Hola navegantes.
Después de otros acaecimientos llegamos a Saint-Valery-Sur-Somme, por donde entraríamos a los canales y ríos del interior de Francia para descender al Mediterráneo. Allí teníamos que desarbolar y pasar la esclusa marítima, que da acceso al Río Somme.
Fuimos a hablar con el esclusero para planificar nuestro paso. Le encontramos en la oficina “trabajando” con su novia, una joven flexible como un junco, sentada en las rodillas. Nos confirmó que abría sólo una hora y media antes de la pleamar y que por lo tanto era imposible desarbolar y pasar la esclusa el mismo día (la grúa para desarbolar tambien trabajaba sólo en pleamar). Nos enseñó su puesto de trabajo. Ya os dije que a las compuertas de la esclusa les habían dado otra función original. Como el puerto de St. Valery está en un estuario y tiende a colmatarse de arena, con un “dale duro” abría las puertas de la esclusa de repente y a tope cuando más baja estaba la marea. Dos veces al día vaciaba así una parte del río, provocaba una catarata que formaba una corriente espectacular que barría el puerto con violencia para arrastrar la arena y lógicamente a los barcos que estábamos amarrados. Por eso todos los barcos estaban amarrados paralelos al río y la mayoría con la proa hacia la esclusa. Desde luego aquella corriente, cogiendo a un barco de lado, lo volcaba seguro. A mí me pareció peligrosísimo hacer cualquier maniobra mientras desaguaba la esclusa, pero curiosamente no lo advertían ni en la Guía Imray ni en la Atlantic France.
El día siguiente lo dedicamos a desarbolar. A nuestra proa estaba amarrado un velero sueco, el “Nakuak” (del groenlandés, “pequeño pero duro”), de unos nueve o diez metros de eslora. Hombre, duro no sé, pero pequeño no lo era, al menos para el Canal del Río Somme, porque es el que ya os conté que tuvo que dar media vuelta y volver al mar por donde había venido. Me acerqué para hablar con el capitán y no sabía ni una palabra de francés, lo que les estaba generando muchos problemas, algunos insalvables. Iba a desarbolar antes que nosotros. Estábamos citados en la grúa a las 16 h. y desde por la mañana lo teníamos todo preparado. Por el contrario el Nakuak, que estaba citado a las 15.30, después de comer no había hecho nada y era evidente que no estaría listo a su hora y expresamos nuestra preocupación al de la grúa. Si el Nakuak se atrasaba, a nosotros se nos pasaría la pleamar y perderíamos allí un día más sobre lo previsto. Para beber cicuta. Finalmente el marinero de la grúa cambió el orden y nos atendió primero. A las 15.30 estábamos en la grúa y en quince minutos teníamos el palo horizontal. Luego fuimos a nuestro ataque para afianzar todo y dejar el Corto Maltés en modo fluvial. Más tarde nos enteramos de que el capitán del Nakuak se presentó solo para la maniobra y se le cayó el palo al agua, aunque por fortuna ya estaba sujeto por la grúa y pudieron recuperarlo.
¡Con cuidado!.
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