Hola navegantes.
Siguiendo nuestro vagabundeo náutico hacia el oeste hoy hemos venido a Lastres, un precioso pueblo asturiano en la ladera de una montaña con un puerto muy protegido.
Salimos de Llanes un poco tarde, hacia las 11, para aprovechar el anunciado viento del nordeste, pero huelga decir que el pronóstico falló. Hubo muchas calmas y cuando salía viento era justo lo contrario, del noroeste. En total 26 millas en unas 7 horas, de las cuales la mitad a motor y la otra mitad ciñendo. Y mientras el resto de España está sufriendo la ola de calor, nosotros con gorro de lana, anorak y mojándonos.
Ya cerca de Lastres, cuando íbamos tan contentos con las dos velas a rumbo directo hacia el precioso pueblecito que ya se veía en el horizonte, se nos metió una tormenta con aparato eléctrico que hizo girar al viento 360 grados, como si estuviera dudando de qué sector entablarse para fastidiarnos más. Incluso un rato navegamos marcha atrás. Después se calmó del todo.
En ese momento, mientras arrancaba para entrar al puerto, me puse a comentar con Fernando por qué la línea de vida que llevamos arrastrando por si alguien se cae al agua debe ser de material flotante, para que no se trabe en la hélice, que siempre va unos centímetros sumergida. Pues nada más arrancar el motor se bloqueó porque había pillado la línea de vida con la hélice. Seguramente al dar el primer acelerón cavitó y absorbió el cabo hacia abajo. El caso es que bajo la tormenta para tuvimos que sacar el fueraborda para resolverlo. Eso me pasa por pontificar.
Cenamos pronto, mientras llovía, para ir a ver el pueblo luego, ya que enseguida escampó.
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