De "La sonrisa de Mikel. Dibupoemas de supervivencia":
ATENTO MALTÉS.
“Atento Maltés, atento Maltés, para Amazona”
repetía la radio del barco con voz machacona.
Yo, que ya conocía ese saludo estrafalario,
sacaba la cabeza por el tambucho para ver a Mario.
Y allí estaba sonriente en su barco pequeño y azul marino,
ajeno a la crudeza de la geografía de su destino,
pendiente de la vela, del rumbo, la radio, la cacea,
de que no se fuera al agua uno de la patulea.
Sólo ha pasado un año desde los hermosos días
en que navegábamos por los estuarios y por las bahías
con los barcos cargados de mochilas, de gafas submarinas,
y de niños marcados por los bisturíes y las medicinas.
Sólo un año desde el último precioso veraneo,
el último que oyó el silbido de la jarcia, el guadralpeo
de una vela, el chocar contra el mástil de una driza
o el runrún de la olita que se forma detrás de una baliza.
Nada más que un año y se acabaron para él los galanteos,
las siestas, el farniente, los desembarcos, los fondeos,
los mensajes cruzados por la radio, el marisqueo...
todo lo que atesoro de aquellos tiempos de ajetreo.
Ya no vemos en Puerto Chico su motocicleta...
todo, todo se lo robó el último golpe de claqueta.
Y ahora si consigo disfrutar de nuevas correrías,
navegar en días radiantes o hacer nuevas travesías,
me acordaré de él en el rincón de la bahía santanderina
donde volcaron las cenizas de mi amigo de la hornacina.
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Y ahora el dibupoema:
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