Ayer hubo un viento de fuerza 10 en Santander. Yo estoy de viaje y, como siempre, dejo el encargo a un amigo de que me vigile el barco. Es algo que suena raro a quien no tiene barco: nadie encarga a un amigo que le vigile el coche o la moto cuando se va de viaje unos días. Pero el barco está más sujeto a los elementos, se choca con el de al lado cuando hay olas, puede romperse una amarra y quedarse a la deriva, hacerse una vía de agua y hundirse, etc. Pues la primera foto que me mandó el día del temporal fue está:
Un árbol del Paseo de Pereda arrancado por el viento y que había aterrizado en la pasarela de entrada a nuestro pantalán. ¡Qué mal presagio!.
Cuando hay aviso de temporal yo tomo las siguientes precauciones:
- duplicar las defensas.
- reforzar las amarras.
- bajar la botavara y amarrarla a la cubierta (así el viento lateral hace menos fuerza de palanca para escorar el barco).
- revisar el enrollador del Génova. Un accidente muy frecuente, que he visto en muchas marinas, es que se suelte el cabito del enrollador, el viento despliegue la vela, y al encontrar la resistencia de las escotas la vela se ponga a portar. El barco intenta navegar y, al estar amarrado, se acaba desgarrando la vela (que es lo mejor) o destrozando el casco a base de chocar al vecino o al muelle.
Por suerte nada de eso ocurrió y al parecer el Corto Maltés ha resistido sin daños.
¡Con cuidado, navegantes!.
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