No hay nada fácil en la navegación, y menos en la corriente poderosa de un río. En el Garona hay que llegar y marcharse del pantalán con la corriente por la proa, de manera que la maniobrabilidad sea la máxima. Pero luego, para la estancia en el pantalán, tienes que estar con la proa había la desembocadura. Es así porque cuando la marea sube se produce el encuentro de dos masas de agua, la salada que viene del mar contra la dulce que baja por el río, y este encuentro produce unos remolinos y unas olas tremendos, que sacuden al barco y es lo que nos hace colocar los muelles en las amarras. Es como estar en una esclusa que se llena, y por supuesto como el barco sufre menos es dando la proa a la corriente mas fuerte, la de la marea.
Por el contrario al bajar la marea las dos fuerzas se suman en la misma dirección, hacia el mar, y todo transcurre suavemente, sin olas ni remolinos, como una esclusa que se vacía. Entonces el barco recibe la corriente por la popa y no se menea, y no pasa nada siempre que el timón esté bien amarrado a la vía, claro.
Por lo tanto, para la llegada tienes que hacer la maniobra de proa a la corriente más fuerte, y si te has quedado con la popa hacia la desembocadura luego tienes que dar la vuelta al barco. Y eso hay que hacerlo en la estoa de las pleamar o de la bajamar, que es el tiempo en que la marea ni sube ni baja y que suele durar una media hora en Santander (en el Garona es menos).
Para la salida de Burdeos hay que pasar bajo el puente de piedra. Tiene 17 ojos, que corresponden a las letras de Napoleón Bonaparte, aunque sólo 16 de ellos están sobre el agua porque el de más a la derecha subiendo el río está sobre la tierra. Actualmente hay que pasar por algunos de los 3 centrales.
Pues resulta que en dos de ellos han puesto unas guías, protegidas con gomas como las de los puertos para los mercantes, con objeto de que si los remolinos te sacan del centro del paso te choques con algo más protegido y no rompas el puente.
Están pensados para los barcos fluviales de pasajeros, que atraviesan el puente en la máxima bajamar. Pero claro, esas guías hacen el paso más estrecho, y lo que es peor, al subir la marea quedan bajo ese agua marrón y dejan de verse, convirtiéndose en un obstáculo contra el que puedes chocar.
Yo había decidido pasar por el ojo que no tiene guías, y luego los locales me han confirmado que es lo que hacen ellos. De los tres accesibles es el de más a la izquierda.
Respecto a la hora, entre Burdeos y Castets-en-Dorthe hay 29 millas, y allí la pleamar es a las 14 h. y es cuando abren la esclusa. Como tendríamos la marea a favor esperábamos hacerlo a más de 5 nudos, y por lo tanto emplear unas 5 horas. Así que salimos a las 8.30 cuando la marea llevaba una hora subiendo. Y está vez todo salió redondo. En la foto, pasando bajo el puente de piedra (bueno, un poco después de pasarlo, que debajo del puente no hay que estar a tonterías):
Luego nos impulsó la marea a más de 7 nudos y llegamos puntuales a la cita con los escluseros. Y ya estamos en los canales.
Os enseño el sistema para llevar el timón sentado en la entrada de la camareta. La caña está derivada al carro de escota de la mayor a través de las poleas del espí, y hace suficiente resistencia para sustentarse fija donde la dejas. Puedes ir sentado en la entrada de la camareta a la sombra del paraguas, y de vez en cuando mirar al frente y corregir.
También os enseño los estragos que puede hacer el río cuando se viene arriba: hundir no sólo los barcos deportivos que encuentra en su paso, sino también los mercantes:
Hemos acabado el día en Castets-en-Dorthe, un pueblecito con poco que reseñar porque tanto el castillo de Hamel como la Iglesia estaban cerrados.
Y la última foto es para los que crean que ya lo han visto todo: una bolera con árboles en medio:
Con cuidado, navegantes.
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