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lunes, 17 de junio de 2019

El libro de la vuelta a Francia va tomando forma.

Hola navegantes.

Así es, ya está muy adelantada la impresión del libro "Ladrar al espejo (La vuelta a Francia del Corto Maltés)", en el que relato nuestras vicisitudes en la navegación del verano pasado, cuando dimos la vuelta a Francia.



En un viaje que duró tres meses y medio ascendimos por la costa atlántica de Francia, el Canal de la Mancha, y descendimos hasta el Mediterráneo por los ríos y canales del interior del país vecino. Más de 2.000 millas, 200 esclusas y trece ríos cayeron bajo la proa del Corto Maltés, y una serie interminable de anécdotas, algunas divertidas y otras no tanto.

¿Por qué el título?. Quizás para restar importancia a una costumbre muy extendida en la náutica, que es la de exagerar los peligros por los que se pasa, tal vez para impresionar a los demás. En cuanto trabas conversación con un navegante te saca a colación los peores momentos por los que ha pasado en sus navegaciones, en lugar de los preciosos paisajes o los momentos zen que ha disfrutado en el barco. Todo son temporales, olas monstruosas o vientos de fuerza 8. Y después, de  tanto repetir los posibles peligros como un mantra terminan creyéndoselos, alimentando sus propios temores y los de los demás. A mí me recuerda al perro que ladra al espejo y se asusta sin darse cuenta de que se está atemorizando de sí mismo.

En esta vuelta a Francia estuvo clarísimo.  Antes de salir habíamos estudiado las múltiples dificultades del recorrido, que casi nos hacen desistir de intentarlo con nuestro barquito. Pero por el camino fuimos comprendiendo que está claro que esos peligros existen, pero sobre todo si no planificas bien y terminas en el lugar inapropiado en el peor momento. El Raz du Seine, la Isla de Ouessant, el Finisterre francés, el Raz Blanchard, las mareas del Canal de la Mancha y de Normandía o el tráfico de mercantes en el Ródano con sus esclusas de veintitantos metros... claro que son reales,  pero finalmente el Corto Maltés (un velerito de menos de siete metros y con un fueraborda de 8 CV, y al final del viaje de 6 CV) pasó por todos esos sitios y circunstancias, teóricamente tan peligrosos, sin ninguna dificultad, disfrutando día a día de la navegación sin ningún incidente grave. Eso sí, planificando bien.

Muchas veces digo que las travesías a vela no son unas vacaciones sino un  nuevo oficio, y la navegación por Bretaña y Normandía es, dentro del nuevo oficio, como hacer un doctorado. Todos los días había que dedicar una o dos horas a planificar la siguiente etapa, y eso durante casi cuatro meses. Con razón los bretones creen ser los auténticos marinos... y los demás sólo aproximaciones.

El libro saldrá en julio. Espero que os guste.


1 comentario:

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