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sábado, 29 de diciembre de 2018

L’aventure du Corto Maltés (Le tour de la péninsule ibérique sur un voilier de six mètres).


Salut navigateurs.

À l'été de 2012, avec mon ami Luis Espejo, tous les deux navigateurs amateurs et capitaines de yacht, j'ai tourné la péninsule ibérique à la voile, un voyage qui a duré trois mois. Trois détails ont rendu ce voyage spécial. Tout d'abord le bateau était un Tonic 23, voilier de moins de 7 mètres et 28 ans, sans aucune préparation structurelle spécifique. Deuxièmement, la circumnavigation de la péninsule était complète, elle n'a pas fini en Catalogne comme d'habitude. Nous avons poursuivi le tour traversant la France par le Canal du Midi et sommes retournés à Santander par l'est. Et à la troisième place, nous n'avons pas été parrainés, ce qui rend le voyage pour le goût pur de la voile et avec nos propres moyens. Ce livre relate les détails de la préparation du bateau, les anecdotes du voyage et mes propres conclusions personnelles et liées à la navigation dans les petits navires de série. Si un lecteur est encouragé à élargir les horizons de son petit voilier après avoir lu ces pages, l'objectif du livre sera rempli.

Le livre a été publié en espagnol en 2013 et maintenant a été traduit en français. En fait, un quart de la route a été fait par le territoire français. Le livre peut être acheté dans la colonne droite du blog en cliquant sur son image, ou sur Amazon en cliquant ici:

https://www.amazon.fr/dp/B07M685N4Y

et les photos de chaque chapitre (425 photos) peuvent être vues dans la colonne droite de ce blog, en cliquant sur « Para ver las fotos de "La vuelta a España del Corto Maltés" : clic aquí ».


J'espère qu'il vous plaît.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Cruzar el Atlántico con 72 años en un barril.

Noticia copiada de El Mundo:

Un francés de 72 años zarpó este miércoles de las islas Canarias en una cápsula naranja en forma de barril, con la esperanza de llegar al Caribe en tres meses impulsado únicamente por las corrientes del Atlántico.

"El tiempo es excelente, tengo un oleaje de un metro y me muevo a dos o tres kilómetros por hora", dijo Jean-Jacques Savin por teléfono después de partir de El Hierro, parte de las Islas Canarias, en España. "Por el momento mi cápsula se está comportando muy, muy bien y tengo pronóstico de vientos favorables hasta el domingo", añadió.

Savin estuvo meses trabajando en su original barco en el pequeño astillero de Ares, en la costa suroeste de Francia. Con tres metros de largo y 2,10 metros de ancho, está hecho de madera contrachapada recubierta de plástico, fuertemente reforzada para resistir las olas y los posibles ataques de las orcas.



Dentro de la cápsula, que incluye bolsas de aire y pesa 450 kilogramos cuando está vacía, hay un espacio de seis metros cuadrados que incluye una cocina, una litera para dormir y un almacén. Una portilla en el suelo permitirá a Savin mirar a los peces que pasan.

Ex paracaidista militar que sirvió en África, Savin también ha trabajado como piloto y guarda de parques nacionales. Tiene un bloque de foie gras y una buena botella de vino blanco guardado para Nochevieja, así como una botella de tinto Saint-Emilion lista para su 72º cumpleaños el 14 de enero.

Espera que las corrientes lo lleven naturalmente al Caribe sin necesidad de una vela o remos - "tal vez Barbados, aunque realmente me gustaría que fuera una isla francesa como Martinica o Guadalupe", dijo. "Eso sería más fácil para el papeleo y para traer el barril de vuelta".

En el camino dejará caer marcadores para un observatorio marino internacional a fin de ayudar a  conocer las corrientes. Y él mismo será objeto de un estudio sobre los efectos de la soledad en el encierro. Incluso se estudiará el vino a bordo: lleva un Bordeaux que luego se comparará con uno guardado en tierra para determinar los efectos de los meses pasados en las olas.

Savin tiene un presupuesto de 60.000 euros (68.000 dólares) para su expedición, ayudado por el patrocinio de los fabricantes de barriles junto con una campaña de financiación colectiva.

jueves, 20 de diciembre de 2018

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Descuentos de ExLibric.

Hola navegantes.

Con motivo de la presentación del libro "Dibucartas al grumetillo", escrito por Javier, uno de nuestros grumetillos, y por mí, la editorial ExLibric me informa de que va a hacer un descuento del 10% en los pedidos por Internet de mis otros libros relacionados con esta actividad de vela solidaria Carpe Diem.

Hay que pinchar en el libro elegido en la columna derecha del blog y cuando se llega a la caja introducir en la casilla "cupones" el código que figura en las imágenes a continuación.



Comprobar que ha aplicado el descuento y continuar. Ya sabéis que con todos estais contribuyendo a la lucha contra el cáncer infantil.


Un saludo

domingo, 16 de diciembre de 2018

Dibufirma de Allériot.

Hola navegantes.

Para nuestra desgracia el fueraborda nuevo nos siguió dando problemas. El vendedor no se lució, nos lo dió con poco aceite, con una boquilla de conexión de la gasolina de segunda mano y deteriorada, con la inclinación bloqueada y rozando el borde del pozo, y el primer día se nos cayó la palomilla que bloquea el giro del fueraborda para que no gire loco. Parece mentira pero es verdad. Y cuando le llamaba para contárselo me decía que ya estaba muy lejos, que no tenía empleados y que el día siguiente empezaba sus vacaciones. O sea, un servicio técnico ejemplar. Es lo peor de las navegaciones de travesía: cuando te das cuenta de que algo te lo han hecho mal ya estás muy lejos para reclamar, ¡y no vas a volver por eso!.

Fuimos resolviendo nosotros lo que podíamos para no detenernos, y pasamos el enorme túnel de Balesmes trasvasando gasolina del depósito exterior al interior con un tubito y casi a oscuras (entradas del blog de 22 y 24 de agosto, con un vídeo del impresionante túnel que merece la pena volver a ver). Con algunas chapuzas conseguimos tener operativo el fueraborda "nuevo" y dirigirnos hacia Lyon. Las etapas cundían mucho porque había poquísimas esclusas y algún día pudimos hacernos hasta 53 millas. Ya teníamos prisa por llegar después de tantos atrasos, y navegábamos hasta el anochecer, quedándonos en cualquier sitio a la orilla del río. No era fácil porque había pocos embarcaderos, y los pocos que había eran privados. En  Alleriot nos quedamos en el de una casa abandonada que estaba ruinoso, con el encofrado del hormigón a la vista, pero para dormir unas horas nos servía.






Nuestra obsesión entonces era llegar cuanto antes a Lyon y desde allí en dos o tres días a Avignon. A Ana se le acababan las vacaciones y mi última tripulante no podía acompañarme hasta Llançá, en Girona. Para cumplir con lo previsto, que era terminar el viaje en Cataluña, tendría que seguir hasta Le Grau du Roi, en la costa mediterránea de Francia, poner el palo, luego hacer 2-3 días de mar hasta Llançá, y allí tener que volver a desarbolar para el camión. Y todo eso hacerlo solo. La navegación, como la vida, suele ser una sucesión de errores acertados hasta que llegas al error a secas, sin adjetivo, y yo no quería que fuese ese verano navegando solo y cansado por el Golfo de León. 

¡Con cuidado!.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Dibufirma de Vesaignes-sur-Marne.

Hola navegantes.

Después de Ay empezaron nuestros auténticos problemas, y siempre por las malditas algas que bloqueban el fueraborda (entradas del blog de 16 a 19 de agosto; si queréis entrar en depresión volved a leerlas). Se nos estropeó la inversora en Vitry-le-François, un pueblo en un canal apestado de algas, y de momento conseguimos resolverlo. Pero dos días después se rompió del todo, nadie nos ayudó y tuvimos que llegar al siguiente sitio habitado, Joinville, sin marcha atrás, que en las esclusas es casi suicida. Allí un mecánico de automóviles consiguió repararlo trabajando un sábado y un domingo (gracias, Raphael).

De momento seguimos, pero 3 días después ya no fué la inversora sino los calentones al obstruirse el circuito de refrigeración por las algas. En Vesaignes-sur-Marne vimos que con esa inseguridad no podíamos afrontar el Río Ródano, un coloso de 1 km de ancho, corrientes de unos 3 nudos, esclusas de hasta 25 metros y tráfico comercial de marcantes y gabarras compartiendo las esclusas y los amarraderos. Uno de los calentones se produjo, ¡qué casualidad!, al lado de un lago que tenía clubes de vela ligera. Deduciendo que allí habría concesionarios de fuerabordas, dejamos el barco tullido debajo de un puente y fuimos con las bicis a probar suerte. Y la tuvimos (relativamemnte, ya veréis luego) porque a una hora de donde habíamos dejado el barco había uno de Mercury y, agarrándonos a un clavo ardiendo, compramos el único fueraborda que tenía en existencias. No podíamos esperar varios días a que en el mes de agosto le trajeran otro. Y era un 6 CV (el Selva tenía 8) y sin cargador de batería. Nos quedábamos con menos potencia y sin posibilidad de enfriar la neverita, dos graves problemas en aquél infierno, pero más seguros al ir con dos motores al Ródano.


¡Con cuidado!.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Nueva presentación de "Dibucartas al grumetillo".

Hola de nuevo.

Para los que no pudísteis ir a la presentación en la librería Estvdio de "Dibucartas al grumetillo", el libro que hemos escrito el grumetillo Javier y yo sobre la superación de una leucemia, os informo que vamos a hacer dos nuevas presentaciones, el martes 18 de diciembre a las 20 h. en el Conservatorio Jesús de Monasterio, y el jueves 20 de diciembre a las 17 horas en el Colegio Calasanz. En los carteles adjuntos va la dirección y algún detalle más. Espero que podáis acudir y que nos ayudéis a difundirlo reenviando las convocatorias. Un saludo.

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martes, 11 de diciembre de 2018

Dibufirma de Ay.

Hola navegantes.

De Paris fuimos a Chalifert. Nos acercamos a un grupo de chicos y chicas, que al preguntarnos por nuestra presencia con bandera española en un sitio tan atípico y decirles que volvíamos a casa dando la vuelta a su país la chica me dice:

              Ah, ¿pero por aquí se va a España?. ¿En qué dirección?.

Aunque me sorprendió el despiste de su contexto geográfico luego pude comprenderlo, porque estábamos navegando en dirección Nordeste, hacia Bélgica, cuando España quedaba al Sudoeste, justo en dirección contraria. La vía que habíamos elegido hacía una amplia curva hacia el Este, aparentemente alejándonos de casa, antes de enfilar a Lyon hacia el Sur.

Ya os conté que se nos obstruyó el chiclé justo en la corriente de la esclusa más peligrosa (entrada del blog de 13 de agosto). Me estaba mosqueando que se obstruyera tanto el chiclé, y luego me enteré de que podía ser culpa de la gasolina. En Francia comercializan una gasolina de 95 octanos E10, que es una mezcla de gasolina y etanol al 10%. En España aún no se usa. El problema es que si el depósito conserva la mezcla mucho tiempo puede separarse el alcohol de la gasolina, formarse ácido y dañar el sistema de combustible, el carburador y el sistema de control de emisiones. En los coches no suele pasar porque la gasolina se renueva a menudo, pero en la vela, en que la gasolina puede permanecer en el depósito meses o hasta años, sí. Nadie nos lo había advertido, y como la gasolina la comprábamos en las estaciones de carretera cerca del canal (porque no había estaciones de servicio propiamente náuticas) nos la habían servido en los bidones sin advertirnos. Al final del viaje usábamos la de 98 octanos, que en Francia no lleva etanol.

El día siguiente por diez minutos no pasamos la última esclusa y nos quedamos involuntariamente en un pueblo que se llama... "Ay". Se le conoce por el champán, pero ya ni siquiera es un municipio pues hace pocos años se fusionó con los dos vecinos más grandes. Nos paramos a tomar un refresco en un bar y al poco rato vinieron a avisar de que un vecino estaba tirado en la calle, a dos manzanas. Me ofrecí como médico a ir a verle y me dijeron que no hacía falta, que era el alcohólico del pueblo y todos los días terminaba igual. Se marchó el dueño del bar acompañado por otro cliente a recogerle y llevarle a casa. ¡Qué cosas!.

Nos acostamos contentos por la tranquilidad del lugar, pero era la calma que precede a la tempestad.


domingo, 9 de diciembre de 2018

Dibufirma de Paris.



Hola navegantes.

Después de incorporarse Ana en Amiens  tuve la mala suerte de que todo lo que rodeó su cumpleaños fue negativo, aunque por suerte ya no se acuerda. Incluyó la colmatación de algas del Río Somme, los problemas consiguientes con el fueraborda, y el mal rollo que nos dió cruzarnos con el velero sueco Nakuak, que finalmente no pudo pasar por su calado y se tuvo que dar media vuelta. Después de unos días negros abandonamos por fin el maldito Río Somme, que ya os dije que no debe considerarse navegable por veleros, entramos en el Río Oise y finalmente en el Sena y llegamos a Paris.

 Allí vimos, ya dentro de la ciudad de París, infraviviendas o incluso acomodaciones de gente sin techo que se habían instalado debajo de los puentes, junto al Sena, para dormir en cartones. Jean-François Diné, uno de los más famosos navegantes franceses, expone crudamente en su libro “Mon képi pour un océan” el contraste entre lo que tú ves en los países que visitas en un velero y la realidad social que se vive en ellos:

Lo que desde el puente de nuestro velero imaginamos ser los paraísos terrestres no constituyen a menudo, para una parte de su población, más que una reproducción de lo que sería el infierno... Detrás de los cocoteros y la arena caliente de los países donde iréis un día, sin duda, a echar vuestra ancla, habrá tal vez una realidad bien diferente, pero desgraciadamente no siempre visible para los ojos no advertidos, de aquella para la que habréis preparado vuestros espíritus al planificar vuestra partida.

Él lo decía de los países en vías de desarrollo que se suelen visitar en la vuelta al mundo, pero por desgracia también era cierto en el pleno centro de París. 

Ana y yo tuvimos la gran fortuna de encontrar un voluntario desconocido, pero que ya es amigo nuestro (gracias Christian) que nos permitió volver a Santander con los momentos congelados del Corto Maltés debajo de la Torre Eiffel, que son desde luego la imagen emblemática de nuestra navegación este verano.





Íbamos a quedarnos en Paris 3 ó 4 días, pero nos encontramos una ciudad calcinada por el calor de agosto, y los monumentos tenían unas colas al sol de dos, tres o cuatro horas, con grupos organizados de esos con un guía con banderita. Por si fuera poco, en el control de seguridad del primero que intentamos entrar me echaron atrás porque llevaba en la mochila las herramientas de la bici, y con “eso” no podía pasar. Fue la gota que colmó el vaso y decidimos no quedarnos por allí mucho tiempo. Ya volveríamos a París en otra ocasión con más tranquilidad y en temporada baja. Además nos empezaban a obsesionar las 550 millas (casi mil kilómetros) de ríos y canales que teníamos por delante hasta el Mediterráneo, y eso con aquel fueraborda que empezaba a desfallecer. Ya veréis, ya.

¡Con cuidado!.



miércoles, 5 de diciembre de 2018

Dibufirma de Amiens.

Hola navegantes.

Tres días después llegamos a  Amiens donde alquilamos un coche para el cambio de tripulación en Paris. En Amiens pasamos dos días y medio. A partir de allí acabaría la vuelta a Francia con Ana.

Una de las noches asistimos al espectáculo de luz y sonido en la fachada de la catedral de Notre Dame, que os conté en la entrada del blog de 5-8-18. Era la noche del sábado, y entre eso y el espectáculo de la catedral la calle estuvo abarrotada de gente hasta altas horas de la madrugada. Como el atraque estaba en pleno centro estuvimos notando el trasiego de personas a nuestro lado mientras intentábamos conciliar el sueño. De madrugada sentimos una conversación furtiva junto al barco, y después que alguien se subía. David salió a ver qué pasaba y pilló a dos chicos, uno a bordo y el otro en el muelle, a punto de robarnos las bicis, que teníamos en proa sólo sujetas con un pulpo. Debían haber estado mirándolas, pensando cómo sacarlas, y deduciendo si había alguien a bordo o no. Como estábamos durmiendo y con el tambucho cerrado debieron pensar que el barco estaba vacío y les salió la pillería. Al ver asomar a David salieron corriendo como alma que lleva el diablo y desaparecieron entre la multitud en pocos segundos.

En el pantalán había una pareja joven que estaba pasando sus vacaciones recorriendo el canal en una motoruca verde con fueraborda, en la que dormían y todo. Estuvimos charlando un largo rato de nuestras batallitas, y como ellos tenían su puerto base en París nos dieron algunos consejos por si llegábamos. El principal fue que no se nos ocurriera tomar el canal de St-Denis. Es uno pequeño, ya en pleno París, que ataja algunos de los enormes meandros del Sena transformando quince millas de curvas en una recta de cinco millas. Pero a cambio te tragas nueve esclusas con sus tiempos, y sobre todo nos advirtieron contra el ambiente lumpenproletariado de los alrededores y el temor a la delincuencia en esa zona. A ellos ya les habían dado algún susto. Después de lo de esa noche lo tuvimos muy en cuenta.


¡Con cuidado!.

martes, 4 de diciembre de 2018

Dibufirma de Saint-Valery-Sur-Somme.

Hola navegantes.

Después de otros acaecimientos llegamos a Saint-Valery-Sur-Somme, por donde entraríamos a los canales y ríos del interior de Francia para descender al Mediterráneo. Allí teníamos que desarbolar y pasar la esclusa marítima, que da acceso al Río Somme.

Fuimos a hablar con el esclusero para planificar nuestro paso. Le encontramos en la oficina “trabajando” con su novia, una joven flexible como un junco, sentada en las rodillas. Nos confirmó que abría sólo una hora y media antes de la pleamar y que por lo tanto era imposible desarbolar y pasar la esclusa el mismo día (la grúa para desarbolar tambien trabajaba sólo en pleamar). Nos enseñó su puesto de trabajo. Ya os dije que a las compuertas de la esclusa les habían dado otra función original. Como el puerto de St. Valery está en un estuario y tiende a colmatarse de arena, con un “dale duro” abría las puertas de la esclusa de repente y a tope cuando más baja estaba la marea. Dos veces al día vaciaba así una parte del río, provocaba una catarata que formaba una corriente espectacular que barría el puerto con violencia para arrastrar la arena y lógicamente a los barcos que estábamos amarrados. Por eso todos los barcos estaban amarrados paralelos al río y la mayoría con la proa hacia la esclusa. Desde luego aquella corriente, cogiendo a un barco de lado, lo volcaba seguro. A mí me pareció peligrosísimo hacer cualquier maniobra mientras desaguaba la esclusa, pero curiosamente no lo advertían ni en la Guía Imray ni en la Atlantic France.

El día siguiente lo dedicamos a desarbolar. A nuestra proa estaba amarrado un velero sueco, el “Nakuak” (del groenlandés, “pequeño pero duro”), de unos nueve o diez metros de eslora. Hombre, duro no sé, pero pequeño no lo era, al menos para el Canal del Río Somme, porque es el que ya os conté que tuvo que dar media vuelta y volver al mar por donde había venido. Me acerqué para hablar con el capitán y no sabía ni una palabra de francés, lo que les estaba generando muchos problemas, algunos insalvables. Iba a desarbolar antes que nosotros. Estábamos citados en la grúa a las 16 h. y desde por la mañana lo teníamos todo preparado. Por el contrario el Nakuak, que estaba citado a las 15.30, después de comer no había hecho nada y era evidente que no estaría listo a su hora y expresamos nuestra preocupación al de la grúa. Si el Nakuak se atrasaba, a nosotros se nos pasaría la pleamar y perderíamos allí un día más sobre lo previsto. Para beber cicuta. Finalmente el marinero de la grúa cambió el orden y nos atendió primero. A las 15.30 estábamos en la grúa y en quince minutos teníamos el palo horizontal. Luego fuimos a nuestro ataque para afianzar todo y dejar el Corto Maltés en modo fluvial. Más tarde nos enteramos de que el capitán del Nakuak se presentó solo para la maniobra y se le cayó el palo al agua, aunque por fortuna ya estaba sujeto por la grúa y pudieron recuperarlo.



¡Con cuidado!.