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jueves, 11 de enero de 2018

Un cuaderno de bitácora vacío, o ¡qué nervios!.

Una de las emociones de los preparativos de una nueva navegación es hacerse el cuaderno de bitácora que vamos a utilizar. Ese montón de páginas en blanco es como una alegoría de la vida misma: un futuro incierto, aún por escribir, con tantas posibles sorpresas, buenas y malas, que en cierto modo da hasta miedo enfrentarse a él. Luego poco a poco se va calentando, sus páginas van cobrando vida, cargándose de anécdotas y envolviéndote en su vorágine. Termina siendo un compañero de navegación más, muy fiel eso sí, el que sustituye a la electrónica cuando falla, el que mantendrá el recuerdo detallado de tántas jornadas de navegación donde los nervios no te dejan apreciar lo bonito que vas descubriendo pero sabes que ahí se queda escrito, para disfrutarlo en el futuro. Os recomiendo vivamente que lleveis un cuaderno de bitácora, incluso en las navegaciones cercanas y aparentemente rutinarias. Seguro que en el futuro lo agradeceréis.




Yo lo utilizo también para tomar perfiles de la costa y de las islas por las que pasamos (por puro gusto, no creo que en el futuro vaya a usarlos para navegar) y para que me lo sellen en las capitanías, como recuerdo de mi paso por los distintos puertos.




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