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viernes, 29 de junio de 2018

Un regalo muy inmaterial.

En efecto, lo que os regalamos Ana y yo no existe ni ha existido. Porque mientras hacíamos el nombre de nuestro barco con la estela en la bahía de Brest, cuando hacíamos una letra ya se había borrado la anterior. Su valor radica en las 2 horas y en las 8 millas "inútiles" que os hemos dedicado por seguirnos con tanta ilusión.


Lo hicimos al salir de la ensenada de L'Auberlac'h. Primero intentamos hacerlo sobre fondo azul pero nos metíamos en una orilla de poco fondo:


Yo es las primera vez en mi vida que lo hago, utilizar la estela para dejar un mensaje. Hay que ir muy fino al timón (lo llevaba Ana) y vigilar los barcos alrededor para que no te interrumpan. Cuando se acerca uno hay que reducir la velocidad o acelerar, pero nunca cambiar el rumbo porque te estropea todo.

Hoy tuvimos que cambiar otra vez los planes por el viento. Estaba anunciado nordeste de fuerza 5, y el río Elorn, que queríamos recorrer hoy, tiene justo esa orientación. Antes que dar bordos interminables o subirlo a motor hemos preferido venir a Brest y adelantar nuestro segundo recorrido por el interior.

En efecto, descartado el plan de fondear junto al Monte Saint-Michel, lo iremos a conocer en un coche alquilado, y de paso la conocida como Costa de Granito Rosa, por el color de las rocas.

En Brest tienen una calle con las manos de los navegantes famosos, como en Hollywood de los actores famosos:


En mi anterior viaje a Bretaña ya os conté que en Les Sables tienen lo mismo, y en Arcachon, para ser más originales, de los pies. Allí me enteré que Tabarly tenía un dedo en gatillo, porque le contabas los dedos del pie y sólo te salían 4. Aquí en Brest tienen reservados los espacios para las futuras glorias de la vela:


Ahora la demostración de que puedes tener un barco podrido pero eso sí, bien adujaditos los cabos y a son de mar:


Y para terminar, una foto del Corto Maltés al abandonar la esclusa de Chateaulin, que me ha mandado la pareja de escluseros, Macha y Antoine. Gracias chicos:



Hasta mañana navegantes.

jueves, 28 de junio de 2018

La lombriz de los ingleses, y otros sitios.

Hola navegantes.

Hoy hemos madrugado a las 5 porque queríamos ver algunos sitios de la rada de Brest en pleamar, que era a las 6. Madrugar te da regalos como éste, y por el sueño no importa porque nos adaptamos a la marea y dormimos más de día:


Primero fuimos a ver el pueblo de Port María, con una iglesia preciosa al borde del mar. Luego un curioso fenómeno natural que llaman el "sillon des anglais". Creo que la palabra "sillon" no tiene una traducción específica al español, y se refiere a un tómbolo de arena o grijillo que une una isla a tierra, o a veces no une nada. Yo voy a traducirlo como "la lombriz de los ingleses" porque fijaos qué aspecto tiene desde el satélite:


Su entorno se seca en bajamar y como queríamos entrar para verlo estuvimos allí solo una hora tras la plea. Al natural es sólo un islote de grijillo con un poco de vegetación en forma de boina, unido a tierra por un tómbolo fino.


Es sorprendente imaginar lo que tienen que haber hecho las corrientes para crear ese extraño gusano en una costa virgen.

Luego fuimos a la desembocadura del río Hospital Camfrout. No sé de dónde coge el nombre, pero me quedé sin saberlo porque ya estaba bajando mucho la marea y no me atreví a meterme. A cambio fondeamos frente a una laguna interior y fuimos a verla
 en nuestro anexo de juguete.

A la vuelta comprobamos que desinflando sólo el tubo exterior nos cabe en la proa, lo que resulta muy cómodo para desembarcos sucesivos:


Luego fuimos a la bahía de Daoulas a esperar la pleamar de la tarde para subir el río del mismo nombre hasta la ciudad del mismo nombre. El fondeo es frente a un pueblo llamado Le Tinduff. Lo malo es que durante la espera se levantó un viento del nordeste de fuerza 5 que nos venía justo de cara. Fuimos hasta la desembocadura pero habríamos tenido que avanzar dando bordos por un cauce no balizado y con las orillas llenas de barro. Ayer hablé por teléfono con la alcaldía y me dijo que no me garantizaba la estancia, que subían pocos barcos, y que había mucho riesgo de varada. Con tantos mensajes en contra decidimos abandonar y nos hemos venido a la bahía de al lado, L'Auberlac'h.

Lo más típico de ella es que finaliza en una especie de dedo de guante y justo al fondo se ha formado otro tómbolo de grijillo que separa un mar interior accesible sólo en pleamar y por barcos de poco calado. Nos metimos para explorarlo con el corazón en un puño, y descubrimos un plano de agua liso como un espejismo, cuando fuera había olas de medio metro, y lleno de piraguas.


Hoy nos quedaremos a dormir en esta ensenada, y mañana probablemente vayamos a conocer el otro gran río, el Elorn.

Hasta mañana navegantes.

miércoles, 27 de junio de 2018

En una boya en la desembocadura del río Aulne.

Hola navegantes.

El día de hoy ha estado condicionado por la apertura de la esclusa de Chateaulin. Era a las 15.37 h, y por eso hemos pasado la mañana en Chateaulin dedicados a descansar, recorrer otra vez el pueblo y temas de intendencia. Hemos hecho un tramo de la pista de sirga del canal por la orilla de enfrente a la que hicimos el otro día. Es igual de bonita:


Como la subida del río nos costó 8 horas oyendo el motor hemos decidido sacrificar uno de los cojines para amortiguar el ruido que genera y que hace caja de resonancia en el pozo del motor. De momento funciona para quitar ruido, habrá que ver si hace que se caliente más. Si funciona será un chollo para la vuelta por los canales, que tendremos que hacer toda a motor:


El descenso del río han sido solo 15 millas porque en vez de volver a Brest nos hemos quedado en uno de los campos de boyas que os conté. Está en Terenez (podéis ver su posición en el apartado "Donde estamos" en la columna derecha). Las boyas están clasificadas por el tamaño del barco que son capaces de aguantar, lo que depende del "muerto" que tengan en el fondo (es el bloque de cemento que las sujeta). Las de 5 a 7 metros están muy cerca del pantalán de las vedettes de pasajeros, y a lo mejor mañana desembarcamos en nuestro anexo de juguete.


Hasta mañana navegantes.

martes, 26 de junio de 2018

La catedral torcida.

Hola navegantes.

Hoy hemos ido en tren a Quimper, como siempre llevando las bicis para hacer más ágil la visita. Al ser un tren regional las bicis se pueden llevar sin bolsa. Lo primero que fuimos a ver fue la catedral, y cuál no sería mi sorpresa al ver que la nave central está torcida:



Para estar seguro de que no era una apreciación subjetiva conseguí un plano, donde se ve claramente no sólo la irregularidad de su nave central, sino la total anarquía de los espacios y las líneas entre las columnas:


¿A que parece diseñada por alguien que acaba de recibir un golpe en la cabeza?. Preguntando nos han dado dos versiones. La pía sostiene que la desviación del coro representa la inclinación de la cabeza de Cristo respecto a la Cruz. La prosaica dice que se encontraron un río subterráneo, afluente del Odet, y tuvieron que adaptar la catedral a su curso. Quedaos con la que más os guste.

Recorriendo la orilla del río nos encontramos con este triste espectáculo:



A su lado estaba el dueño que nos contó su historia. Navegando hacia Brest tuvo una avería de motor y tuvo que entrar de urgencia por el río. Sabía que el barco iba a varar en la bajamar y la primera noche no le puso los puntales. El barco se acostó contra el muelle y quedó apoyado en los obenques, con riesgo de caerse el palo. La segunda noche se los puso, con la mala suerte de que el fondo es irregular y esta vez se ha tumbado hacia fuera, tumbándose encima del puntal de babor. Estaba esperando la pleamar para ver si el barco había doblado el puntal o si el puntal había agujereado el casco. Mal rollo el de los puntales, yo los llevo como mal menor, pero os confieso que no me gusta nada tener que usarlos.

Y ahora una concesión a mi otra profesión. La estatua de Laenec, inventor del fonendoscopio, que nació en Quimper. Antes se auscultaba apoyando la oreja directamente en el pecho del paciente, y con las mujeres era violento. Se le ocurrió al ver a unos niños jugar con una caña, cuando uno se la aplicaba en la oreja para oír amplificado el sonido de raspar con ella. Luego escribió un libro de dos tomos sobre lo que acababa de inventar.


Y para terminar las chapas que voy recogiendo para uno de mis grumetillos, que hace colección. 


Mañana volveremos en el Corto Maltés a la rada de Brest.  Hasta mañana navegantes.

lunes, 25 de junio de 2018

Más cosas de Chateaulin.

Hola navegantes.

La senda ciclable de Chateaulin resultó ser el camino paralelo al canal de Nantes a Brest. ¡Que recuerdos del canal de Midi!. Este tramo de canal tiene las esclusas como las de antaño, se abren con manivela. Al inicio del tramo te dejan una manivela que devuelves al final. Pero claro, en esta época de vaguería generalizada también se han inventado artilugios para no mover el brazo. Vimos un usuario que se ha hecho este aparato con un motor de gasolina como los de las motosierras, adaptando una llave de copa del tamaño del eje de la manivela en el extremo del motor:


Otra curiosidad, la adaptación de fuerabordas a las peniches antiguas, que eran de tracción animal. El de la foto tenía uno de 50 CV y otro de 60.


En la pista vimos una nevera rarísima y resultó ser un "frigobiblio", una forma de reutilizar neveras viejas como punto de intercambio de libros en la calle:



Nosotros también hacemos inventos. Aquí no llega la brisa del mar y hace un calor demencial. Hemos reutilizado un paraguas viejo como sombra para el tambucho de proa:


Y para terminar, una foto del Corto Maltés en el río Aulne:


Mañana iremos en tren a Quimper, si nos lo permite la huelga de trenes. Hasta mañana navegantes.

Cosas de Chateaulin.

Hola navegantes.

Ayer en el río tuvimos otro ejemplo de que en este viaje Murphy ha decidido dejarnos en paz. Llevábamos la nevera conectada a la batería ya que íbamos a motor y con mucho sol dando en el panel solar. En un momento empezó a chirriar y se paró. Ya me estaba imaginando el mismo culebrón que en la navegación a Elba para conseguir una nevera nueva, pero fue que no: a la media hora volvía a funcionar y ha estado toda la noche en marcha, aparentemente sin problemas.

Ayer tras pasar la esclusa teníamos dos posibilidades: quedarnos en Port Launay o en Chateaulin. El primero es simplemente un amarradero a lo largo de la calle principal y única de la ciudad, sin luz ni agua, pero muy pintoresco:



El segundo debería tener un pantalán de visitantes con luz y agua. Fuimos al segundo y nos encontramos que de lo que habían sido 6 pantalanes sólo quedaba el muñón de uno, aboyado y oxidado, con cabida sólo para dos barcos, y ocupado. Al parecer lo que falta se lo llevó un temporal en 2010 y no lo han renovado. 


Nos abarloamos a uno de ellos y utilizamos la torre de luz y agua, que al parecer es gratis. Además hay que pedir en la alcaldía la llave del prefabricado de los aseos, pero ayer era domingo y estaba cerrada.



Como estos amarraderos son gratis están lleno de barcos abandonados, de esos que te hacen reflexionar. Aquí utilizan un sistema para apartar el barco del muro y que no se rompan las defensas y el barco acabe destrozado. Amarran una viga de madera a proa y a popa que mantenga al barco apartado:


Ahora fijaos lo que se le ocurrió a este: ha puesto un cartel que dice "en caso de necesidad y antes de toda intervención..." y a continuación su teléfono. El lamentable estado de podredumbre y abandono no ha debido ser considerado "una necesidad" y el pobre barco continúa su imparable deterioro sin que el dueño se dé por enterado.


La siguiente esclusa de Chateaulin ya da acceso a los canales y curiosamente sigue siendo de apertura manual. Hay que pedir la manivela en la alcaldía.


Hoy nos quedamos conociendo los alrededores de Chateaulin en bici, y mañana seguramente iremos en tren a conocer Quimper.

domingo, 24 de junio de 2018

Con monos narigudos esto sería Indonesia.

¡Madre mía!. Es increíble que a 8 millas de una gran ciudad como Brest exista este río y estos paisajes exuberantes. La navegación de hoy ha sido un poco larga, 31 millas, porque no sabíamos la cantidad de sitios de fondeo que hay en la rada. Esto es como el golfo de Morbihan, en cada recodo o cala protegida, y son muchas, hay un campo de boyas donde puedes quedarte a pasar la noche o esperar la marea favorable. A la vuelta fraccionaremos el viaje para conocer alguna.

Entramos en el río Aulne con la marea y hemos pasado las 8 horas de navegación alternando la vela y el motor según cómo nos alcanzará el viento en cada meandro. Un paisaje a veces campestre con casitas en la orilla


y a veces  selvático con árboles enormes que recuerdan el Amazonas. Hay que concentrarse porque tiene afluentes que pueden confundirse con el propio río. Nosotros por ejemplo, comentando los inconvenientes que tendría vivir en este casoplón instalado en una islita y rodeado de pinos


 nos distrajimos y casi encallamos, al confundir un afluente:


Pasamos también por un cementerio de barcos militares, donde a pesar de decir la cartografía que tenía el tráfico restringido, un barcarrón había fondeado y le acababan de echar los militares.


Es una pena que además de los campos de tiro se hayan apropiado de una gran parte del Sur de la rada, con bases y una escuela militar, y de uno de los recodos más bonitos del río para cementerio.

Después de otros acaecimientos llegamos a la esclusa anterior a Port Launay, que se llama esclusa de Guily Glaz (que significa "el bosquecito con todos los colores del mar") a las 15.30 h, justo en pleamar. Después del susto de verla cerrada, llamamos por teléfono (aquí no usan la radio VHF) y nos la abrieron. La esclusera, Macha, resultó estar casada con Antoine, de ascendencia española, y estuvimos como una hora de charla y con la esclusa parada (ya habréis deducido que por aquí no vienen muchos barcos).


Nos contó que acababa de haber una concentración de veleros clásicos, nada menos que 90, y que hoy estaban volviendo a sus puertos de origen, por eso nos habíamos cruzado con tantos en el río:


Macha ha sido previamente música, flautista en la orquesta de Estrasburgo, y lo tuvo que dejar por un problema médico. En su nueva profesión de esclusera está intentando retomar el acordeón.


En la esclusa se nos presentó Anne Hulaud, la corresponsal del periódico Le Telegramme, el de mayor tirada en Bretaña, que estaba siguiendo la noticia de la concentración de los veleros clásicos. Con su olfato periodístico se sumó a la conversación y se interesó por nuestra vuelta a Francia, nos hizo unas fotos, y suponemos que lo publicará dentro de unos días. Ya os contaremos.

Mañana os contaré cosas de Chateaulin. ¡Salud a mares!.

sábado, 23 de junio de 2018

Tierra de contrastes.

Hola navegantes.

Después del calor que aguantamos ayer, hoy hemos dormido con 13 grados en la camareta. Aquí los contrastes son enormes. Al sol puedes estar a veintitantos grados, pero se nubla un rato, o se levanta un poco de brisa, y la temperatura cae 10 grados. Hoy al volver al barco necesitamos poner los dos ventiladores, y luego cuando nos acostemos necesitaremos el calefactor.

Hoy hemos recorrido en coche el norte de Bretaña. Primero fuimos a Landernau, el pueblo al final del río Elorn, al que queremos llegar con el barco. El pueblo es precioso pero el río, en marea baja, es un chorongal en el que sólo subsisten dos barcos:


El de la rampa es de una asociación local que lo mantiene para no perder la tradición (en sus buenos tiempos Landernau tuvo 40 barcos de pesca) y el velero es de un navegante que se radicó en Landernau, se echó una novia, y el barco lo tiene tan abandonado que ya lo regala. Si finalmente nos decidimos a subir navegando el río nos quedaremos abarloados a él, porque tiene a punto una escalera de aluminio perfecta para subir al muelle en bajamar.

Debe hacer años que ya no vienen barcos por aquí. Fuimos al ayuntamiento a preguntar qué había que hacer para quedarse una noche y para que nos abrieran el puente levadizo y la funcionaria no tenía ni idea. Se quedó mi teléfono para enterarse y llamarme. Yas os contaré cómo acaba el peliculón.


Luego estábamos Ana y yo comentándolo en un banco y se nos acercó una señora. Se presentó como concejala. Había oído nuestra conversación con la funcionaria y vino a tranquilizarnos sobre la acogida de su pueblo a los extraños, y a contarnos sus excelencias, como el museo del escultor Henry Moore y el festival de música en la calle, que era precisamente hoy.

El resto del día hemos recorrido la costa Norte, por la que pasaré navegando con Daniel. La sorpresa ha sido ver playas enormes de arena blanca detrás de lo que desde el mar es un estornudo de arrecifes, rocas y escollos insalvables. He tomado las coordenadas de algunas de ellas porque había barcos locales amarrados en boyas tan tranquilos. Si vinieran mal dadas a lo mejor intentábamos entrar a fondear en alguna de ellas.


Especialmente bonita es la que hay frente a la Isla Virgen. Está cerca de la orilla y en bajamares extremas se puede acceder andando. Tiene el faro más alto de Europa, con 82 metros, y el más alto del mundo de los construidos con piedra de sillería. Los fareros le llamaban El Purgatorio, porque estaba entre el infierno (los del mar) y el paraíso (los de tierra):


Mañana volveremos a navegar. Intentaremos remontar el río Aulne (28 millas desde Brest) pasando varios puentes y una esclusa. Hay que acertar bien con la marea para llevarla a favor y poder hacer el recorrido en una sola marea. Si lo conseguimos dormiremos uno o dos días en Chateaulin.

Hasta mañana navegantes.

viernes, 22 de junio de 2018

El Finisterre francés.

Hola navegantes.

Estamos recorriendo Bretaña con un coche alquilado, pero como este blog es principalmente para temas náuticos no voy a contaros la ruta turística, sino lo que tiene que ver con el mar y la navegación.

Hemos estado en el faro de Saint Mathieu, el más occidental de Francia. Su estética es preciosa precisamente por estar construido a uno o dos metros de una abadía benedictina de la edad media. ¿Os imagináis pretender construir eso ahora?.


Aprovechando el paso por la punta oeste de Bretaña hemos investigado lugares de abrigo donde poder esperar la corriente de marea para pasar el Canal du Four, que es el estrecho paso entre la isla de Ouessant y el Continente. Por suerte hemos encontrado al menos tres. La playa de Locmaría que tiene boyas y un pequeño pantalán, el puerto pesquero de Le Conquet, donde me han dejado usar una boya de servicio del puerto que ya no utilizan y donde me han dicho que puedo amarrarme al muelle fuera del horario de las vedettes que van a la isla de Molene:



y la ría Abber Ildut. En esta última han construido hace un año un pantalán con plazas para visitantes que no venía en mi guía Imray, y me va a facilitar mucho el paso de Finisterre. Su entrada se las trae, rodeada de escollos y con la corriente lateral, pero dentro de la ría te encuentras un abra de paz:


Otra curiosidad ha sido el faro de Trézien. Tiene 37 metros de alto y es el que controla la entrada del Canal de Four aunque está construido 500 metros tierra adentro. Recientemente se ha desatado una polémica sobre si pintar los faros con pintura o no, y la tendencia es a dejarlos sin pintar. Los detractores aluden al deterioro paisajístico, y los partidarios a la seguridad marítima, ya que se ve mucho mejor un faro pintado de blanco que del color de la piedra. En el de Trézien han optado por la solución salomónica, y la cara que da al mar está pintada y la que da a tierra no:


Ahora un tema que toca a mí profesión y me ha indignado. Después de todos lo esfuerzos de la salud pública para transmitir los peligros del tabaco, en Francia han permitido comercializar unas cajetillas de cartón un poco más grandes que la de tabaco, donde encaja a la perfección la cajetilla de cigarrillos, y que lleva un mensaje completamente opuesto tapando el oficial:


Esto en España no se permitiría, tenemos que estar orgullosos de nuestras normas.

Hasta mañana navegantes.




miércoles, 20 de junio de 2018

¡Menuda niebla traidora!

Hola navegantes.

Os dije que hoy nos esperaba una etapa corta y fácil, sólo 9 millas a Brest y dejarnos meter por la marea. Ya, ya. Amaneció con una niebla espesa en la que sólo se veían 200 metros y así estuvo de cerrado hasta Brest. Navegamos a motor, sin viento, tocando la bocina de niebla cada pocos minutos y viendo aparecer de vez en cuando entre el puré de guisantes una barco o una boya. Y como nos agarró la corriente de marea, íbamos entre 5 y 6 nudos casi sin querer. En la foto podéis ver las eses que hicimos para salir de Camaret, porque no veíamos nada.



Al llegar al puerto de Brest estaba preocupado porque tiene dos entradas y la del sur, que nos pillaba más cerca, es la de los mercantes. Con esa niebla de 200 metros de visibilidad, un mercante que salga a 20  nudos tarda 18 segundos en alcanzarte. En 18 segundos no te da tiempo a reaccionar ni el Corto Maltés tiene potencia para apartarse de su ruta. Así que llamé dos veces al control de tráfico de Brest, la primera para preguntar si en esas condiciones podía usar la entrada de los mercantes, y me dijo que si, y la segunda cuando ya estaba a media milla, para que me confirmaran que no salía ningún mercante y podía entrar.

Curiosamente, después de no ver nada durante la travesía y perdernos las imágenes de postal de Brest, al poco de hacer la entrada la niebla se esfumó y ha hecho todo el día un sol luminoso y un calor tórrido.

Nada más amarrar apareció un agente de aduanas y me dijo que enseguida venía para una inspección. Vinieron 5 agentes armados y estuvieron con nosotros casi una hora. Dos de ellos entraron al barco y nos hicieron abrir hasta la sentina, además de revisar el interior de todas las mochilas y bolsas. Igual está mal decirlo pero lo único que no miraron fue el retrete químico. Al final nos dieron un certificado de la inspección, por si nos para otra patrullera poder demostrar que ya nos han inspeccionado y que no nos hagan perder el tiempo otra vez.

Al mediodía llegó Ana con más de 3 horas de retraso, pero ya estamos los dos instalados a bordo en la Marina du Chateau, la más cercana al centro. Tiene de todo y también bicis gratis.

Ahora empieza para mi lo mejor de las vacaciones, dos semanas recorriendo los rincones de la bahía y los dos ríos de Brest, y también haciendo alguna excursión por tierra.

Hasta mañana navegantes.

martes, 19 de junio de 2018

Mañana el reencuentro.

Hola navegantes.

Qué queréis que os diga, lo más importante es que mañana se incorpora Ana a la tripulación en Brest y nos reencontramos después de un mes de separación. Brindo por eso. Cuando me dicen que qué envidia por estas navegaciones largas, siempre pienso que se olvidan de la parte dura, que es la separación de tu familia.

Hoy salimos de Douarnenez sin viento y todo nublado para una etapa de 23 millas hasta Camaret sur Mer, el puerto más cercano a Brest. Las primeras dos horas y media fueron a motor, pero luego salió una brisita del oeste que nos permitió hacer el resto de la navegación (en total 7 horas) a vela. Por si fuera poco, al llegar a Camaret el cielo se abrió y toda la tarde ha hecho sol, para dejarnos disfrutar de este bonito pueblo.

Los pantalanes están llenos de avisos de que el día 21 no se podrá navegar en todo el puerto, y resulta que se homenajea a Les Sauveteurs du Mer, que son los de Salvamento Marítimo en Francia, y esperan la visita de Macron.

Camaret tiene dos grandes monumentos, la Torre Vauvan, una torre defensiva a la entrada del puerto, y la Iglesia de Notre Dame de Rocamadour. Aquí veis al Corto Maltés entre ambos:


Notre Dame de Rocamadour se reconoce por tener rota y no restaurada la torre del campanario, y por la multitud de exvotos de barcos en su interior.


Los exvotos son ofrendas con las que se agradece un supuesto favor de la Virgen. Suelen ser modelos anatómicos de la parte enferma que supuestamente curó gracias a ella (un pecho, un pie, etc), o como en este caso un barco que se salvó de un naufragio.


Otra cosa típica de Camaret es el istmo de piedras que une lo que antes fue una isla a la costa, y que es donde se encuentran los dos monumentos. Y en la parte interior del istmo, un cementerio de barcos:


Mañana tendremos una etapa corta hasta Brest, en la que prácticamente no tendremos nada más que llegar a la entrada de su enorme rada y dejar que nos meta la marea. En Brest se despide Mario y, como os dije, se incorpora Ana.

Hasta mañana navegantes.