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viernes, 19 de noviembre de 2021

Falleció Maximilien Berque, uno de los gemelos aventureros.

 Hola navegantes.

Igual no le conocéis, pero Maximilien, gemelo de Emmanuel, ha sido uno de los más grandes aventureros náuticos de los últimos 50 años. Falleció el 11 de agosto, a los 71 años, como todos quisiéramos: durante el sueño.

Su padre, Jacques Berque, fue un famoso sociólogo y antropólogo que criticó el protectorado francés en Marruecos, fue represaliado y escribió numerosos libros que influyeron mucho en la política de su país, y de Europa, con el mundo árabe.

Los gemelos nacieron en 1950 en Marruecos. Rebeldes e inseparables, pero poco proclives al compromiso tal vez como reacción al enorme de su padre, vivieron una juventud de  "mar, sexo y surf" en la costa de Las Landas. Pero el tiempo no pasaba en balde y en los años en que todos sus amigos se establecían en la sociedad, ellos habían caído en la marginalidad y casi en la indigencia, sin profesión ni oficio, viviendo en tiendas de campaña o en chamizos en las dunas de Las Landas para poder hacer surf.


 A los 32 años se hacen esta reflexión:

"Paradójicamente, sin una moneda en el bolsillo, hemos vivido en el lujo. El lujo del tiempo libre, de las relaciones desinteresadas. Queríamos gustar sin poseer, existir sin tener. El problema es que a fuerza de ser libres nos hemos hecho muy diferentes, miserables y aislados, completamente separados de los demás, finalmente prisioneros en un embotellamiento cada vez más estrecho, encerrados en nuestra libertad. Puede ser también la edad. Hemos vivido hasta aquí completamente despreocupados, como niños, sin pensar jamás en el futuro, totalmente confiados en un porvenir que a la fuerza tenía que ser bonito. Por lo menos tenemos la suerte de estar en buena salud  (nota: no del todo, pues poco después le dio un infarto) y todavía gustamos a las chicas. Pero pronto ellas elegirán a otros, por su juventud o por su estabilidad pecuniaria... "

Por aterrizarlo todo: se dieron cuenta de que habían metido la pata. Y con la necesidad de hacer algo "importante" decidieron atravesar el Atlántico en un  mini-velero construido por ellos mismos, el "Micromegas", de 4 metros de eslora. 

 

Y lo hicieron sin electrónica, sin radio, sin baliza, sin  motor, sin balsa salvavidas, sin esponsor y sin  asistencia externa. Más de 6.000 millas entre Las Landas y Florida. La travesía la hicieron en 1996 pero no escribieron el libro ("Les mutins de la mer") hasta 2001. Al llegar a Florida se hicieron esta reflexión:

"Ya en suelo americano nos dimos cuenta de que nuestro récord era ciertamente fabuloso, pero tan inútil como correr los 100 metros en 9 segundos en una final olímpica".

Claro, desde el punto de vista práctico no les resolvía nada haberlo logrado.  De hecho, sin dinero para repatriar el barquito, decidieron dejarlo abandonado en el muelle de una mansión en los canales de florida, con las velas, el acastillaje y el sextante, para que al menos sirviera a algún niño para jugar.

En los años siguientes, tal vez porque era lo único que podían hacer, se dedicaron a batir otros récords náuticos. El más famoso, otra travesía del Atlántico en un "prao" (piragua polinesia con balancín) construido por ellos mismos, sin ningún instrumento, ni brújula, ni sextante, ni reloj, ni cartas, ningún libro y  ni siquiera una guía de las estrellas. Fue en 2003 y ya tenían 53 años. 

 

El prao medía 6,5 metros de eslora, 80 cm de manga, y pesaba 300 kg. Salieron de Lanzarote en marzo, con intención de llegar a La Desirade, en Guadalupe, más de 3.000 millas al Oeste.

 

La fecha tan atípica la eligieron por la posición de los astros, que es lo que iban a utilizar para orientarse. Habían memorizado las posiciones de las estrellas que tendrían en el cénit en cada latitud cada día, y con eso se orientaron. Y lo consiguieron, porque alcanzaron la minúscula isla (3 x 10 km) 27 días después.

La vida a bordo fue espartana, sin cocinilla, comiendo a base de gofio, latas de sardinas, leche en polvo, y el agua racionada a un litro por persona y día. Todo el viaje estuvieron con los trajes de aguas de plástico pegados en las muñecas y los tobillos con cinta americana para que no entrase agua, y durmiendo por turnos en una cama ataúd.


 

¿Y al llegar?. Pues igual que la vez anterior:

"Estábamos como locos de contentos, aunque nadie nos esperaba a la llegada ya que sin patrocinador no suele haber prensa. Esto explica la confidencialidad de nuestra travesía. Es el precio que hay que pagar. Creemos que una navegación de este tipo podría haber interesado al mundo. Del mismo modo que Thor Heyerdhal se convirtió en su época en un  héroe mundial con el "Kon Tiki" y eso que en su travesía teóricamente arcaica, él disponía a bordo de cartas, relojes, sextante, y emisor-receptor de radio. Estábamos muy contrariados. En fin, de cualquier modo, lo esencial es hacer las cosas. Lo repetiremos...".

Descanse en paz.

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