas.

 Huérfano a muy corta edad y criado primero por sus abuelos y luego por unos tíos, desde pequeño adquirió el gusto por la soledad, el descubrimiento del  mundo y de los otros hombres y culturas. Su primer viaje, con 21 años, fue combinando el autoestop y la canoa desde Alaska a la Tierra de fuego, incluyendo un recorrido de 5.000 km. en canoa por Canadá y un descenso del Amazonas en piragua.

 En 1961, con 25 años, encontrándose en Perú deseaba llegar a las islas del Pacífico y su primer intento fue con una balsa. Por suerte otro navegante que ya lo había hecho le convenció de no hacerlo debido al riesgo que asumía, y después da haber pasado dos meses en la selva recogiendo troncos de balsa y haberlos trasportado a Lima, abandonó el proyecto y quedó arruinado.

 Pasó entonces a buscar un  velero para el intento. Consiguió un casco de madera abandonado, de 7,8 metros de eslora y 2,6 de manga, una vieja barcaza pensada para la caza de ballenas, no para ser un velero:

 

y lo convirtió en velero con sus propias manos. Le añadió una quilla corrida, reforzó el casco, lo lastró con cemento, le añadió un palo, y construyó una cabina y unos interiores donde tratar de comer o de dormir era como intentar acomodarse sobre las llamas de una hoguera. Pero era "su" barco, le bautizó "Genève" en honor a su país, y desde las primeras pruebas de mar quedó de manifiesto que era pesado y lento, que no remontaba el viento mejor que el humo, pero bastante seguro para lo que intentaba:

 Para sufragarlo recurrió a los más variados trabajos, y a un concurso televisivo en el que tenía que ser capaz de avanzar 8 metros en línea recta rodando sobre un barril sin tocar el suelo, y encerrarse en una jaula con tres leones. Finalmente partió para el gran azul desde El Callao (Perú) el 4-11-1961 escapando de la policía, que no le había dado permiso para echarse al mar con semejante "barco". Por cierto, aunque tenía un pequeño motor de gasolina de 5 CV, en la práctica es como si no lo hubiera tenido porque se pasó casi toda la vuelta al mundo estropeado. Las entradas y salidas de los puertos las hacía "a la godille" (cinglando con un solo remo por la popa) o pidiendo remolque.

Su circunnavegación le llevó 5 años, y fue un poco atípica porque el continente americano no lo atravesó con el velero ni por Panamá ni por Hornos (lo había atravesado en la piragua por el Amazonas) y porque al llegar a Nueva Caledonia se desvió hacia el Norte para recorrer Filipinas e Indonesia:

 Todo su viaje estuvo marcado por la precariedad de los medios y una pobreza casi bíblica. Entre las anécdotas, cómo se libró de una plaga de cucarachas adoptando y embarcando un lagarto que se las comió todas, sus intentos para dejar de fumar, o sus métodos para librarse de las novias con las que querían casarle en distintas escalas. Sufrió varios temporales en los que tuvo que ponerse a la capa o a la fuga, y distintas averías del piloto de viento que le obligaron a a pilotar a mano durante varios días sin poder dormir, y varias roturas de velas que tuvo que recoser (e incluso hacerse una vela mayor nueva) en el reducido espacio de la camareta. Y entre los problemas crónicos, los fallos del calafateado del casco y la cubierta, que le hicieron estar casi toda la vuelta al mundo achicando la sentina y secando los libros, la ropa y la cama. Un problema más de los barcos de madera. Siempre que veo un precioso barco antiguo de madera barnizado y reluciente digo que yo no lo quiero ni regalado, y es la pura verdad.

Michel era un auténtico "carbonero", apelativo que daban los marinos antiguos a los navegantes que atraían los cielos negros. No he leído ninguna otra vuelta al mundo con tantos huracanes y tormentas. Pues después de haber salido victorioso de varios tifones en las aguas de Filipinas, en el Océano Indico y en el canal de  Mozambique, el vuelco definitivo se produjo en el Mediterráneo, faltándole pocos días para llegar a Francia. Fue un golpe de mistral que le volcó el barco, y aunque se enderezó ya quedó tocado, inundado, habiendo perdido gran parte de su material y con distintas heridas. Aun así consiguió llegar con sus propios medios hasta Hyères, donde terminó su viaje el 2-12-1966 entre tormentas de nieve.

Toda su aventura la contó en un libro, que he conseguido de segunda mano en Internet:

El Genève fue adquirido por un museo para ser expuesto, aunque la falta de mantenimiento estando a la intemperie acabó por destruirlo, y creo que ya no se conserva. Lo mismo que está pasando con la balsa y las carabelas de Vital Alsar en Santander (los troncos de la balsa se pudrieron, los de ahora son de fibra de vidrio, y a las carabelas se les han caído los palos).

De vuelta a Suiza pasó 4 años en la universidad para hacer las carreras de Sociología y Antropología, escribió su libro, conoció a su actual mujer, Viviane, y juntos construyeron un velero más grande, el "Oudioux", para dar una segunda vuelta al mundo. Lo más interesante de la segunda es comprender su enorme desengaño al recorrer los mismos lugares unos años después, que les llevaron a dejar de navegar y a dedicarse a la ayuda humanitaria en distintas crisis y países. Pero de eso os hablaré otro día, cuando me haya leído su segundo libro, donde lo cuenta.

Mientras tanto podéis escuchar esta entrevista sobre su vida (en francés):

Clic aquí

Con cuidado, navegantes.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado. Gracias porr publicarlo y compartirlo. Un saludo, Milo

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  2. Muy interesante historia y protagonista....
    Gracias!
    Rodolfo.

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