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jueves, 27 de junio de 2019

La barra del Río Etel se banaliza.

Hola navegantes.

Al preparar la vuelta a Francia os comenté los peligros de la entrada al Río Etel y su curioso semáforo, único en Francia. Podéis volver a leer las entradas del 25-1-18 y 2-4-18 para recordar los detalles, y volver a ver esta foto para comprender la dificultad de pasar por ese semicírculo de rompientes con un velero:



Pero también os dije que planificando bien el paso, es decir, haciéndolo coincidir con la pleamar o el final de la marea entrante, sin mar de fondo y sin el efecto de viento contra corriente, aparte de dejándose guiar por el responsable del semáforo, se pasa sin dificultad, y el día 13-6-18 os conté cómo lo pasamos. En nuestro caso se añadió otra adversidad, que había ejercicios de tiro del ejército francés, llegamos a esa desembocadura dos horas antes de que finalizasen, y tuve que pedir permiso por radio al  militar responsable de las maniobras para que nos diera paso. Nos lo dió a cambio de que pasáramos en línea recta hacia la entrada (supongo que nos seguirían por radar para no dispararnos) pero ya atravesando la zona de exclusión se nos hizo una coca el espí, y tuvimos que arriarlo a la desesperada temiendo hacer bordos innecesarios y que los militares vieran un rumbo errático y nos dijeran algo, pues nos habíamos comprometido a ir a rumbo directo. Acabamos la aproximación sólo con la mayor. 

Esa entrada se hizo tristemente célebre el 3 de octubre de 1958 cuando naufragó allí Alain Bombard. Era un médico francés que se había hecho famoso seis años antes cuando cruzó el Atlántico sin víveres ni agua en una balsa inflable, para demostrar que se puede sobrevivir obteniendo agua y alimentos del mar. Recién graduado le había tocado certificar la muerte de 43 marinos en un naufragio, y eso le sensibilizó para intentar encontrar medios de supervivencia en el mar. En su travesía el agua pretendió obtenerla de prensar los peces que cogiera, argumentando que sus tejidos contienen agua dulce (los mamíferos marinos sobreviven sin beber nada de agua dulce) para lo cual llevaba una simple prensa:




Y el alimento de los peces que pescara y del plancton, que recogería con una red. En la siguiente foto puede comprenderse su optimismo en lograrlo, porque salió para la travesía del Atlántico con las ruedas de varar la balsa, a pesar de que estaba obsesionado con el peso que embarcaba, señal inequívoca de que pensaba llegar al otro lado y pensaba necesitar las ruedas para sacar la balsa por una rampa (!). 




Se lanzó a la travesía pocos días después de nacer su primer hijo, lo que también da fe de su confianza en conseguirlo. Finalmente, tras 65 días en el mar, llegó a Barbados medio muerto, y el otro medio moribundo, salvado de milagro, más porque tuvo la suerte de poder recoger agua de lluvia que por su famoso jugo de prensar pescado. Había perdido 25 kg, tenía una grave anemia y fue directo al hospital. Luego escribió en 1953 su famoso libro "Náufrago voluntario", que se tradujo al castellano por la Editorial Labor.



También se hizo una peli (en francés) que puede verse aquí:

Clic aquí 

Después de la travesía del Atlántico se dedicó a varias cosas (entre otras fue Secretario de Estado de Medio Ambiente, en Francia, y eurodiputado durante 14 años), pero fundamentalmente creó la marca de balsas salvavidas "Bombard" que todavía hoy se comercializa, donde intentó recoger las mejoras derivadas de su experiencia de supervivencia.

Y aquí es donde enlazo con el río Etel. En su famosa barra Bombard puso a prueba en 1958 una de esas balsas salvavidas, una rompiente la volcó y fallecieron ahogados 3 de sus acompañantes. El barco que salió a rescatarlos también volcó y fallecieron otros 6 tripulantes. Nueve fallecidos (ocho de ellos del pueblecito de Etel) por un experimento fueron demasiado, y el pueblo de Etel le declaró persona non grata de por vida, prohibiéndole volver por allí. Bombard entró en depresión e intentó suicidarse en 1963.

Y después de tanto drama, ¿por qué el título de la entrada?.  Porque la alcaldía de Etel da a los navegantes que pasen la famosa barra un diploma certificando que lo han  hecho. A mí me recuerda a los diplomas de cabohorniense que te dan al pasar en un barco de turistas el Cabo de Hornos, aunque hasta allí hayas ido en avión y hayas estado varios días haciendo turismo por Ushuaia esperando el paréntesis meteorológico que te permita pasar el Cabo con el mar como una piscina. Nosotros no recogimos el diploma porque no nos pareció que tuviese ningún mérito pasarla como lo hicimos, planificando bien la entrada para no correr ningún riesgo. Y si lo hubiéramos visto complicado habríamos seguido hasta Port Tudy, en la isla de Groix, nuestra siguiente escala, sin  ningún remordimiento.

Con lo que tenemos que quedarnos es que gracias a su aventura se tomó la decisión de hacer obligatoria la balsa salvavidas en los barcos a partir de un cierto tamaño y lejanía de la costa, lo que sin duda ha contribuido a salvar muchas vidas.


¡Con cuidado, navegantes!.

domingo, 23 de junio de 2019

Desembarco en Punta Rabiosa.

Hola navegantes.

Ayer fue nuestra tercera navegación Carpe Diem de este verano. Otra vez salió un Nordeste de fuerza 5 y oleaje que no nos permitió ni siquiera intentar desembarcar en la Isla de  Mouro. Nos quedamos dentro de la bahía. Para no salir a mar abierto, y como ayer los cuatro veleros salíamos de Puerto Chico, el primer bordo fue hacia el Oeste y luego tuvimos que remontar contra el viento y la marea hacia el Este:


Es ese conjunto de bordos en zig-zag tan incómodos que los más pequeñitos no entendían, porque estaban deseando llegar a la playa y cada vez que la veían cerca virábamos. Uno de los de mi barco  no paraba de decirme que me estaba confundiendo de rumbo, que a donde íbamos era a la playa.


 Uno de los veleros se distrajo explicando la maniobra de tomar rizos y se varó en  el arenal que llamamos El Páramo. Como el fondo es de arena y además el velero de orza abatible, no hubo ningún problema para salir de la varada.


Decidimos fondear a sotavento de Punta Rabiosa ("El Puntal"), el sitio más resguardado en la bahía cuando sopla duro del Nordeste. Los últimos metros los hicimos a motor  porque estaba petado de barcos y entre ellos es difícil manejarse a vela. A algunos el ruido del motor no les agrada.



Nos fondeamos de dos en dos. Gracias al Taranus, que también es de orza abatible, pudimos desembarcar a los grumetillos en la playa, donde se bañaron todos porque hacía calor. Dos de los grumetillos más mayores decidieron volver al barco nadando a pesar de la corriente de marea, que tiraba hacia dentro (estaba subiendo). Les costó pero llegaron, con la pequeña ayuda de una boya y un cabo cuando estaban a punto de llegar.

La vuelta a los barcos fue una pequeña odisea, pasando los grumetillos desde el Taranus cada uno a su barco.


Después de merendar tocó levantar el fondeo, en lo que practicaron los grumetillos. Es una de las ventajas para ellos de los veleros pequeños, que los esfuerzos y las maniobras están más dimensionados a sus fuerzas. Ayer la marea ya no tiraba tanto cuando levantamos el fondeo, y en todos los barcos consiguieron levantar el ancla ellos solos hasta la roldana.



Volvimos a Puerto Chico tranquilamente, ya con poco viento y además por la aleta, un bordo cómodo y relajado. En la merienda algunos descubrieron un nuevo "lujo" culinario, ¡los picatostes!. Los llamaban los "picatazos" y dijeron que sabían como a pan pero más duro.


Y aquí está la dibucarta de ayer. El primero que la traduzca aquí debajo, en "comentarios", se gana el dibujo original y un punto (con 10 puntos podéis traer a navegar a un amigo). ¡Animo que es fácil!.


jueves, 20 de junio de 2019

Contra corriente.

Hola navegantes.

Al preparar la vuelta a Francia en el Corto Maltés el año pasado os conté algo de los peligros de esa circunnavegación, y citaba especialmente las enormes corrientes de marea en el Canal de la Mancha. El peor estrecho de todos iba a ser el Raz Blanchard, entre la isla inglesa de Alderney (Aurigny para los ingleses) y el continente, donde se producen corrientes de hasta 10  nudos, dependiendo de la marea de cada día. Imposible pasarlo con la corriente en contra. Ver entradas del blog del 22-1-18 y 6-2-18.



 Todos nuestros esfuerzos de planificación se concentraron en pasar ese estrecho, que llaman "el infierno líquido", con la corriente a favor, y tener previsto un sitio donde escapar y refugiarnos en caso de que no alcanzásemos a pasar y la marea se invirtiera. Nosotros íbamos a intentar pasar el Raz Blanchard el 20 de julio, que había una marea de coeficiente intermedio y sólo iba a haber una corriente de tres o cuatro nudos, que sería máxima y a favor hacia las 13 h. Allí tendríamos que estar a esa hora para aprovecharla, después de hacernos 23 millas desde la isla de Guernsey, donde habíamos dormido. No teníamos que bajar de cinco nudos en toda la travesía, para que no se nos invirtiera la corriente, o sea que íbamos decididos a usar las velas y el motor para avanzar lo más deprisa que pudiera nuestra montura sin atender a la ortodoxia. Si no consiguiéramos pasar pondríamos rumbo a Dielette, en la costa francesa, y desde allí lo intentaríamos dos días después, que el viento sería más favorable. Sería un marrón porque tendríamos que ir hacia el Sur en vez de ganar Norte, y Dielette está a una milla de la central nuclear de Flamanville, lo que le daba mal fario, pero es lo que tiene viajar por el mar y no por las autopistas.

Salimos con un viento del Oeste maravilloso de fuerza 4, con poca ola y en un día soleado, que nos permitió hacer toda la travesía a vela y en la misma marea. Antes de agarrarnos la marea favorable ya íbamos a seis nudos sólo a vela, con el viento entrándonos por el través, el rumbo más rápido para un velero. El cielo estaba limpio, el mar brillaba con mil facetas y desde diez millas de distancia ya veíamos en el horizonte la Isla de Alderney. A eso de la una ya habíamos pasado la parte más estrecha del raz y anoté en el cuaderno de bitácora:

Hemos pasado ya la parte más estrecha del raz, con picos de más de 10 nudos (pero sólo 2 de corriente). Ya a la altura del Cabo La Hague.

Y era cierto. La que iba a ser una de las navegaciones más difíciles fue una de las más divertidas y tranquilas, a una velocidad endiablada pero siempre confiados. Total, que llegamos hasta Cherburgo subidos en la cinta transportadora de la corriente de marea del Raz Blanchard, 46 millas en seis horas y media, contando la entrada a puerto y las maniobras. ¡Casi ocho nudos de promedio!, picos de más de diez nudos, una de las mejores navegadas de aquel viaje. Al llegar no ocupamos las portadas pero confieso que por dentro estábamos bien satisfechos. Podéis ver nuestras impresiones al pasar el famoso raz en la entrada del blog de 20-7-18. Yo consideraba haber pasado la última dificultad de la vuelta a Francia, y ni por lo más remoto pensaba que lo peor iba a estar luego en los canales. ¡Ya veréis, ya!

Traigo esto a colación porque los participantes en la regata "Solitaria Figaro", una regata de altura por el Golfo de Vizcaya que se celebra todos los años (entre 1.000 y 2.000 millas de recorrido) no lo calcularon tan bien, a alguno de pilló la corriente en contra, y aquí podéis ver lo que se encontraron:

Clic aquí.

Para colmo, uno de los participantes encalló en las rocas. Por supuesto no pretendo comparar, porque es mucho más difícil calcular tu aterrizaje viniendo de alta mar y en regata que de una isla cercana donde eliges la hora de salida. Sólo lo traigo por las imágenes impresionantes del vídeo, para que veáis lo que es que el mar se transforme en un auténtico río que tienes que remontar a contracorriente.

¡Con cuidado, navegantes!

lunes, 17 de junio de 2019

El libro de la vuelta a Francia va tomando forma.

Hola navegantes.

Así es, ya está muy adelantada la impresión del libro "Ladrar al espejo (La vuelta a Francia del Corto Maltés)", en el que relato nuestras vicisitudes en la navegación del verano pasado, cuando dimos la vuelta a Francia.



En un viaje que duró tres meses y medio ascendimos por la costa atlántica de Francia, el Canal de la Mancha, y descendimos hasta el Mediterráneo por los ríos y canales del interior del país vecino. Más de 2.000 millas, 200 esclusas y trece ríos cayeron bajo la proa del Corto Maltés, y una serie interminable de anécdotas, algunas divertidas y otras no tanto.

¿Por qué el título?. Quizás para restar importancia a una costumbre muy extendida en la náutica, que es la de exagerar los peligros por los que se pasa, tal vez para impresionar a los demás. En cuanto trabas conversación con un navegante te saca a colación los peores momentos por los que ha pasado en sus navegaciones, en lugar de los preciosos paisajes o los momentos zen que ha disfrutado en el barco. Todo son temporales, olas monstruosas o vientos de fuerza 8. Y después, de  tanto repetir los posibles peligros como un mantra terminan creyéndoselos, alimentando sus propios temores y los de los demás. A mí me recuerda al perro que ladra al espejo y se asusta sin darse cuenta de que se está atemorizando de sí mismo.

En esta vuelta a Francia estuvo clarísimo.  Antes de salir habíamos estudiado las múltiples dificultades del recorrido, que casi nos hacen desistir de intentarlo con nuestro barquito. Pero por el camino fuimos comprendiendo que está claro que esos peligros existen, pero sobre todo si no planificas bien y terminas en el lugar inapropiado en el peor momento. El Raz du Seine, la Isla de Ouessant, el Finisterre francés, el Raz Blanchard, las mareas del Canal de la Mancha y de Normandía o el tráfico de mercantes en el Ródano con sus esclusas de veintitantos metros... claro que son reales,  pero finalmente el Corto Maltés (un velerito de menos de siete metros y con un fueraborda de 8 CV, y al final del viaje de 6 CV) pasó por todos esos sitios y circunstancias, teóricamente tan peligrosos, sin ninguna dificultad, disfrutando día a día de la navegación sin ningún incidente grave. Eso sí, planificando bien.

Muchas veces digo que las travesías a vela no son unas vacaciones sino un  nuevo oficio, y la navegación por Bretaña y Normandía es, dentro del nuevo oficio, como hacer un doctorado. Todos los días había que dedicar una o dos horas a planificar la siguiente etapa, y eso durante casi cuatro meses. Con razón los bretones creen ser los auténticos marinos... y los demás sólo aproximaciones.

El libro saldrá en julio. Espero que os guste.


martes, 11 de junio de 2019

"Dibucartas al grumetillo" en el Colegio de Médicos de Cantabria.

Hola navegantes.

Aquí la noticia de "Dibucartas al grumetillo" en el Boletín del Colegio de Médicos de Cantabria:


Para verlo mejor: Clic aquí.

lunes, 10 de junio de 2019

El artículo de Skipper sobre nuestra navegación a Elba, aquí.

Hola navegantes.

Podéis leer el artículo de la revista Skipper sobre nuestra navegación en el Corto  Maltés a la Isla de Elba y el archipiélago toscano, en Italia, aquí:


Clic aquí


Espero que os guste y os ayude a comprender que con veleros pequeños también se pueden hacer grandes navegaciones.

Un saludo.

domingo, 9 de junio de 2019

A la isla de Los Ratones.

Hola navegantes.

Ayer fue nuestra segunda navegación Carpe Diem de este verano. Después de la ciclogénesis que afectó a Cantabria el viernes, el sábado amaneció soleado y con poco viento y nos las prometíamos tan felices. Pero el viento fue arreciando a lo largo del día, y nada más salir a navegar teníamos ya un Nordeste de fuerza 5 que nos hizo abandonar nuestra idea original de salir de la bahía para desembarcar en la Isla de Mouro. La navegación iba a ser muy dura y teníamos a bordo algunos grumetillos de 4 a 6 años. Además la marea estaba entrando en la bahía y empujaba en la misma dirección del viento. Tanto es así que los primeros bordos los dimos a favor del viento y la marea (hacia el Oeste) y luego algunos de los barcos pequeños, con las velas reducidas como íbamos, no éramos capaces de remontarlos y tuvimos que ayudarnos con el motor. A pesar de ello los grumetillos aprendieron algunas maniobras de velas y a llevar el timón:




Decidimos entonces cambiar de isla y desembarcar en la de Los Ratones, que está dentro de la bahía. Oficialmente se llama "Isla de La Torre", pero es más conocida por el nombre popular de Isla de los Ratones, porque antes de hacerse el edificio de la escuela de vela estaba llena de ratas. Es un islote rocoso con muy escasa vegetación baja en su vertiente Norte. Como la marea estaba alta pudimos desembarcar en la rampa de varada y acceder a la terraza de la escuela, que tiene una pequeña pista deportiva para que jueguen los niños los días que no pueden navegar.

Nada más desembarcar vimos algunas parejas de gaviotas patiamarillas (las grandes) en actitud de defender sus nidos: se ponen a graznar para asustarte y te hacen vuelos rasantes sobre la cabeza, en algunos de los cuales te pueden cagar encima. Pero precisamente esa actitud las delata, y te hace saber dónde está el nido. Y así fue, pronto encontramos uno con un  pollito ya nacido y otro huevo en incubación, que nos permitió estudiarlos.


La isla tiene una playuca de arena de unos veinte metros de largo, pero tras algunos temporales del invierno, como ha ocurrido este año, la arena puede desaparecer y queda un playazo de piedras. La parte buena es que entre las piedras hay muchas conchas, caracolas y orejas de mar, sobre todo ahora al principio del verano que todavía no ha ido mucha gente. Dedicamos una parte de la tarde a recoger conchas.

En la zona de vegetación suelen anidar los charranes (únicas colonias en el Cantábrico: 33 parejas contabilizadas). Los charranes son más pequeños que las gaviotas patiamarillas, tienen forma de golondrina y son más agresivos, tal vez por estar en inferioridad de condiciones con sus depredadoras las patiamarillas, que en cuanto se descuidan se comen sus huevos y hasta sus crías. Ponen los huevos de tres en tres como las patiamarillas, y del mismo color pardo moteado, pero son pequeñitos como los de las palomas. Tuvimos la suerte de encontrar un nido con dos polluelos y un huevo aún sin eclosionar. En 17 años que llevamos de Carpe Diem es el primero que encontramos estos polluelos. Una de las conchas de peregrino que encontramos parecía hecha a la medida para ser su casita.





A la hora de volver la zodiac que nos habían desembarcado se retrasó y ya nos veíamos pasando la noche en el islote. De cena sólo íbamos a tener dos huevos (uno grande y uno pequeño) y 3 pollos (uno grande y dos pequeños), lo que para 15 personas hambrientas parecía bien poco (es broma). Finalmente nos recogieron y como ya había amainado el viento volvimos a puerto sin problemas, dando algunos bordos para estirar la tarde.

Al volver a puerto practicamos las maniobras de amarre, y nos dio tiempo a pescar algunos animalitos y enseñarles a manejarlos. Finalmente fue una tarde perfecta pese a las dificultades de la salida.




Aquí está la dibucarta de ayer, que tiene premio como siempre.



¡Con cuidado, navegantes!.




viernes, 7 de junio de 2019

Las chicas pueden orinar de pie.

Hola navegantes.

Espero que entendáis que esta entrada no quiere ser escatológica sino eminentemente práctica. Se ha comprobado que las chicas, a menudo por razones prácticas, beben la mitad que los hombres, inconscientemente para tener que ir menos veces a orinar. Eso, junto a su anatomía, facilita las infecciones urinarias, con las que conviven durante toda la vida muchas mujeres.

Le necesidad de orinar de pie surgió del mundo militar. Imaginaos a una mujer paracaidista teniendo que soltarse todos los correajes y buscando un sitio para orinar en el campo de batalla. De allí surgió la idea de una pequeña "copa" o "embudo" que se adaptase a su anatomía y el extremo se hiciera salir por la bragueta. Después se extendió al mundo civil y es más habitual en Sudamérica. Leyendo una novela sudamericana me sorprendió la descripción de lo que sacaba una chica al vaciar su bolso, mencionando con toda naturalidad el monedero, las llaves, el lápiz de labios, el móvil, la copa de orinar de pie....

Pues esa necesidad ha llegado al mundo de la vela, donde a la ropa de aguas, al chaleco y al arnés que dificultan desvestirse, se añaden la escora y los golpes de las olas cuando te sientas en el WC, y la necesidad de estar poco tiempo bajo cubierta cuando estás de guardia. En el último número de Voiles et Voiliers anuncian esas copas adaptadas al mundo marino:


Lo malo es que, como todo en la náutica, tienen un precio prohibitivo: entre 160 y 190 euros, una locura. En Internet sin embargo podréis ver que hay en el mercado infinidad de modelos, tanto desechables de cartón encerado, como reutilizables, acompañados o no de una toallita de higiene, etc, y a precios mucho más asequibles (desde menos de 3 euros):
















Además de para la vela y otros deportes, también son útiles para los aseos públicos, al no tener que sentarse en el inodoro y arriesgarse a entrar en contacto con agentes infecciosos, y ello sin necesidad de hacer malabarismos.


Espero comentarios de las destinatarias, a ver si le ven algún inconveniente...

miércoles, 5 de junio de 2019

Recuperaron el My Song.

Hola navegantes.

Aunque parezca mentira, el My Song, el megayate que se cayó de un mercante y que os conté hace unos días, ha podido ser recuperado del mar. Ayudó que el mar estaba tranquilo y pudo acercarse un remolcador:







Le introdujeron flotadores antes de que se hundiera del todo y pudo ser remolcado hasta Palma, donde lo sacaron al varadero:




Los daños son considerables, con agujeros en el casco, daños estructurales en el timón y la quilla, la caída y parece ser que la pérdida del palo, y al haber entrado el agua salada habrá que rehacer desde cero todo el interior (electricidad, electrónica, mobiliario, tapizados, etc):






 El coste posiblemente será casi tan alto como el barco nuevo. Al parecer el mercante que le transportaba se encontró con una tramontana de 40 nudos (es fuerza 8 y con olas de hasta 9 metros) y no disminuyó la velocidad, aunque eso tendrá que determinarlo el seguro.


¡Con cuidado, navegantes!.

martes, 4 de junio de 2019

Nuestra navegación a la Isla de Elba en la revista Skipper.

Hola navegantes.

Así es, la revista Skipper, en su número de junio de 2019, ha sacado un reportaje sobre nuestra navegación a la Isla de Elba, ida y vuelta, en el Corto Maltés. Está en la página 158.


Espero que os guste.