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lunes, 30 de septiembre de 2019

Con los grumetillo al Páramo.

Hola navegantes.

El sábado fue nuestra penúltima salida con los grumetillos, que hizo la número 14 de este verano, y les llevamos a estudiar la fauna de los arenales del Páramo.

En la bahía de Santander la profundidad fuera de la canal dragada para mercantes es tan poca que en las bajamares grandes quedan al descubierto las zonas arenosas de mitad del mar, sobre las que se puede tranquilamente pasear, y que coloquialmente llamamos “El Páramo”. Como son de fondo arenoso o fangoso, son el hábitat de toda la fauna marisquera y una fuente de vida impresionante. Se calcula que los estuarios (y eso es la bahía) superan en diez veces la productividad biológica de las selvas tropicales, a las que tradicionalmente consideramos las reservas de biodiversidad y de oxígeno del planeta.




Con los grumetillos provechamos una de las grandes bajamares (el sábado 28 fue de coeficiente 115) para desembarcar en los arenales a “echar una ojeada” y enseñarles la riqueza de este ecosistema. El horario tenemos que ajustarlo a la marea, por eso el sábado les llevamos por la mañana. Salimos dos veleros y dos motoras, ya que los veleros no podemos acercarnos a la orilla por nuestro calado y nos desembarcaron en el arenal las motoras.


 Nos acompañó un mariscador autorizado para evitar cualquier problema con las autoridades, y devolvimos al arenal las capturas.


En el aspecto del marisqueo lo más fácil y divertido para los niños es la captura de “muergos” o “navajas”, un molusco bivalvo que vive enterrado en la arena, muy utilizado en la cocina. Para capturarlos les hemos hecho traer un paquete de sal gorda. Hay que identificar el agujerito que dejan en la arena, que tiene forma de “8” o de “prismáticos”. El animal tiene una “cabeza” blanda que se hincha y se deshincha, por la que es capaz de engullir la arena mientras va creando un túnel vertical, a la vez que la expulsa por el otro extremo (que llamamos el culo) en forma de dos chorritos. Cuando ya está enterrado los dos chorritos dejan los dos agujeros en la arena que he comentado. Depositamos un poco de sal gorda sobre la marca, al poco rato se ve ebullir la entrada y termina saliendo. Hay que esperar a que sobresalga una parte de la concha, agarrarlo con dos dedos y tirar para sacarlo.


 Después de estudiarlo lo depositamos de nuevo en el fondo y empieza a comer arena labrándose un nuevo túnel, al principio en posición horizontal pero al ir profundizando de repente se pone vertical, como si estuviera haciendo el pino, y en pocos minutos se ha enterrado de nuevo.


También cogimos alguna gusana, que se utiliza como cebo para anzuelo. Es un gusano alargado, de hasta 50 cm, cubierto de patitas. También vive enterrada y se reconoce su escondite porque sobresale de la arena una especie de tubo rígido, como cartilaginoso, de uno o dos centímetros de altura. Se echa la sal gorda, y en pocos segundos observas que la sal sale del tubo como si alguien la estuviera empujando desde dentro. Y en efecto, es la gusana que al cabo de un rato asoma la cabeza y se la está esperando con una guadañeta o rastrillo de púas preparado. Cuando asoma hay que pincharla con un movimiento rápido, y al tirar suele salir su cuerpo entero. El sábado había poquísimas y sólo pudimos coger 4 ó 5.

La superficie del Páramo no es uniforme, tiene colinas y valles como cualquier playa, y se forman grandes charcos de marea donde quedan atrapadas todo tipo de especies animales. El sábado cogimos una pequeña sepia, de la que aprendimos su cambio de color para camuflarse, su forma de nadar y de huir a propulsión con un chorro de agua, y el uso de la tinta parea esconderse.






Con tantas novedades se nos pasó la mañana sin enterarnos. La marea comenzó a subir y el suelo desaparecía a ojos vista. El agua invadió el arenal varios metros por minuto, ya que la pendiente es casi inexistente, y nos fuimos con el agua por las rodillas. Unos minutos después, en los barcos, al terminar de secarnos y de vestirnos, contemplamos el espacio donde acabábamos de estar y sólo se veía una extensión de mar, porque el fondo estaba ya unos metros por debajo. Hacía muy bueno y nos quedaron todavía dos horas para bañarnos y dar unos bordos antes de volver a puerto, donde todavía nos dio tiempo a pescar algunos cangrejillos y quisquillas.


La última salida de este verano será el 6 de octubre, en las patrulleras de la Guardia Civil del Mar.

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