Elanchove no es que sea el mejor logro de la Creación, pero para mí es el pueblo más bonito de la costa del Cantábrico. Está construido en una empinada ladera al Este del Cabo Ogoño, cuya mole le protege de los vientos y mares dominantes en invierno, que son los del Oeste. Una de las curiosidades es que las calles son tan estrechas que el autobús de línea llegaba a un punto donde no podía dar la vuelta por falta de espacio, y se resolvió con una plataforma circular donde se detiene y la hace girar 180 grados con un mando a distancia.
Toda la noche se la pasó lloviendo y con tormentas con aparato eléctrico, aunque Nacho y yo estábamos tan cansados que dormimos en brazos de Morfeo después de habernos estrenado con una tirada de 54 millas desde Santander.
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