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miércoles, 15 de noviembre de 2017

Presentación de "Un tripulante llamado Murpy" en Getxo.

Aquí os anuncio la presentación el viernes 24 de noviembre a las 19 h:


La imagen se puede reenviar por wasap, por si me hacéis el favor de reenviarla a los conocidos que puedan estar interesados.

Os adelanto el balance y algunas de las conclusiones de esta navegación, sacadas del último capítulo:

"Los momentos más difíciles: en primer lugar el accidente con el remolque en el viaje de ida, donde estuvimos pensando muy seriamente volver grupas y abandonar. En segundo lugar los problemas para encontrar un taller que quisiera hacerse cargo de la reparación del motor Selva (italiano) en Francia y los tiempos de espera para intentar la reparación (3-4 semanas). Y en tercer lugar la confusión de canales al entrar a Sète, que nos obligó a pasar por debajo de tres puentes con dos metros de vano, rozando con la antena, y que también nos hizo temer que el viaje terminaba allí. Y desde el punto de vista de la meteorología, los abundantes días en que sopló el mistral, que nos impidieron navegar o nos lo pusieron muy difícil.

Respecto a la valoración del Tonic 23 nunca pensé que en el Mediterráneo, en teoría un mar sin mareas, fuese útil la orza abatible, y sin embargo ha sido así. Lo primero que hay que decir es que en algunos puertos sí había mareas apreciables, hasta de unos 30 cm. Comparado con los 4-5 metros del Norte no era casi nada, pero si el puerto era grande y la bocana estrecha se generaban corrientes de marea en la entrada que dificultaban las maniobras. Lo bueno fue que el poco calado nos facilitase encontrar atraque en los puertos y las marinas. En varias ocasiones nos dijeron que no tenían plaza para un velero, hasta que les decíamos que con la orza subida nuestro calado era de 70 cm. "Entonces sin problemas" nos solían decir, y nos encontraban un sitio. Siempre hay esquinas de muy poco calado en los puertos, habitualmente ocupadas por barcas y motoras locales, pero no se piensa en ellas porque los barcos de paso, casi siempre veleros, no caben allí por su calado. La orza abatible nos abrió la puerta de la marinas en muchas ocasiones. Incluso para visitar las islas nos sirvió. Hemos estado en algunas en las que todo el puerto tenía un metro escaso de calado, y con un barco más grande no habríamos podido entrar.

Por otra parte en los canales la orza abatible es básica para poder amarrarte en las orillas, donde el declive natural del fondo hace que haya menos calado que el teórico, que siempre se da en el eje del canal. El Canal de Midi está dragado a 150 cm, aunque ya está colmatado a 140 cm y algunas de sus ramas, como el Canal de la Robine, que va a Narbona, a 120 cm. En las orillas hemos estado amarrados en sitios con 40 o 50 cm justo pegando al borde, y la manga del barco alejaba el quillote lo justo para que nuestros 70 cm se acomodaran en el canal. Además en algunos sectores el canal atraviesa ríos, que como no se pueden mantener dragados tienen un calado variable dependiendo de la colmatación de arenas y de las crecidas. En esos puntos el calado puede ser mucho menor, especialmente en verano.

La orza abatible también ha sido útil para el transporte por carretera. Aparte de nuestro desgraciado accidente por la negligencia o la falta de experiencia del que contratamos con el remolque de un todoterreno, los siguientes transportes los hemos hecho en camión. Ha sido un camión no específico para náutica que ha podido cargar el Corto Maltés en su caja gracias al escaso calado. Con quilla fija no habría podido. 


En lo que toca al despacho de un barco pequeño para la “zona 4” (hasta doce millas) que te obliga a seguir el contorno de la costa, desde mi punto de vista es una ventaja. Lo que cuenta en un “viaje” es el disfrute de lo que pasa por el camino, lo que implica ir sin prisa para dar tiempo a que ocurran cosas y para conocer a las personas. Lo contrario es un “porte” en que sólo cuenta alcanzar el destino cuanto antes. Costeando te ves obligado a meterte en puertos inesperados (donde te obliga la hora o la meteorología) y con un barco pequeño puedes hacerlo en casi todos los sitios. Eso genera muchas interacciones con los habitantes y te hace conocer sitios inesperados, esos que no vienen en los folletos y al final son tan maravillosos, y vivir anécdotas curiosas, esas que son la miel de la vida. Yo crucé el Atlántico de Barbate a Martinica en 2006, un mes de navegación oceánica, y si quisiera escribir sobre aquella travesía no llenaría más de diez o veinte folios estirándolo mucho, porque realmente no pasa casi nada. Sin embargo los viajes costeando son una fuente interminable de acontecimiento curiosos y de sorpresas, que te hacen emocionarte cada día.

Respecto a la habitabilidad del Tonic 23 para temporadas largas no puedo añadir casi nada a lo que dije en navegaciones anteriores. Hemos vivido dos a bordo durante tres meses sin problemas. En el Mediterráneo las duchas en la bañera son de verdad una sensación gustosa por la buena temperatura, así como los baños en el mar para enjabonarse, lo que fue un cambio agradable para mí, acostumbrado al agua helada del Norte.

Respecto a la capacidad del Tonic 23 para afrontar el mal tiempo, en esta navegación nos hemos debido quedar en puerto 12 días de los 84 que duró la ruta total (14% de los días) debido once días al mistral y uno al Sureste en Portbou (fuerza 6-8) y a olas que impedían la salida. Esos días vimos a muchos barcos mayores que el nuestro hacer lo mismo, esperar a que pasase lo malo, para salir. No creo que con un barco más grande hubiéramos salido voluntariamente a navegar con fuerza 8. Por lo tanto aquí tampoco le veo una ventaja a un barco grande. Y para terminar con el barco, sigo comprobando que con un barco pequeño caes simpático en los puertos y te dan más facilidades que si llegas con un superyate. Y eso abre algunas puertas".


Espero que podáis acudir a la presentación y que os guste el libro. Y si algien lo quiere dedicado con una dibucarta, que me lo pida a:

alvarogaledo@gmail.com

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