Visitas al blog:

sábado, 16 de diciembre de 2023

Dónde leen este blog.

 Hola navegantes.

He descubierto una función de Blogger que no conocía, que es una sección de estadísticas donde te informan de los detalles del uso del blog. Me he llevado la sorpresa de que lo leen de todas las partes del  mundo, y concretamente la última semana más en EEUU que en la propia España:


 

¿Pero a quién pueden interesarle nuestras historias en Singapur o en Corea?. Alucinante. Me encantaría conocerlos. Si queréis poner aquí unas palabras para contarnos qué hacéis en esos países tan lejanos os lo agradecería.

Con cuidado, navegantes.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Dibufirmas.

 Hola navegantes.

Las últimas semanas os he ido ofreciendo las dibucartas del viaje a Londres en el Corto  Maltés. Son dibujos hechos con un texto largo. La "dibufirma" es algo más esquemático pero más difícil, porque hay que hacer un dibujo con una sola palabra, normalmente el nombre de un barco o de una persona. Por ejemplo esta del Dufour 325 GL llamado "KOALA LUMPUR" (clic encima para verla mejor):

Para que quede bonito y lo más realista posible, suelo pedir el  modelo del barco y una foto para tener en cuenta sus detalles, como en este caso la columna y la rueda del timón (la "P") o el balcón de popa (la "U").

Aprovecho para recordaros que podéis pedirme un libro para regalar en Navidad. Se lo dedicaría a la persona a la que va destinado con una dibucarta o con la dibufirma de su barco (si tiene) o la de su nombre, para que sea más personal. También os mandaría una velita hecha con la tela del espí que se me rompió en la vuelta a Italia, para que tenga en casa una parte del barco que nos ha acompañado en tantas aventuras, y alguno de los dibujos originales que ilustran el libro si me quedan. Sólo tenéis que escribirme a alvarogaledo@gmail.com 

Como en estas fechas el correo está muy saturado, deberíais pedírmelo cuanto antes si queréis que le llegue para Navidad o Reyes.

Con cuidado, navegantes.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Dibucarta del final del viaje.

Hola navegantes.

Esta es la dibucarta del capítulo 15, el final del viaje a Londres, la navegación de vuelta por Las Landas hasta España, el recorrido por Euskadi y la última y definitiva avería del fueraborda. Se empieza a leer en el flequillo (clic encima para leerla mejor):

De vuelta al mar teníamos dos preocupaciones añadidas: las orcas y los problemas con la jarcia (la cruceta de babor, y que estaba rota la polea de la driza del espinaker). Pero tuvimos suerte. Las orcas no vinieron, la cruceta aguantó con una reparación provisional, y conseguimos instalar un sistema de fortuna para izar el espinaker. 

 La etapa más dura fue de Port Médoc a Hondarribia (144 millas) que hicimos de una tirada, casi la totalidad a vela. A partir de las 12.30 h. del segundo día de mar fuimos viendo emerger del horizonte las montañas de España, que hacía tres meses que yo no veía, y entramos en Hondarribia después de navegar 35 horas.

Siguieron unas navegaciones plácidas por Euskadi bajo una ola de calor, con una parada de reencuentros en Motrico. Fueron a visitarme Ana y la familia de mi hijo Pablo, y su presencia se me posó encima delicadamente, como un beso, porque no nos veíamos desde hacía meses.


Por el contrario, cuando sólo faltaba un día para llegar a Santander tuvimos el último susto en Laredo, esta vez por la meteorología compinchada con el fueraborda. Tras la ola de calor vino un tren de borrascas y el pronóstico para el día siguiente, que llegaríamos a Santander, era de vientos del Noroeste (justo de cara hasta el Cabo de Ajo, y luego por el través) de hasta fuerza 5-6, con olas de 1,8 metros y chubascos permanentes. Pero luego sería todavía peor, ante la inminencia de cuatro días en que sería muy difícil avanzar hacia el Oeste por vientos contrarios de los que te obligan a hablar por señas. En condiciones normales yo no salgo a navegar con ese pronóstico, pero con las ganas de finalizar el viaje y el temor de vernos allí inmovilizados cuatro días, habíamos decidido, no sin muchas dudas, intentar llegar a Santander.

Pues al ir a arrancar el fueraborda pasó como en Boulogne-sur-Mer, que se calaba o se negaba a arrancar. Después de una hora y media bajo la lluvia conseguimos arrancarlo, y salimos con mucho retraso. Con la mayor en el primer rizo y el motor avanzábamos a lo bruto a 3-4 nudos, dando pantocazos entre aquellas olas con apariencia destructiva. Pero antes de recorrer ni tres millas el motor volvió a pararse. Entonces hice lo que todo capitán con sentido debe hacer en estos casos: pararse a reflexionar. Y la conclusión fue que con aquel viento de cara (que aumentaría a fuerza 6 por la tarde) aquellas olas, sin motor y con las dudas de la cruceta, no llegaríamos íntegros a Santander, y decidí volver a Laredo.

Allí dejamos el barco a la espera de resolver la avería, volviendo a Santander por carretera. Un final de viaje muy poco glorioso. Unos días después, con el motor ya reparado, trajimos el Corto Maltés a Santander.

Al primero que transcriba la dibucarta le regalo el original. 

Con cuidado, navegantes.

martes, 12 de diciembre de 2023

Concurso de escaparates.

 Hola navegantes.

Una de nuestras grumetillas de vela solidaria está participando en un concurso de escaparates de Navidad y nos pide que le ayudemos. Su escaparate es éste:


Para votar hay que entrar aquí:

Clic aquí.

y si os gusta el suyo, votar con un punto a todos, menos al suyo que hay que votarle con 5 puntos. A ver si lo conseguimos, Alicia.

viernes, 8 de diciembre de 2023

Dibucarta del regreso por los canales.

 Hola navegantes.

Esta es la dibucarta de cuando volvimos a atravesar los canales y ríos de Bretaña, esta vez hacia el Sur para volver al Golfo de Vizcaya. Se empieza a leer en la borla del sombrero (clic encima para leerla mejor).

Las etapas de vuelta por los canales fueron más tranquilas y relajadas que a la ida. No tuvimos ningún problema con las algas, la meteorología fue veraniega con pequeñas excepciones, y algunos escluseros se acordaban de nosotros, de nuestro paso en la otra dirección hacía un mes y medio cuando subíamos hacia Londres. Por allí pasaban muy pocos barcos (cuatro o seis al día) y además españoles y con destino a Londres supongo que cero. Nos preguntaban por nuestro viaje y solían quedarse con una sonrisa bobalicona, mirándonos con admiración. Uno en concreto me dijo que su padre tenía un velero como el nuestro, y me pidió detalles para él porque no se creía que un viaje así fuera posible. Siempre terminaba diciéndoles que es mucho mejor Francia que Inglaterra. Yo me lo creo, y más aún para navegar, pero si alguien piensa que no es una verdad, se le parece mucho.

Además conocimos dos nuevos ríos para llegar a La Gacilly, uno de los pueblos más bonitos y curiosos de Francia. Se sale de Redon por un canal enano que acaba desembocando en el Río Oust, ancho y caudaloso. Se navega por él varias millas, y en algunas zonas te alimentan los ojos unas lagunas que no son otra cosa que ensanches inundables del cauce con la superficie del agua lisa como si se hubiera coagulado, llenas de nenúfares y de zancudas. Luego se toma un afluente, el Río Aff, que muere en La Gacilly. Es casi un riachuelo, en algunas zonas tiene sólo un metro de calado, y ni siquiera viene en la Guía Imray de las vías navegables de Francia. Pero estéticamente es como los ríos de la selva amazónica, navegando bajo un túnel de vegetación y escuchando el canto de los pajaritos.

Acabamos llegando a La Gacilly, donde el río deja de ser navegable, y nos quedamos en su minúsculo puerto. El pueblo es dulce, simple y pequeño como un azucarillo. Tiene todo el borde del río adornado con macizos de flores, y las calles del pueblo igual, y el aire impregnado de distintas fragancias, irresistibles para la pituitaria. Allí nació en 1930 Yves Rocher, el empresario de perfumería que empezó fabricando una pomada hemostática en el granero de su casa, según una receta que le confió una curandera, y a su muerte había fundado una empresa que empleaba a más de 15.000 personas. Y se comprende que se dedicase a ese negocio después de pasar la infancia en ese vergel. Por supuesto tiene un museo, un jardín donde cultivan sus flores aromáticas, y una tienda con sus productos.

Dormimos esa noche en La Gacilly, y los días siguientes volvimos a arbolar en Foleux (como a la ida) donde detectamos los problemas que digo en la dibucarta, y regresamos al mar en Arzal.

Al primero que transcriba la dibucarta le regalo el original.

Con cuidado, navegantes.

jueves, 7 de diciembre de 2023

Los cuatro factores.

Hola navegantes.

Los dramas en el mar suelen producirse más que por un suceso aislado terrorífico (como la rotura del palo o el choque con un contenedor) por una serie de pequeños hechos aleatorios que coinciden. Yo suelo resumirlos en cuatro factores:

1) Meteorológicos. La explicación es obvia y se refiere al buen o mal pronóstico y si supera las posibilidades del barco y de la tripulación. El Corto Maltés está diseñado y autorizado parea resistir vientos de hasta fuerza 6 y olas de hasta 2 metros, hay que intentar no superar estos límites pero claro, a veces has salido al mar y te sorprenden condiciones peores no pronosticadas.

2) Del terreno. Se refiere al estado del mar y de la costa (costa a sotavento o no, existencia de puertos de refugio y su accesibilidad, etc.). 

3) Del barco. Se refiere a su estado de preparación y a la existencia o no de puntos frágiles, especialmente en la jarcia y el motor. Alguno puede ser determinante por sí  mismo, especialmente el fallo completo del motor, porque sin él no puedes entrar ni salir de un puerto desconocido. En tu puerto habitual, y si estás muy acostumbrado, es posible llegar a tu atraque a vela, aunque no es recomendable y en algunos puertos está prohibido.

4) El factor humano. Hace referencia al estado físico, la experiencia y la predisposición a asumir riesgos de la tripulación. 

 Aunque no tengo una regla fija para interpretarlos, suelo imaginarme que es un banco con cuatro patas: si le falta una el banco cojea, y si le faltan dos ya es muy posible que se caiga. Aunque claro, tener siempre los cuatro factores a favor es una utopía en la vida real, y a lo mejor así no navegaríamos nunca. 

Voy a concretarlo en dos ejemplos de la navegación a Londres. El primero es cuando salimos de Boulogne sur Mer hacia Cherburgo. Os recuerdo que llevábamos 5 días encerrados en Boulogne por los temporales. Los factores meteorológicos eran de una valoración dudosa: había un temporal de fuerza 8 pronosticado pero para dos días después, y nosotros teníamos previsto llegar a Cherburgo en un día y medio y con un viento muy favorable. Alguien podría pensar que la meteo era favorable, y alguien que desfavorable. Los factores del terreno eran  favorables, ya que íbamos a navegar bastante lejos de la costa, atajando el enorme golfo entre Le Havre y el Cabo de la Hague, y había puertos de refugio si no llegábamos. Los factores del barco eran desfavorables, con un fallo en el arranque no diagnosticado. Aunque lo habíamos resuelto por nuestros medios en Boulogne, no podíamos estar seguros de que no se reprodujera. En cualquier caso la propulsión principal del velero es la vela, y es peor desconfiar de la jarcia (como nos pasó en el siguiente ejemplo) que del motor. Y el factor humano era también de interpretación dudosa, porque Mario y yo estábamos frescos después de 5 días inmovilizados en puerto, pero a la vez nerviosos e impacientes porque en esa parte del viaje, planificada para dos semanas, ya llevábamos 6 días inmovilizados por los temporales y dudábamos que fuéramos capaces de recuperar el tiempo perdido y no dejar plantados a los siguientes tripulantes.

O sea, de cuatro factores teníamos dos dudosos, uno favorable y uno desfavorable. En este caso lo hablamos Mario y yo, y conociendo los riesgos decidimos salir. Si hicimos bien o no no lo juzguéis por el resultado (una etapa maravillosa de vela de 165 millas y sin volver a fallar el motor) sino por lo que habría podido pasar en el peor de los escenarios. 

En la foto, navegando en el crepúsculo entre los molinos eólicos entre Boulogne y Cherburgo:

El segundo ejemplo es cuando nos sorprendió y un temporalillo y una avería de motor en Laredo, la que iba a ser la última etapa antes de llegar a casa. Allí los factores meteorológicos eran desfavorables, con pronóstico para ese día de fuerza 6 del Noroeste (justo de cara hasta el Cabo de Ajo, y luego por el través) olas de hasta 1,8 metros y chubascos permanentes. Y los cuatro días siguientes parecido y siempre del Oeste. Los factores del terreno eran desfavorables, con la costa a sotavento entre Ajo y Santander y sin puertos intermedios de refugio. Los del barco también desfavorables, otra vez con un fallo en el arranque no diagnosticado y además una holgura en la base de la cruceta de babor que habíamos detectado al desarbolar para los canales, aunque había resistido todo el Atlántico desde Bretaña y nos parecía poco probable que fallase justo entonces. Y el factor humano era dudoso, porque Mario y yo estábamos en forma y descansados, pero a la vez deseando llegar a casa después de tres meses fuera (en mi caso) lo que te hace perder un poco la objetividad.

O sea, de cuatro factores tres desfavorable y uno dudoso. La decisión fue dejar el barco en Laredo, volver a Santander por carretera, y regresar a por el barco unos días después cuando se hubiera pasado el tren de borrascas y hubieran revisado el fueraborda. Ya os imagináis la gracia que nos hizo, después de semejante navegación a Londres, llegar a casa por la autopista en vez de por el mar, pero así es la vida. En la foto, el Corto Maltés durante su encierro forzado en Laredo:

Es bueno tener estos esquemas mentales en la cabeza para racionalizar un poco las decisiones que se toman, aunque por supuesto la interpretación de cada factor es subjetiva y un día puedes verlo distinto que otro.

Con cuidado, navegantes.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Dibucarta del Canal de la Mancha en día y medio.

Hola navegantes.

Esta es la dibucarta de cuando por fin pudimos salir de Boulogne como si la ciudad estuviera apestada. La cosa no empezó bien porque no arrancaba el motor. A veces el capitán tiene que tragarse la negrura, disimular, y hacer acopio de sangre fría. Aquella madrugada sólo de pensar que tuviéramos que quedarnos en Boulogne-sur-Mer algún día más por llevar el fueraborda a un taller me ponía al borde de la angina. Con grandes dudas de conciencia de si hacer como si nada o mandar a revisarlo opté por lo primero, pero dudas ¡vaya si las tuve!, temeroso de lo que sería de nosotros si nos fallaba el motor en la larga travesía que planeábamos (clic encima para leerla mejor).



Nos habíamos propuesto llegar a Cherburgo, dos tercios del Canal de la Mancha, en un día y una noche porque el día siguiente venía otro temporal que tampoco nos dejaría navegar. Y finalmente lo conseguimos, y además todo a vela con un viento muy favorable: en resumen, un solo bordo de 165 millas amurados a estribor. Establecimos las velas en Boulogne y nos las cambiamos hasta Cherburgo. Pero aunque lo conseguimos yo no estoy contento con ese récord. No me gusta esa forma de navegar con prisa, cuando ningún puerto tiene ya aliciente alguno aparte del de verle directamente por la popa. 

Por la  noche tuvimos dos sustos de quitar el hipo, uno con los molinos de un campo eólico y otro con una baliza del canal de entrada de los mercantes a Le Havre, que estaba apagada.  Pero completamente agotados tras navegar las 165 millas seguidas en treinta y cinco horas, entramos en Cherburgo el segundo día. 

En Cherburgo estuvimos otro día retenidos por un nuevo temporal. Cuando se pasó, en tres días de unas navegaciones plácidas llegamos a Saint-Malo, donde nos esperaban las chicas.

 Al primero que transcriba la dibucarta le mandaré el dibujo original.

Con cuidado, navegantes.