A MI BARCO.
Hay algunos que dicen que no amas a un
barco
si no consigues verlo como a otro ser
vivo.
Yo no soy metafísico y lo digo más
parco:
soy feliz despeinado y con la barba de
chivo
en el Corto Maltés camino al
desembarco,
despacio por el mar como por un
negativo.
Soy feliz cuando llego sobre la mar tendida
a un puerto extranjero del que nada
conozco,
sabiendo que me espera lo bueno de la
vida:
lugares, experiencias, alguien que nos
convida,
gente dura del mar en quien me
reconozco…
lo que mantiene a raya a La
Cariacontecida.
Y feliz cuando luego el sol de madrugada,
como una gigantesca naranja partida,
ve salir a mi barco entre los espigones,
y navego en la calma o en la turbonada,
comiendo mal y poco entre los
chaparrones
o echando una siestecita al sol bien
merecida.
Y feliz cuando un atardecer inesperado,
por
no llegar a puerto, me quedo fondeado
bajo un cielo nocturno que parece un
brasero,
y siento extinguirse la brisa
convaleciente,
y veo acostarse el sol despacio por
poniente
cogido de los dedos de la chica que
quiero.
Muchos de los momentos felices de mi historia
los he pasado dentro de su piel de
resina:
jornadas luminosas, cielos de cartulina,
noches negras buscando una luz
giratoria,
y hasta los ojos de Ana tras la
Biodramina,
esa tierna mirada sin escapatoria.
¿Cómo no voy a querer a mi Corto Maltés?.
Él hará inmortales estas cosas antes o
después.
Preciosa poesía Alvaro, como todas las tuyas. Por cierto, esta es la segunda vez que mando este comentario porque la anterior no veo que haya salido.
ResponderEliminarAbrazos de Higinio
Gracias, Higinio. Es una satisfacción ver que por lo menos alguien lo aprecia. Un saludo
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