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jueves, 1 de diciembre de 2016

Dibufirma de Carqueiranne.

Hola navegantes.

De Héliopolis fuimos a la isla de Port-Cros y de ella al Continente de nuevo, al puerto de Carqueiranne. Al pedir plaza por la radio lo primero que me preguntaron es cuánto calaba el velero, y a la entrada un cartel avisaba de que en todo el puerto la profundidad oscilaba entre 0,6 y 1,5 metros. Tampoco éste valía para veleros grandes. Nos quedamos inicialmente en el muelle de acogida y era de asustar por el poco calado, con unas piedras que velaban a pocos metros. Me propusieron cambiarme a uno del interior del puerto, donde el calado era aún menor y la hélice iba removiendo los lodos de fondo, lo que os dará una idea del escasísimo calado. Al llegar a la plaza vimos que la “pendille”, ese cabo que une al pantalán las amarras de popa , que entre un uso y otro descansa en el fondo, salía podrida de una basa negra, pringosa y maloliente,  llena de mejillones y conchas que nos herían las manos, y además su extremo estaba bloqueado. Amarramos nuestra popa a los barcos de al lado. Al día siguiente al marcharnos el capitán del puerto me sugirió que había visto mi maniobra de amarrar (siempre colocan a los visitantes en puestos que puedan controlar desde la capitanía) y que aunque no me había dicho nada por la hora, no era correcto amarrarse a otros barcos. Le dije que lo sabía, y que si tenían un libro de reclamaciones me lo dejara que quería dejar escrito lo que opinaba de sus pendilles. Se lo pensó mejor y le quitó hierro al asunto deseándome buen viaje. ¡Qué simpático!.

Ver entrada del 1 de julio.

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