Hola navegantes.
Uno de los problemas del Corto Maltés es tener el fueraborda en un pozo, en el suelo de la bañera.
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La mayoría de los veleros con fueraborda lo llevan atornillado en el espejo de popa, es decir, por fuera del casco. Pero por eso no penséis que los ingenieros navales que diseñaron el Tonic 23 eran unos cabezas de chorlito. Tenerlo en un pozo permite que esté más adelantado (aproximadamente un metro más a proa) con dos ventajas principales:
1. Cuando las olas vienen por la popa, la hélice se sale menos del agua al ir más cerca del centro de carena. Y eso no es ninguna tontería, porque si la hélice se sale con las olas el barco se gobierna peor, y cuando queda en el aire, al faltarle la resistencia del agua, el motor se revoluciona a tope y puede quemarse.
2. Está más protegido de los golpes que inevitablemente le dan los demás barcos en los puertos.
A cambio tiene algunos inconvenientes:
1. Siempre está en el agua, lo que hace que le salgan más caracolillos y que se desgasten más los ánodos.
2. Como está en la banda de estribor, el velero, a motor, tiende a irse hacia babor, lo que aparentemente podría dificultar las maniobras en puerto.
El segundo inconveniente es muy fácil de corregir, dejando el fueraborda fijo en una posición un poco girada hacia babor, de manera que impulse la popa hacia babor (y por lo tanto la proa hacia estribor) corrigiendo el rumbo.
Sin embargo el primer inconveniente es origen de muchos quebraderos de cabeza. Un motor en el agua, sin darle patente, en pocos meses se queda así:

Y el ánodo, en 3-4 meses, así:
Lo que quiere decir que para mantener el fueraborda bien hay que sacarlo cada 3-4 meses para darle la patente y cambiar el ánodo. Pero claro, se te puede olvidar, y si no se te olvida tienes que pensar en tu espalda.
Un motor de 8 CV de 4 tiempos pesa unos 45 kg, y para sacar ese peso muerto del pozo, a pulso, hay que ser el primo de Zumosol. Te arriesgas a tener una hernia de disco que acabe con tu afición para siempre. Y con el barco en marcha, escorado y con olas (por ejemplo, si pillas un plástico con la hélice y tienes que sacarlo del pozo) lo considero casi imposible. Por eso yo siempre he elegido el motor buscando que pese poco. Inicialmente tuve un Selva de 8 CV que, al tener un solo cilindro y por otras características, sólo pesaba 27 Kg. Cuando se me estropeó y tuve que cambiarlo durante la vuelta a Francia, en aquellos parajes campestres pero tan poco marineros de los canales, sólo encontré un concesionario de Mercury en el club de vela de un pantano. Y claro, en agosto y en la Francia profunda, tuve que comprarme el que tenía en exposición, uno de 6 CV, que también pesaba 27 kg. Estuve un tiempo dudando si sería suficiente potencia para el Tonic 23, para el que el astillero recomendaba motorización de 6 a 10 CV, pero ya he visto que sí y con esos 6 CV terminé la vuelta a Francia, luego di la vuelta a Italia, fui a Londres, y recorrí toda la cornisa cantábrica en los siguientes años.
No obstante, nunca he parado de dar vueltas al problema de los caracolillos intentando encontrar una solución, y creo que ya la tengo. Los biomasa que sale en la parte sumergida empieza por una capita de algas de color verdoso, verdín o "cardenillo", como la que hemos quitado este año de casco, sobre la que finalmente se instalan los caracolillos y los sargazos. Esa biomasa inicial necesita la luz del sol y el agua salada para medrar. De hecho, en mi barco crece más en el lado de babor del casco, que es donde le da más horas el sol. Si le quitamos el sol y el agua salada, no debería crecer nada. Además la acción galvánica que desgasta los ánodos se produce en agua salada, mucho menos en agua dulce. De hecho, el vendedor francés del concesionario Mercury, que siempre había trabajado en el agua dulce del pantano y de los canales, ni siquiera sabía que los ánodos hubiera que cambiarlos.
La idea es que cuando el barco esté en el atraque (especialmente en los meses de invierno, en que navegamos menos) podamos mantener su parte sumergida a oscuras de la luz del sol y en agua dulce. Para eso hemos comprado una manga en AliExpress (7,39 €) plegable y negra, y con las costuras termoselladas:
Tiene que ser plegable para poder pasarla entre la cola del fueraborda y el agujero del pozo:
negra para que no deje pasar la luz del sol, y termosellada para que el intercambio de agua entre el interior y el exterior de la manga sea mínimo. De hecho, es una especie de cubo plegable diseñado para transportar agua:
La manga se coloca de abajo arriba (ayudándonos con el bichero) de manera que quede dentro la cola del motor, y se deja con su borde un poco por encima de la superficie del mar.
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A continuación se pasa la manguera del pantalán al interior de la manga, y se deja correr el agua hasta que desplace a la salada que había quedado dentro. En esas condiciones se arranca el motor (en punto muerto para que la hélice no la rompa) y se va probando el agua que sale por el chivato de la refrigeración. Ese chivato es un chorrito de agua que expulsa el fueraborda para comprobar que refrigera bien, y cuando sale dulce significa que todo el contenido de la manga es agua dulce.
Entonces se para el motor y así se puede dejar hasta que volvamos a navegar, con la seguridad de que la parte sumergida está en agua dulce y a oscuras. Y si queremos todavía más eficacia, podemos echar un poco de lejía en la manga, y con eso seguro que no crece nada.
Cabe esperar que con las olas algo de agua salada se introduzca, pero a cambio, como en Santander llueve mucho, también se irá cargando de agua dulce de la lluvia y el resultado final puede ser que se compense. De todos modos, cuando vayamos a cualquier gestión al barco arrancaremos el motor y con poco esfuerzo lo rellenaremos de agua dulce por arriba. Y mataremos dos pájaros de un tiro, porque estaremos endulzando el motor además de protegerle de los caracolillos.
Como avance de su probable eficacia, os enseño el resultado con una manga anterior blanca, que utilizamos de prueba, y que lógicamente deja pasar algo de luz solar a su interior. En tres semanas así estaba por fuera:
y así por dentro, sin nada de verdín:
Obviamente el verdín que tiene por fuera estaría en el motor si no la hubiéramos puesto. De aquí al verano espero poder deciros si dio resultado, o si me tengo que callar con una risa sardónica.
Con cuidado, navegantes.