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jueves, 16 de agosto de 2018

Una de cal...

Hola navegantes.

Ayer no os conté nada porque el día acabó con dos presagios negros como los zapatos del novio. Por un lado el canal que termina en Vitry Le François, donde dormimos, estaba colmatado de algas como el tramo que os conté del río Somme. Y la gente de por aquí me dijo que estaba igual todo el canal de Champagne a Bourgogne, que es el que embocamos hoy. La verdad, no me sentía con fuerzas para hacer más de 200 km luchando con los Sargazos. Y por otro lado el motor fallaba al meter la marcha atrás, de hecho no entraba, y eso en las esclusas es peligrosísimo porque pierdes el control del barco y se choca con las paredes .

Por suerte hoy lo veo de otra manera. A primera hora conseguimos arreglar lo de la marcha atrás. Menos mal, porque encontrar un mecánico y piezas de repuesto para un fueraborda italiano aquí, en mitad de Francia, a 100 km del mar y en el mes de agosto, es una tarea imposible hasta para mí, que dicen que donde pongo el ojo pongo la bala. Y por otra parte hemos empezado a navegar por el canal y aunque es verdad que está muy lleno de algas, están en las orillas y siempre queda un pasillo central limpio por donde puedes avanzar. A pesar de ello varias veces el motor se ha comportado raro por ir cargado de algas.

De Vitry no puedo contaros mucho porque con el estrés que teníamos y la falta de tiempo lo vimos a la carrera. Lo que me llamó la atención es que tienen una estatua de la Diosa del Marne en el centro del pueblo, y en lugar de disfrutar de sus senos perfectos alguien se los ha tapado con una camiseta:



Hoy el día ha sido agotador, pasando 16 esclusas bajo la canícula. En una de ellas, la de Höericourt, había al lado una base militar con aeropuerto, y los cazas nos sobrevolaban, lo que me recordó los ya lejanos días de subir por la costa atlántica de Francia esquivando los campos de tiro... De hecho, ahora es casi medianoche y ellos siguen rompiendo la barrera del sonido sobre nuestras cabezas.

Por esta zona las esclusas se llenan hasta el borde, algo inaudito y que te complica la vida, porque por muy bajas que pongas las defensas acabas con el riesgo de apoyar el casco en la nueva orilla de cemento que se forma al llenarse la esclusa:


Hemos desarrollado una técnica muy derpurada para pasar las esclusas que se llenan (ahora estamos "subiendo" con esclusas ascendentes, hasta que lleguemos a los trescientos y pico metros sobre el nivel del mar donde empezaremos a bajar por otro río, el Saone). Hemos hecho un aparejillo que pasa por el centro del costado y lo amarramos a la escalera. Con el barco así inmovilizado, ya sin prisa subimos por ella para dirigir los amarres de proa y de popa. Antes era un lío tener que hacer todo a la vez con el barco moviéndose.


Y finalmente hemos venido a dormir a Chamouilley. Había unos chicos jugando a la petanca, y al preguntarles cómo se iba al "centre ville" me dijeron que aquí no hay ni ville ni centre, y va a ser verdad. No encontramos no ya la gasolinera o el súper, es que ni un bar. Pero ha sido mejor porque hemos conocido a una familia extraordinaria. Al preguntarles por un bar abierto se enrollaron con nosotros, nos invitaron ellos en su jardín a la cerveza y el zumo, y luego vinieron a ver el barco y se trajeron una tarta de regalo. Hemos compartido historias en una tarde fabulosa, de esas que te devuelven la confianza en el género humano. No todo es desconfianza y mal rollo con los desconocidos. Gracias Bárbara, Olivier, Lison y Rose, nos habéis hecho sentir como si ya hubiéramos vuelto a casa.

Hasta mañana navegantes.


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