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lunes, 27 de agosto de 2018

Ya estamos en Lyon.

Hola navegantes.

Ayer madrugamos pero tuvimos que atrasar  la salida por la niebla. No parecía el mes de agosto sino el de diciembre. Un frío que nos hizo volver a sacar la ropa de invierno, y una niebla que no permitía ver una boya desde la anterior, lo que en este río es peliagudo.



Poco a poco se fue despejando y quedó un mar de humos de los de cerrar con fuerza con los ojos y volver a abrirlos para comprobar que el paisaje era real. La primera hora fuimos escrutando entre los dos el puré de guisantes y tocando la bocina de niebla para evitar sustos. Pero luego se despejó, salió otra vez ese sol regio y acabamos en pantalón corto y utilizando el paraguas de sombrilla. Impresionante el cambio.



A primera hora de la tarde llegamos a Lyon. Aunque no tan emocionante como París, también se nos encogía el alma entrando en esta gran ciudad, la tercera de Francia, con nuestro barquito. Atravesamos infinidad de puentes, siempre con la visión de la falsa Torre Eiffel (una torre de comunicaciones con su misma forma pero más pequeña) y rodeados por un tráfico de barcos turísticos menos impresionante que el del Sena.


Al ser domingo, todo el paseo fluvial estaba lleno de paseantes que nos tiraban fotos, como en París. Al desembarcar lo primero que hicimos fue ir a ver el Ródano, la etapa final de nuestra vuelta a Francia y el objetivo más lejano cuando salimos de Santander hace 3 meses. Su unión con el Saone, por el que hemos venido hasta aquí, es impresionante:


A mi derecha el Ródano, a mi izquierda el Saone. La confluencia es una zona verde y de paseo donde han situado una escultura con el logo de la ciudad:


Ahora nos quedaremos dos días en Lyon para temas de intendencia, descansar y conocer la ciudad, y luego seguiremos hacia Avignon.

Hasta mañana navegantes.

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