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viernes, 29 de diciembre de 2017

Sálvora, diario de un farero.

Hola navegantes.

En la vuelta a España y en la navegación de este verano a las Rias Bajas hemos recalado en la isla de Sálvora, a la entrada de la ría de Arousa, y en nuestras tres escalas hemos conocido a sus fareros. Es una isla deshabitada y uno de los paraisos de la vuelta a España. Forma parte del  Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia,  un grupo de islas entre las rías de Arousa y Vigo. Los acantilados, los matorrales, las dunas y las playas, y sobre todo los distintos fondos marinos, crean una gran variedad de ecosistemas en estas islas y las aguas que las rodean. Las islas de Sálvora, Ons y Cíes se sitúan en la entrada de las rías de Arousa, Pontevedra y Vigo respectivamente, mientras que la isla de Cortegada está en el interior de la ría de Arousa.

Las cuatro islas han pasado por situaciones similares debido a su relativa proximidad y la cercanía a la costa: ocupación por órdenes monásticas en la Edad Media, propiedad de la Iglesia, de distintos nobles, atacadas por invasores que las usaron como base de sus incursiones a la costa, establecimiento de empresas de salazón, etc. Las Cíes y Ons son las más visitadas por el turismo (más de 200.000 personas cada año) por tener un servicio regular de transporte de pasajeros y algunos residentes permanentes. Por el contrario Sálvora es la más inaccesible y la que menos visitas recibe, está deshabitada salvo por la presencia del torrero del faro y un guarda, y no tiene conexión regular de pasajeros con la tierra firme. En la Edad Media se utilizó como base de ataques invasores de vikingos, sarracenos, etc. La Iglesia entregó la isla a Marcos Fandiño Mariño a mediados del siglo XVI. En 1770 se instaló una fábrica de salazón de pescado y en 1789 una pesquería de atún. Estas empresas hicieron que gente de la costa poblara la isla. El Estado la expropió en 1904 por motivos de defensa, y mantuvo presencia militar hasta 1958. Cuando el ejército se retiró los antiguos propietarios recuperaron la isla, pero los habitantes se marcharon poco a poco buscando mejores condiciones de vida, el último en 1972. En la isla hay rebaños de caballos y ciervos en libertad (introducidos para luego cazarlos), infinidad de conejos, aves rapaces, etc.

Se desembarca en la Playa del Castillo, adornada con algunos cañones y sobre todo con la escultura de piedra de una sirena de unos 3 metros de alto. La erigió la familia que poseyó la isla por una leyenda familiar. La isla sólo puede recorrerse andando. Ambos lados de las pistas están llenos de grandes rocas de granito redondeadas y con formas curiosas, a algunas de las cuales han dado nombre propio según la imaginación del que las bautizó. Se ven las manadas de caballos en libertad y, si tienes suerte, las de ciervos. Tiene varias fuentes de agua potable, lo que permitió que durante años existiera un asentamiento humano y ahora se conservan los restos de ese poblado en buen estado, con algunos hórreos todavía en pie.

El faro es muy característico, con bandas blancas y rojas en la torre y el edificio de viviendas de los fareros cuadrangular. El faro nuevo se construyó en 1921 para sustituir al anterior y añadirle altura. Cuando se construyó tardaron años en darse cuenta de que unas rocas dificultaban su alcance en el sector Noroeste, por lo que posteriormente hubo que volar toneladas de piedra quedando una zona recortada como una meseta artificial, dando un aspecto “raro” a la línea de costa que no se comprende hasta que te lo explican. El dificio anexo al faro es como un museo de cosas del mar y fotos y objetos antiguos del servicio del faro.

Uno de los fareros que conocimos, Julio Vilches, acaba de publicar un libro con la historia de su vida en la isla desde 1980, en que tomó posesión de su plaza, hasta este año en que se ha jubilado y el faro ha pasado a ser automático, sin necesidad de presencia humana. Una vida ajetreada en esa comunidad de bolsillo, con muchas visitas de amigos hippies en los años 80, algunos romances como el que le llevó a conocer a su mujer, también farera, el nacimiento de sus dos hijas y la vida con ellas en la isla, y algunos dramas como su separación final por exceso de convivencia, el suicidio de una novia, accidentes, travesías por mares tormentosos para los cambios de turno de los fareros, encontronazos con los antiguos dueños de la isla que eran de mentalidad muy opuesta a la de los fareros, "mareas rubias" (arribazón a la playa de cajas de tabaco rubio abandonadas por contrabandistas) etc. Una lectura muy amena para estos dias de invierno y un acicate para los navegantes, que sin duda van a terminar el libro deseando ir a conocer esa islita maravillosa.



En las últimas fotos, nuestro paso por Sálvora, con la sirena de los Mariño y el Corto Maltés al fondo en el muelle de desembarco.




Por cierto, una de las anécdotas más graciosas cuando los hijos de los marqueses descubrieron a unas amigas de los fareros en top less, los propietarios intentaron tomar represalias, y como "venganza" los amigos de los fareros le pintaron a la sirena un sujetador verde. Si no se permitía el top less, no se permitía.

3 comentarios:

  1. Enhorabuena por el blog y las experiencias compartidas. Para los amantes de los barcos y el mar estas experiencias son inolvidables.

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  2. Gracias chicos. A mí es que me encanta compartir las cosas bonitas que voy conociendo, no puedo evitarlo. Un saludo

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  3. ¡Qué interesante historia! Gracias por compartir tu experiencia.

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