Hola navegantes.
La navegación a la isla de Elba tocaba a su fin y se despediría con iguales inquietudes que con las que comenzó. Murphy, ese incómodo polizón que se metió al barco al principio del viaje cuando estaba de espaldas y con la guardia bajada, seguía ensañándose con nosotros. Nos tuvo retenidos 4 días en Narbona, esperando a ver si el dichoso permiso internacional le llegaba al transportista que venía a recogernos desde Euskadi. Y ello con la amenaza de que el fin de semana se cierra la frontera con Francia a los transportes pesados, y nos podía pillar.
Por si fuera poco hacía un calor de derretir coletas (estábamos a finales de julio) y nuestro atraque en el canal sólo recibía la sombra al atardecer, por lo que nos pasábamos una parte del día en la oficina de turismo, que tenía un sofá y aire acondicionado. Además la neverita que habíamos comprado al principio del viaje, al fallar la anterior, también rindió su alma, y ahora teníamos a bordo dos pero las dos estropeadas. Eso sí, esos días nuestra casita con jardín y vistas al canal había amarrado en un muelle solitario, con agua y luz, con el ruido del rebosadero de la esclusa de fondo como si fuera un riachuelo. Y como era el muelle de espera de la esclusa, cuando nos fuimos lo hicimos sin tener que meter la mano en el bolsillo. Cuatro días en el centro de Narbona gratis total.
Ver entradas del 27, 28 y 29 de julio de 2016.
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