Supongo que a los vietnamitas la penuria les ha hecho desarrollar el ingenio, como a los españoles después de la guerra cuando ante la falta de combustible inventamos el gasógeno. El caso es que en Vietnam hacen motores fueraborda, incuso de tamaños descomunales para barcos de carga, con motores reciclados de camión, y por supuesto no marinizados. Los hay desde pequeñitos para lanchas modestas, que manejan con los pies:
pasando por unidades intermedias:
y los más llamativos, los descomunales, de cientos de kilos de peso que parece imposible manejar a mano limpia:
Todos tienen una característica muy llamativa, el enorme eje horizontal que sobresale del barco varios metros por la popa y complica las maniobras, especialmente en los sitios abarrotados. Como el eje del motor diesel sale horizontal, la única manera de que la hélice entre en el agua es prolongándolo mucho, de manera que una pequeña inclinación la meta y la saque. En las unidades pequeñas cuando el motor no se usa se le gira 180 grados y la hélice se estiba dentro del barco:
Estos barcos carecen de timón, y se gobiernan girando el motor entero a derecha o a izquierda, lo que para las unidades grandes exige ser casi un judoka, y parece mentira que lo consigan con esos físicos tan delgados. Y para no avanzar, en vez de tener un punto muerto se saca la hélice del agua, lo que supone un peligro añadido para los barcos del entorno y sus tripulantes porque continúa girando en el aire. Son muy, pero que muy ruidosos.
En la siguiente foto podéis ver el ingenioso sistema de refrigeración. Es un embudo situado justo tras la hélice, que recoge el chorro de agua de la propulsión y lo conduce por un tubito hacia el motor, situado a bordo. Ese tubito tiene además otra función, que es hacer tope si el eje llega al fondo de manera que la hélice no golpee con las piedras:
Vimos estos motores adaptados hasta para mover pequeñas balsas, ocupando más espacio que el que dejaban disponible para las personas:
En algunos barcos, como el que llevamos nosotros, la dirección estaba reenviada a la cabina de proa, mediante unos guardines hechos con una simple cuerda, y engarzada al eje de un volante. Era curioso "conducir" un barco con ese volante horizontal de camioneta:
El combustible se consigue en barcazas flotantes, auténticas estaciones de servicio móviles que circulan por los ríos y las bahías:
Por cierto, un pequeño inciso. En las zonas rurales, donde no hay gasolineras, la gasolina para las motos la venden en los supermercados dentro de botellas de PVC reutilizadas, y están expuestas en las estanterías al lado de las botellas de bebidas. Menos mal que la gasolina huele fuerte, si no podrías confundirla con un Nestea:
Volviendo a los barcos, la mayoría de lo que aprendimos fue en el mercado flotante Cai Rang, en el río Mekong cerca de la ciudad de Can Tho. Allí se venden sobre todos productos del campo, y llevan los barcos tan cargados que el agua les llega casi a la cubierta:
Vimos hasta alguno que se paseaba entre los del campo vendiendo lotería:
Cada barco tiene izada una pértiga donde cuelga los productos que vende, para que desde lejos sea más fácil encontrar el producto que buscas:
Muchas familias viven a bordo de los barcos, y a veces han hecho adaptaciones curiosas para ampliar la vivienda:
Algunos barcos se han construido un bote auxiliar que es como una fotocopia reducida del barco original:
En las orillas, algunos aprovechan para hacer la colada, en la que incluyen, curiosamente, el casco. En varios lugares vimos a gente enjabonando el casco. Como hacía tanto calor, además de la colada se refrescaban ellos metiéndose en el río:
En fin, un mundo curioso y sorprendente para nosotros los europeos, que en ese maremagnum no pararíamos de tener colisiones. Es la versión náutica de la anarquía de las motos en Hanoi, pero en la que ellos se desenvuelven con naturalidad.
Que diferente y singular es todo, bueno ya te llamo un dia que pueda y me cuentas mas y mejor.
ResponderEliminarSalu2, Daniel.
Desde luego, Daniel. Y que no se me olvide decir que son gente maravillosa y acogedora, que nos miran a los extranjeros con curiosidad y no con suspicacia, que aparentemente han perdonado a los franceses y norteamericanos por las últimas guerras coloniales, y que a quien miran ahora con absoluta desconfianza es a China, a la que consideran la potencia imperialista y expansionista del continente y por lo tanto su amenaza más cercana.
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