Porque no avisa. Es un viento fuerte y racheado del Norte al Noroeste que sopla en las costas del Sur de Francia, sobre todo en el Golfo de León. Se puede dar en cualquier momento del año pero es en invierno (noviembre a abril) cuando sopla con más fuerza,
alcanzando fácilmente los 50 nudos de velocidad (fuerza 10) con rachas en ocasiones
de hasta 90 nudos, y que se deja sentir hasta en Las Baleares o en Córcega. Suele durar de 3 a 6 días.
Se genera por la suma de vientos del anticiclón de las Azores (que giran en el sentido de las agujas del reloj y en Francia, por lo tanto, vienen del Norte: en rojo) con los de una borrasca que ya ha pasado y se sitúa al Este de Europa cuyos vientos giran en sentido contrario a las agujas del reloj, y atacan a Francia, por lo tanto, también desde el Norte (en azul). Estos vientos, sumados, se aceleran por efecto embudo entre las grandes cordilleras de Francia: entre el macizo Central y los Pirineos originando el mistral o tramontana de la parte occidental, y entre el Macizo Central y Los Alpes originando el mistral de la parte oriental, a la altura de Marsella (en verde).
Su peligrosidad deriva de que se presenta sin avisar, sin bajadas del barómetro o incluso subiendo ligeramente, y de que puede alcanzar en invierno características de temporal (fuerza 10) en quince minutos en mitad de un día soleado. Se puede sospechar por el cielo azul intenso (el propio viento aleja las nubes) la visibilidad muy clara, y unas nubes blancas con bordes nítidos en forma de puro o de lente encima de la costa y de las cordilleras:
Igualmente si se está en alta mar puede notarse la aparición de una línea blanca sobre el mar en el horizonte o a cierta distancia (es la espuma de las olas rompientes) y la formación de oleaje, signo de que nos llegará la tramontana en pocos minutos y de que hay que arriar todas las velas y prepararse.
Los navegantes de Cantábrico estamos acostumbrados a vientos totalmente predecibles, las borrascas que barren la cornisa cantábrica de Oeste a Este, entran por Galicia, siguen por Asturias, Cantabria y Pais Vasco a una velocidad constante y por lo tanto sabes exactamente qué dia van a llegar, con qué fuerza, y si no te conviene ese día no sales a navegar. Además se anuncian por una bajada del barómetro. El mistral se anuncia menos y por eso tendremos que estar muy atentos a los mapas de isobaras además de a los pronósticos locales en las capitanías.
Si te pilla en el mar hay que intentar llegar a puerto navegando cerca de la orilla para aprovechar su resguardo (salvo si hay montañas cerca del mar, en cuyo caso del viento descendente se acelera y es peor) y si no puedes, dar la popa al viento y correr el temporal hacia altamar, donde por suerte siempre habrá agua libre. Un refrán marinero dice que "viento de popa es medio puerto", y es cierto porque la velocidad del barco se resta de la del viento al ir en la misma dirección. Por ejemplo un mistral de fuerza 8 (38 nudos) corriéndolo a palo seco a 8 nudos, significa un viento real sobre el barco de sólo 30 nudos (fuerza 6) lo que es bastante llevadero.
Aunque el mistral no es típico del verano, creo que volveré del Mediterráneo con estrabismo, de tanto mirar con un ojo a la proa y con otro a las cordilleras que llevaremos por babor a la ida y por estribor a la vuelta, siempre pendiente de estas nubes tan bonitas pero de significado tan asustante.
Hola Alvaro, soy el padre de Mario y estoy probando si se mandarte comentarios para seguirte y comentar. Saludos
ResponderEliminarHola Higinio, ¡cuánto tiempo!. Nos conocimos en la época en que teníais el 470 en un remolque en la puerta de vuestra casa en Madrid para llevarle a los pantanos. ¡Qué tiempos!. Pues sí, el comentario ha llegado bien y por aquí estaremos, y a partir de mayo por las aguas del Golfo de León. Un abrazo.
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